viernes, 20 de septiembre de 2013

El 20 de septiembre de 1974 Julio Troxler era asesinado por la Triple A



El 20 de septiembre de 1974 Julio Troxler era asesinado por la Triple A

Junio de 1955. Era aquél un Buenos Aires muy distinto del actual. La cabeza de un hombre muerto que cuelga por la abertura sin vidrio de la puerta del trolebús de la línea 305 y los cadáveres de dos mujeres tendidas en el empedrado, conforman una de las fotos más terribles de aquel 16 de junio de 1955, cuando oficiales de la Aviación Naval bombardearon Plaza de Mayo en un intento por terminar con el gobierno del presidente constitucional Juan Domingo Perón que había sido reelegido sólo tres años atrás con el 68% de los votos.

Hasta hoy nunca se conocieron cifras precisas sobre el número de masacrados por la metralla y las bombas lanzadas desde los aparatos de la aviación naval. El propio Perón, según algunos de los que vivieron aquella circunstancia trágica para la Argentina y su gente, se negó a que se diera a conocer el balance de muertos y heridos.

El día había amanecido lluvioso; la temperatura no superaba los 4 grados y la rutina de la ciudad era la normal. A las 12.40 se arrojaron 10 toneladas de bombas que provocaron más de 300 muertos entre mujeres, trabajadores y niños.

Muchos más de 50 fueron reconocidos en las morgues por sus delantales blancos. Entre quienes allí cayeron había peronistas, antiperonistas, católicos, creyentes de todo credo, ateos, todos argentinos asesinados en nombre de Cristo, de la libertad y de la democracia.

Comenzamos la biografía de hoy haciendo referencia a los hechos de junio del 55, pues la vida y las muertes de Julio Troxler están relacionadas con el peronismo -para la primera- y los gobiernos de facto -para las segundas-. Y si, plural, puesto que Julio Troxler -tal como se apuntara con “la” Arrostito- también sufrió dos muertes, fallida la primera, exitosa y definitiva la segunda.



Después de la furia desatada por los sediciosos (término con que los califica el artículo 22 de la Constitución Nacional) contra, básicamente, el peronismo, objeto de su ira, se promulgó aquél inolvidable y ridículo Decreto 4161 que, de no haber sido por lo trágico de sus consecuencias, resulta patético. Vieja y primita costumbre argentina: el nuevo en el poder aplasta y destruye todo lo hecho por el opositor.

La reacción frente al movimiento golpista fue la formación de un grupo de oficiales (pocos), suboficiales y civiles que se aprestaron a poner manos a la obra para volver todo al cauce institucional. La Proclama revolucionaria del Movimiento de la Recuperación Nacional, suscrita por los generales Valle y Tanco, iba a ser leída cuando se pusieran en marcha los engranajes del movimiento gestado.

De allí que grupos de civiles, convocados ad hoc, se reunieran en distintos lugares a la espera de la señal convenida para recuperar el poder. Según Troxler “En cada lugar se emprendía la realización de panfletos, de pintadas y también de acciones violentas, todo acorde con la característica de cada compañero, dispuesto a encarar una u otra tarea. Era una forma de resistir a los usurpadores [...sin embargo] No hubo ningún plan a nivel gremial o político para organizar la defensa.

Nadie compartía la creencia de que iban a darse males mayores. La gravedad de los sucesos del 55 nos debía haber advertido - yo estuve presente en el bombardeo de Plaza de Mayo- que estos asesinos, uniformados y civiles, estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de tener el poder. Más aún, los hechos del 55 indicaban fundamentalmente la voluntad de castigar y aterrorizar al pueblo con un baño de sangre ” .

1956

El General Valle confiaba en que la revolución triunfaría sin derramamiento de sangre, que sencillamente, había que hacer que la gente acudiera a la Plaza de Mayo y con su acto de presencia respaldara el regreso de Perón al país. Como en un nuevo “17 de Octubre” la participación popular sería el fiel de la balanza.

Pero las cosas no resultaron así. El coronel (R. ) Desierto Fernández Suárez, Jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires fue el responsable de las detenciones. Civiles y militares en los lugares elegidos para emprender la acción que consagraría el regreso de las instituciones al cauce democrático, fueron cayendo apresados. El jefe de la Unidad Regional de San Martín, era Rodríguez Moreno.

Los grupos de civiles y militares que respondían a Valle fueron cayendo en manos de las fuerzas leales al gobierno golpista que, sin siquiera un juicio sumarísimo y, en muchos casos, habiendo sido detenidos cuando no estaba en vigencia la pena de muerte, fueron fusilados cobardemente.

Es el caso de Troxler, quien fue detenido junto a: Carlos Livraga, Reinaldo Benavídez, Norbero Gavino, Miguel Angel Giunta, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Horacio di Chiano, Rogelio Díaz, Carlos Lizaso, Juan Carlos Torres, Mario Brion, Vicente Damián Rodríguez.

Ese día de junio, Troxler llega a la casa de Florida en que tendrá lugar el comienzo del drama. Cuando llama a la puerta, ésta se abre de golpe y lo atienden un sargento -a quien él conoce- y dos vigilantes quienes le apuntan con sus armas. Troxler apenas se inmuta pues, a pesar de sus 29 años, hay en él cierta vocación militar que lo llevó a ingresar como oficial en la policía bonaerense, si bien, disiente con ciertas prácticas, se retira de la fuerza.

Luego todos los detenidos son subidos a un camión, se les informa escuetamente que serán conducidos a La Plata. La realidad es que ya pesaba sobre ellos la orden de fusilamiento, y en lugar de ir camino a La Plata el destino serán los basurales de José León Suárez. Troxler, quien conoce el lugar, se da cuenta que no los llevan hacia La Plata sino que van en sentido contrario. Por un momento cree que van para Campo de Mayo, pero cuando el camión se detiene en los basulares de José León Suárez, aprovecha cierta estupefacción de los policías que vigilan, para atropellar contra ellos y escapa. La suerte corrida por los demás serían las balas. Pocos sobreviven para contarlo, 7 en total.

El hecho de que Troxler -entre otros pocos- se hubiera salvado, le permitió al periodista Rodolfo Walsh reconstruir los hechos en una insuperable obra que tituló “Operación Masacre” y que, llevada al cine, contó con la participación de Julio quien, además de representar su propio papel, era quien relataba ciertas partes de los hechos.

Troxler se exilió primero en Bolivia, pero continuará luego su militancia en la resistencia peronista.

Con la vuelta del peronismo al gobierno, en la provincia de Buenos aires llega a la gestión como gobernador el Dr. Oscar Bidegain, quien simpatizaba con la “Tendencia”, es decir, con el ala izquierda del peronismo. Durante esa gestión Julio Troxler se desempeñará como Jefe de la Policía de la Provincia hasta que renuncia.

El crimen

20 de septiembre de 1974. Julio Troxler fue asesinado en plena calle una mañana de iba a la Facultad de Derecho donde trabajaba. En ese momento tenía 52 años.

Se lo llevaron a Barracas en un Peugeot 504 color negro con cuatro hombres en el interior. El coche ingresó por la calle Arcamendia hasta desembocar frente al elevado paredón de ladrillos que limita con el terraplén ferroviario. En ese momento, los ocupantes del coche lo obligaron a bajar y le ordenaron caminar hacia la calle Suárez en el mismo sentido del vehículo. Julio caminó unos pasos con las manos atadas a la espalda y cayó fulminado por una ráfaga de ametralladora disparada de un auto.

Lo mataron en el pasaje Coronel Rico de Barracas. Horas más tarde un comando de las AAA se atribuía el hecho criminal enviando una foto a la prensa del documento que habilitaba a Julio Troxler a ingresar a la residencia del general Perón en la calle Gaspar Campos de Vicente López. El comunicado de la Triple A decía: “La lista sigue. Murió Troxler y el próximo, para rimar, será Sandler”. Se hacía referencia con esto a una lista que habían difundido con anterioridad con los nombres de Rodolfo Orteña Peña, Curuchet, López, Troxler, Sandler, Sueldo, Bidegain, Cámpora, Laguzzi, Betanín, Villanueva, Firmenich, Caride, Taiana, Añón y Arrostito.

Troxler militaba en espacio del peronismo revolucionario en el que se encontraban, además, Envar el Kadri, William Cooke y Gustavo Rearte.

Troxler, una de las víctimas de la Triple A, es hoy una de las claves que sigue la Justicia para citar a Isabel Martínez de Perón en el marco de la causa judicial por los asesinatos de dicha organización.


jueves, 19 de septiembre de 2013

DOMESTICAR AL CURA





DOMESTICAR AL CURA
por Eduardo de la Serna

No voy a comentar mi impresión sobre la ceremonia de beatificación del cura Brochero. Sobre esto, sólo diré que me pareció lamentable. Quedé triste de ver una ceremonia tan poco popular, ver una organización perfecta al servicio de una estructura de Iglesia piramidal, una celebración que podía ser idéntica en Córdoba traslasierra o en Austria, en el África Subsahariana o en Sri Lanka, una celebración que hasta “permitió” (sic) hablar al impresentable gobernador de Córdoba en plena campaña electoral, una liturgia que nombró infinidad de veces más al Papa Francisco que a Jesús de Nazaret y que los gritos de “¡viva la Iglesia!” superaron ampliamente a la memoria de su Fundador, o donde los pobres (¡justo los pobres en la beatificación de Brochero!) estaban ausentes, y cuando se los mencionó eran nombrados como los “más necesitados”, porque parece que no hay causas en la pobreza (justo en esta beatificación de uno que trabajó por su dignidad, por caminos, ferrocarriles, escuelas)… Todo eso hizo que me pareciera lamentable la celebración, pero eso –al fin y al cabo- es problema mío.

Lo que me interesa comentar es el modelo de cura que se presentó. ¿Qué cura –se dijo- era el cura Brochero? Para empezar, se lo puso a la par del “cura de Ars” que es el “modelo de cura” que la Iglesia quiere presentar (en el año sacerdotal [¿?] fue reiteradamente aludido). Y para que se me entienda, no pongo ni por asomo en duda la santidad del cura de Ars, simplemente afirmo que no es el modelo de cura que yo tengo; “no es santo de mi devoción”, como se dice. Además, me resulta muy difícil compararlos siendo que Ars tenía unos 250 habitantes. Se cuenta que el cura confesaba hasta 18 hs diarias (obviamente con gente de los pueblos vecinos), por tanto, se trata de un cura que “está” en un lugar, y la gente va hacia él (repito que lo digo positivamente), Brochero –en cambio- se caracterizó por ser un cura que “iba” hacia la gente en su mula “Malacara”. Una parroquia de más de 10.000 habitantes dispersos en más de 4.300 kms cuadrados no se parece en mucho a la pequeña Ars. Pero –por otro lado- lo que se insistió fervientemente de este cura modelo, era que rezaba (el rosario y el breviario), que tenía amor a la Virgen y que quería “salvar almas” (el enorme entusiasmo misionera y evangelizador de Brochero era ahora simplemente “salvar almas”). Ese es el “modelo de cura” que –parece- nos quisieron presentar. La búsqueda de la mejora en la vida cotidiana de sus hermanos no parece importar en lo que un cura debe ser y hacer (que hiciera caminos, capillas, escuelas, telégrafos, que peleara por el ferrocarril, que tuviera una cierta simpatía política, y que con la gente que llevaba a hacer los “Ejercicios espirituales” –al volver- buscara activamente el desarrollo económico de la zona, no contaba demasiado). Eso no apareció destacado, no se insistió ni resaltó. Ser cura –pareciera- es rezar, y salvar almas.

La sensación que me quedó es que el cura Brochero es beatificado porque fue domesticado. Su uso de “malas palabras” (sic; soy de los que creen que “malas palabras” son hambre, tortura, guerra, miseria…) eran “adaptarse al lenguaje rústico de los pobladores”, si hasta –como se ve en las fotos que encabezan el texto- le sacaron el cigarrillo para que pareciera más “santo”. Fui a la ceremonia –y no me arrepiento- porque sé por experiencia que el pueblo en su sabiduría (nada rústica, por cierto) se “apropiará” de “su santito” y rescatará y destacará aquello que le pertenece.

A lo mejor acá haya una explicación (no la única, por cierto) para entender por qué no se beatifican-canonizan a nuestros mártires latinoamericanos. No parecen fáciles de domesticar. Su memoria está demasiado viva todavía. Quizás el paso del tiempo sea un buen aporte a la domesticación ya que no están los compañeros y amigos para decir con autoridad que Fulano o Mengana jamás habrían dicho esto, o tolerado aquello. No me imagino a De la Sota hablando en la beatificación de Carlos Mugica, o a Carlos Menem en la de Enrique Angelelli (a pesar del mural que el obispo riojano hizo pintar hace años).

Así como hay animales que no son domesticables, y siempre aparece su identidad natural, el cura Brochero podrá ser estampita, pero nunca dejará de ser ese misionero y defensor de los pobres, ese que repetía que “como los piojos, Dios está en la cabeza de todos, pero especialmente de los pobres”. Y ese se parece bastante más al modelo de curas que muchos tenemos y del que queremos “apropiarnos”.

Miércoles 25 de Septiembre


miércoles, 18 de septiembre de 2013

El legado de coraje de John William Cooke



El legado de coraje de John William Cooke
18 de septiembre de 2013
Por Norberto Galasso  (publicado en el diario Tiempo Argentino el 18.09.2013 a 45 años de su muerte )

Fue el único a quien el General  Perón designó no sólo delegado personal sino su sucesor para el caso de muerte.

Se llamaba John William, pero debió llamarse Juan Guillermo. Vivió su infancia en una familia irlandesa, pero fue, por sobre todo, un argentino latinoamericano. Estudió las instituciones jurídicas del país, pero finalmente se parapetó detrás de una estatua y apeló a su revólver para vaciar los cargadores de balas enfrentando a quienes masacraban al pueblo un 16 de junio. Fue el único a quien el General Perón designó no sólo delegado personal sino su sucesor para el caso de muerte y sin embargo, fue el único que se atrevió a discutirle al líder de igual a igual. Comprendió que el peronismo era “el hecho maldito del país burgués” pero también –por su inorganicidad– lo calificó como “gigante invertebrado y miope”. Se formó en el radicalismo, pero al calor del 17 de Octubre se convirtió al peronismo y supo luego enfrentar al imperialismo yanqui, con las armas en la mano, en defensa de la Revolución Cubana. Murió joven, a los 47 años, pero vivió una vida de lucha incesante, consustanciado plenamente con las vicisitudes por las que transitaba su pueblo.
Nace a la política cuando los trabajadores irrumpen en el escenario de nuestra historia en el glorioso 17 de Octubre y los representa como diputado, el más joven del bloque, lo que le vale el apodo de “el Bebe”. Allí en la Cámara de Diputados se convierte en la principal figura de la bancada peronista acompañando el proceso de Liberación Nacional que lidera el General Perón, pero su voz vibrante se levanta en 1947 rechazando el proyecto del Poder Ejecutivo de convalidación de las Actas de Chapultepec que impulsa Estados Unidos, él –un muchachito de 27 años que ya sabía que la lealtad a la Revolución se nutre, a veces, en la disidencia coyuntural con las normas dadas por el líder del movimiento y no en obsecuencia ni en el aplauso ciego de quienes se escondieron debajo de la cama cuando el enemigo intentó la contrarrevolución, a la cual él respondió con “meta bala, meta bala”– siempre en la vereda del pueblo trabajador.
Después fue interventor del Partido Justicialista de la Capital Federal (1955) e intentó depurar el movimiento de la burocracia, empezando por eliminar la estupidez de la afiliación obligatoria a los empleados públicos e incitando a tomar las calles, el lugar donde la fuerza popular se redobla y se afirma. El golpe de septiembre del 55 no le dió tiempo para esa depuración, en la que coincidía con el presidente y producida la derrota, pasó a la clandestinidad para constituir el Comando Nacional de la Resistencia. Lo detuvieron y lo pasearon por varias cárceles, aunque igualmente fue el primero en contactarse con el líder desterrado, sufriendo entonces desde simulacros de fusilamiento hasta el frío letal de la prisión de Ushuaia y los vientos de Río Gallegos. De allí logró escapar a Chile, es cierto que merced al poder económico de Jorge Antonio que sobornó a un carcelero pero no por ello él le tomó afecto. El General le aconsejó: “Pero, Bebe, Jorge es millonario pero es peronista”. Y Cooke fue tajante: “Para mí, los millonarios no son gente como la otra. Para mí, no hay millonarios peronistas y millonarios antiperonistas, hay millonarios.”
Vuelto a la Argentina, aunque clandestino, intentó convertir el conflicto por la primera privatización impuesta por el FMI en tiempos de Frondizi (del Frigorífico Municipal Lisandro de la Torre) en huelga general y falló en su intento, lo que fue aprovechado por los dirigentes peronistas “sensatos y perfumados” para desplazarlo de la función de delegado. Entonces se fue a Cuba, se hizo amigo del Che y peleó en Bahía de los Cochinos contra los servidores del imperialismo. Después, hacia 1962 inició su intercambio epistolar con Perón. Sin cortapisas, sin guardarse nada, marcando lo que a su juicio eran errores e impedían retomar el poder: “Usted eligió las direcciones que actúan en la Argentina, pero como peronista que vive angustiosamente esta hora histórica, le insisto en mi pedido: si eligió ciegos, sus razones habrá tenido que no puedo adivinar, pero, por favor, deles un bastón blanco a cada uno para que no se los lleve por delante el tráfico de la historia, porque seremos todos los que quedaremos con los huesos rotos. Defina al movimiento como lo que es, como lo único que puede ser, un movimiento de liberación nacional, de extrema izquierda en cuanto se propone sustituir el régimen capitalista por formas sociales, de acuerdo a las características de nuestro país.” Rica correspondencia donde Cooke le aconseja sacar del movimiento a los obispos, los empresarios, los burócratas, los generales.
Y el General le contesta: “Pero, Bebe, entonces se van a ir con nuestros enemigos.” Cooke le insiste: “Vaya a residir a Cuba”. Y el General le dice: “Fidel triunfó llevando un escapulario colgado en su pecho y después hizo lo que hizo. Yo todavía tengo que andar con el escapulario.” Cooke fundó entonces Acción Revolucionaria Peronista, dentro del movimiento, para organizar, para fortalecer, no para aplaudir ciegamente. Pero eso era muy difícil y en ese momento le tomó el cáncer, que lo arrastró a la muerte poco después.
Pero en su último mensaje a su compañera Alicia Eguren, pedido insólito para 1968: “donación de mis ojos, de mi piel y restantes órganos y si es posible todo el resto de mi cuerpo. Yo viviré, como recuerdo, durante el tiempo que me tengan en su memoria las personas que de veras me han querido y en la medida en que he dedicado mi vida a los ideales revolucionarios de la libertad humana, me perpetuaré en la obra de los que continúen con la militancia –así que no quiero que queden ni vestigios de lo que fue, por breve intervalo de tiempo, un complejo fisiológicamente organizado como ser viviente”. Este era John William Cooke, fallecido aquel nefasto 19 de setiembre de 1968. Mañana se cumplirán 45 años.