En medio de la fuerte disputa de
parte de un sector del sindicalismo y el gobierno nacional, con el impuesto a
las ganancias como estandarte, sumamos la mirada del economista Alfredo Zaiat
en un artículo de opinión, publicado en el diario Pagina 12 de hoy
Progresivo
Por Alfredo Zaiat
El tributo directo sobre ingresos
que pagan los trabajadores en relación de dependencia, denominado Impuesto a
las Ganancias Cuarta Categoría, alcanza al 17 por ciento de los registrados y al
8,6 por ciento del total de ocupados. Pese a las mejoras en el mercado laboral,
el mundo del trabajo continúa fragmentado y con un tercio en la informalidad.
El salario medio del trabajador registrado privado se ubicaba en diciembre de
2011 en 5562 pesos mensuales, según el Ministerio de Trabajo, debajo del mínimo
no imponible. El ingreso promedio de una persona ocupada (formal e informal)
fue de 3198 pesos, de acuerdo con el Indec. El pedido de dirigentes gremiales
de aumentar el mínimo no imponible de 5782 pesos para el soltero y de 7998
pesos para el casado con dos hijos involucra un porcentaje reducido del total
de las personas empleadas. Un reciente informe del centro de estudio Cifra, de la CTA , detalla que, desde 2008,
mientras el salario nominal se incrementó un 96,6 por ciento y el índice de
precios al consumidor (IPC7 provincias) creció un 75,9 por ciento, el mínimo no
imponible tuvo un aumento de 44,0 por ciento. Esa brecha es la que hoy provoca
tensiones. Cuando se subió esa base, en 2010, el fisco dejó de recaudar 3184
millones de pesos y con el ajuste del año siguiente, 2785 millones de pesos.
Este marco numérico colabora para
ordenar un debate que ha sido confundido por la pelea por el control de la CGT y por el de-safío de un
sector gremial al poder político de Cristina Fernández de Kirchner.
El tema es complejo por el tipo
de estructura impositiva vigente, en especial por las inequidades existentes en
el capítulo Ganancias, pero resulta controvertido bregar por la distribución
del ingreso al tiempo de demandar la anulación de ese tributo para trabajadores
de salarios medios y altos.
Si los trabajadores camioneros,
petroleros, bancarios, docentes, metalúrgicos y periodistas, entre otros, están
alcanzados por ese impuesto, significa que sus salarios han subido hasta pasar
a ocupar el lugar privilegiados de la pirámide salarial. Que los trabajadores
con más altos salarios deban pagar impuestos sobre sus ingresos no implica que
sus reclamos por aumentos salariales no sean válidos.
El cobro de ese gravamen a los
trabajadores existe en muchos países; no es una particularidad del sistema
argentino. Pero se lo denomina impuesto sobre los salarios o sobre los ingresos
personales; no Impuesto a las Ganancias. La cuestión semántica no es
irrelevante puesto que habilita a generar confusión en el debate.
La recaudación de ese rubro en
Argentina es muy baja en comparación con países desarrollados, y también es
menor a la que se obtiene en economías latinoamericanas. En el blog Exabruptos
se informa que la recaudación de impuestos a los ingresos personales apenas
aumentó de 1,33 por ciento del PBI en 2003 a 1,92 por ciento del PBI en 2011. El peso
de los impuestos personales era bajo y sigue siendo bajo. En Brasil y Chile
equivale a cerca del 7 y 8 por ciento del Producto, respectivamente. El
promedio de los países de la OCDE
(desarrollados y algunos emergentes) es cercano al 9 por ciento, con máximo de
24 en Dinamarca y mínimo de 2 por ciento en Eslovaquia.
En el sitio web chequeado se
explica que el impuesto a las ganancias personales representa hoy alrededor del
6,6 por ciento de la recaudación tributaria total. Este porcentaje en los
países de la OCDE
es en promedio de 25,3 por ciento, según el informe “Sistema Tributario
Argentino. Un análisis comparativo de la contribución por sectores productivos
y de la equidad sectorial”, de la Universidad Católica
Argentina.
El mal denominado Impuesto a las
Ganancias de los trabajadores en relación de dependencia es progresivo en
sentido doble. Así lo define Cifra-CTA. En primer lugar, porque no afecta al
conjunto de los trabajadores sino sólo a aquellos de más altos ingresos. En
segundo, debido a que la tasa del impuesto se eleva a medida que las
remuneraciones son mayores: los asalariados registrados de ingresos superiores
contribuyen, en términos absolutos y proporcionales, más que los de menores
salarios.
La administración de un sistema
impositivo debe buscar el objetivo de equidad tributaria y equidad económica.
En el caso de la suba del mínimo no imponible, probablemente se avance en ese
último aspecto, dependiendo de la magnitud del ajuste para no terminar
beneficiando a trabajadores de muy elevados ingresos. En cambio, resulta
controvertido con respecto a la equidad tributaria. Especialistas en materia
impositiva explican que debería diseñarse un tributo de base amplia y global,
con un mínimo de exenciones subjetivas (que benefician a determinadas personas,
físicas o jurídicas) y objetivas (que alcanzan, de modo general, a operaciones
u actos) que eviten los tratamientos diferenciados por tipos de rentas. Señalan
que resulta indispensable en ese sentido la ampliación de la base imponible y
la generalización del impuesto, en lugar de achicar su alcance.
Concentrar el tema en si los
ingresos de los asalariados deben estar o no alcanzados por Ganancias desvía la
atención sobre la necesidad de corregir las distorsiones que se fueron
generando en los últimos años: la curva de las alícuotas de ese tributo, las
escalas y el monto y el tipo de deducciones. Para algunos expertos en materia
impositiva, el error del Gobierno fue estar subiendo el mínimo no imponible,
como parte de la negociación con el sindicalismo, cuando la tarea pendiente es
ajustar esas condiciones del tributo. Afirman que debería haber mayor
progresividad en las escalas y alícuotas que pagan los trabajadores, siendo la
máxima 36 por ciento, tasa inferior a la vigente en países comparables. Además,
con la actual estructura de Ganancias se observa la paradoja de que a medida
que se sube en la pirámide salarial, gerentes y ejecutivos complementan sus
ingresos con rentas financieras y ganancias de capital que hoy están
desgravadas.
El menor ritmo de actualización
del mínimo no imponible desde 2008 provocó que el trabajador no pueda
incorporar plenamente la mejora del poder adquisitivo por el aumento de
salarios conseguidos en paritarias, pero esto no significó pérdida de capacidad
de compra en relación con la situación previa. Las pautas salariales definidas
en paritarias en estos años se han ubicado por encima del índice de inflación,
oficial o de consultoras. También incorporó a más trabajadores en el pago. Se
duplicó de 2001 a
2011, al aumentar del 8,0 al 17,0 por ciento respecto del total de asalariados
registrados, y del 3,4 al 8,5 por ciento sobre el total de ocupados.
Que más trabajadores paguen ese
tributo no es necesariamente injusto o inequitativo. La clave pasa por
actualizar y precisar con criterio de progresividad alícuotas, deducciones (por
ejemplo, no está contemplado deducir parte del costo del alquiler de la
vivienda) y escalas de la base imponible. Lo que sucede es que el tema de la equidad
tributaria queda en terreno embarrado debido a debilidades de la actual
estructura del Impuesto a las Ganancias. Esta contiene exenciones regresivas,
como a la renta financiera, a los ingresos de jueces y a las utilidades
obtenidas por ventas de activos, que distorsionan el cuadro impositivo y, por
lo tanto, la discusión sobre justicia tributaria. Con esos privilegios queda
herida la equidad en términos tributarios cuando un asalariado tiene que pagar
Ganancias mientras que personas que realizan inversiones financieras y
magistrados no destinan ni un peso de esos ingresos a cumplir con ese tributo.
El camino a transitar es cerrar
esas filtraciones y no profundizarlas. Tanta energía sindical y especulaciones
políticas podrían estar volcadas a pensar un sistema tributario progresivo,
sustentable, transparente, simple y equitativo. Para ello, líderes gremiales
tienen la oportunidad de plantear un debate integral del régimen de Ganancias
más que presionar por una conquista que mejora sólo a la cúpula de la pirámide
salarial. Colaborarían así en la tarea de avanzar en una reforma a la
estructura tributaria con criterio progresivo.
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