SIEMBRA DE DISCORDIA:
“La Furia de Cristina” es la
propuesta editorial de esta semana en la revista Noticias. No es novedad, es
más: es obviedad. Pero uno sigue sin comprender del todo cómo es esta ya vieja
operación de que sea el gobierno y quienes lo apoyamos los que llevemos pegada
la etiqueta de violentos, agresivos y brutales.
Si Darín se pregunta por los
ingresos presidenciales (en una nada velada acusación de corrupción, venalidad
y simple choreo) y la presidenta le responde que la justicia ya se encargó de
esa curiosidad, es la presidenta quien lo ataca de manera brutal.
MI HISTORIA DE VIOLENCIA:
Paso a narrar una anécdota
personal. Me ocurrió a pocas cuadras de donde vivo. Encuéntrome (me gusta así)
parado en la puerta de un banco intentando comunicarme con mi casa cuando pasa
un señor que me mira con mala cara y comenta en media voz algo así como “je,
qué caradura…”. Yo le pregunto -le grito en realidad para que me escuche porque
ya está a varios metros- qué problema tiene conmigo y qué me quiere decir
(supongo que eso fue violento de mi parte). El hombre regresa y me dice que soy
un chorro, que me robo la plata. Entonces le digo “vamos a la comisaría y
hagamos la denuncia”, el hombre me dice que soy un chorro, que no tengo
vergüenza.
Entonces veo a diez metros de donde
estamos un policía federal. Lo llamo a los gritos “oficial! Este hombre dice
que soy un ladrón, vamos a la comisaría a que haga la denuncia!”.(Supongo que
otra vez quedé como un violento que andaba a los gritos contra un pobre hombre
que me decía chorro.) Bueno, al final todo se diluyó, el señor se fue. El
policía que no entendía un pomo me preguntó si habíamos sido socios (¿) en una
buena especulación de viejos rencores. Por suerte a los pocos minutos de irme
de ahí lo encontré a mi acusador comiendo justo en la ventana de un bar y le
pedí disculpas (no sé de qué) pero le dije “disculpame, pero no soy un chorro y
me enoja que me digan chorro”. Y el hombre, inexplicablemente, me dijo “ya sé
que no sos un chorro, yo te conozco de acá del barrio”. Misterio total. O
revelación total.
EL SECRETO DE SU ENOJO:
Lo interesante es que cuando
Campanella le dice chupaculos (sic) a Barone, nadie lo acusa de agresivo.
Cuando Darín acusa de chorra a la presidenta nadie lo acusa de agresivo. Cuando
Lanata dice lo que dice cada vez que abre la boca a nadie, pero a nadie, se le
ocurre comentarle que es un tipo violento. Cuando Birmajer o Borensztein hacen
sus chistes cargados de ataques misóginos, racistas, cuando no fascistas, nadie
les dice nada. Cuando Nelson Castro le habla a la presidenta como quien le
habla a un delincuente, a un pelotudo, a un sarnoso, a un dictadorzuelo
estúpido y autoritario, a nadie se le ocurre decirle a Nelson que hacer eso es
de una bajeza y una impostura tal que debería evitarlo por su propia dignidad.
Hablarle a un presidente con esa cara de asco, con esa pose de “se lo digo a
usted, sorete” debería ser –diría Pino- un escándalo. En los posteos del diario
Clarín digital se pueden ver día tras día comentarios donde tratan a la
presidenta de chorra, de kretina y konchuda (con ese truco de la K que ya
deprime) y de puta (todo esto es pura literalidad, sólo hace falta entrar y
leer) mientras se quejan de la falta de libertad de expresión y de la violencia
del gobierno. Pero Campanella (chupaculos es su palabra clave) se solidariza
con Darín por el ataque que recibió de la presidenta y de “la masacre” que en
678 dice que le inflingimos a su amigo.
MALAS PALABRAS:
Es tremendamente lamentable que
para hablar de política -en realidad son los síntomas de la política- debamos
sumergirnos en tanta escatología y guarangada a diario. Pero no hay otra manera
de tratar estos temas. Porque esa es la agenda de la oposición: la ofensa, el
vilipendio, la infamia y la injuria. No tienen nada para decirnos más que eso.
No tienen nada para ofrecernos más que eso. No tienen más argumentos que eso.
No tienen más plan que eso. No tienen más inteligencia que eso. No tienen más
ideología que ese odio impotente que literalmente los consume como opositores.
VIEJOS LOBOS DE MAR:
Volvió la Fragata Libertad. El
gobierno invitó a la oposición política para concurrir al recibimiento. No
fueron. No ir es válido. Lo que no es válido es inventar que nadie los invitó
para poder mentir que se trató de un acto oficialista.
Pero quizá sea lógico. La
oposición no quería que la fragata volviera porque para su proyecto político lo
mejor es lo peor para el gobierno. Aunque en su ceguera no pueden ver que
confunden permanentemente gobierno y nación. Por lo tanto todo lo que sea malo
para la nación será bueno para la oposición.
Pero es difícil creer en esa
ceguera, que no se dan cuenta de esto. Que no saben que es malo para la
Argentina tener que pagar a un fondo buitre un montón de guita. Sin embargo no
les importa. Querían que la fragata se perdiera para siempre para tener algo
bien concreto y malo con que acusar al gobierno.
Y lo mismo les pasa con cualquier
fallo internacional que sea en contra de nuestro país, les pasa lo mismo cuando
falta electricidad, cuando suben los precios, cuando un tren choca, cuando algo
se incendia, cuando hay problemas sindicales, cuando una buena ley no se
aplica, cuando una buena ley no sale del congreso, cuando hay jueces que
trabajan en contra de todos nosotros, cuando una medida no funciona, etc…
Ellos que son los primeros en
acusar al gobierno de confundirse a sí mismo con el Estado Nacional son los
primeros en disfrutar cada vez que el Estado Nacional tiene un problema, como
si el traspié fuese solo para Cristina. Son insoportables. Pero tenemos que
soportarlos así como están porque no parece que se vayan a dar la oportunidad
de volver a hacer política.
PRIVATISTAS:
Quizá, así como en los 90 fuimos
testigos del vaciamiento del Estado, ahora nos toque ver el vaciamiento que los
políticos opositores hacen de sí mismos. Privatizados por un único grupo de
medios de comunicación que los usa para sus ramificados intereses corporativos.
Antes Menem privatizó las
empresas del Estado.
Ahora Clarín privatizó a los
políticos para volver a ir contra el Estado.
Deberían saber que eso es su
mayor problema, y no el kirchnerismo.
Por Carlos Barragán.
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