miércoles, 9 de octubre de 2013

El Che y el peronismo





























El Che y el peronismo
La imagen del Che fue reducida a la del guerrillero que menospreciaba a los movimientos nacionales y populares.

Por:  Norberto Galasso

Hoy se cumplen 46 años del asesinato de Ernesto "Che" Guevara en Bolivia. Resulta entonces oportuno disipar algunos equívocos acerca de su posición respecto del peronismo, pues agrupaciones de la vieja izquierda se preocuparon durante muchos años por ofrecer la imagen de un "Che" antiperonista. O para ser aun más preciso: algunas, lo caracterizaron como "un loquito", un aventurero que por casualidad participó en una revolución triunfante en Cuba. Otras, intentaron apropiárselo mostrándolo como lo más opuesto a las luchas de los trabajadores peronistas. Varias eran las facetas que podían rescatarse en la lucha de Ernesto Guevara: su humanismo revolucionario, el planteo del "hombre nuevo" que vino a oxigenar a un socialismo tergiversado por el stalinismo, su concepción latinoamericanista, su antiimperialismo, su posición antiburocrática y su participación en la lucha armada que llegó a la victoria en Cuba. Pero de todas ellas, sólo se tomó la última y el poster del Che, metralleta en mano, se multiplicó en las habitaciones de los adolescentes de la clase media. Hubo, es cierto, quienes lo emparentaron, como ejemplo revolucionario, con Evita, pero a condición de considerar a Perón como un militar fascista.
La inoperancia y la impotencia de las izquierdas tradicionales –el reformismo de los socialdemócratas conformes con sancionar leyes sociales que no se aplicaban y el sometimiento de los comunistas a las orientaciones de la III Internacional rusificada por Stalin bajo la concepción del socialismo en un solo país, así como el trotskismo tergiversado– favorecieron la reducción de la figura del Che a la del guerrillero que menospreciaba o descalificaba a los movimientos nacionales y populares por su escasa vocación revolucionaria que sólo era posible cuando la política se sometía al dictado de las armas. En el caso argentino, se llegó a oponerlo lisa y llanamente a movimientos como el peronismo del '45.
Pero sucedió que un día el padre del Che publicó el libro Aquí va un soldado de América donde reprodujo cartas de Ernesto a sus familiares que refutaban la fábula de la pseudoizquierda. Ese libro circuló escasamente por los ámbitos de la izquierda tradicional pero, con el correr de los años, no han podido lograr silenciarlo.
De allí resulta que el Che no hizo política en la Argentina ni se fue a recorrer América Latina porque le resultase insoportable el peronismo de la Argentina. Apenas si concurrió a algún acto antiperonista, siendo adolescente, llevado por su padre. En sus dos viajes por América Latina puede decirse que el Che se buscaba a sí mismo, quería encontrar algo donde poner sus fuerzas que fuera humana y éticamente valorable, ya fuese atender leprosos corriendo el peligro del contagio, o sumergirse en las tradiciones de los pueblos originarios para recuperar los orígenes perdidos o simplemente, conocer en profundidad los diversos lugares del mundo de esa época que le había tocado vivir. En esas andanzas encontró latinoamericanos que le hablaban bien de Perón y Evita y a medida que comprendió la necesidad de la lucha antiimperialista comenzó a valorar lo realizado en la en Argentina a partir de 1945. Y de ahí provienen las cartas que su padre dio a conocer, provocando el escándalo del mexicano Jorge Castañeda: "El padre del Che intenta reescribir la historia al sostener que su hijo no era un combatiente antiperonista" (p. 55 de La vida en rojo). Indignación sin sentido, por supuesto. El padre sólo reproducía cartas de su hijo hasta ese momento desconocidas.
En ellas, el Che es contundente. Respecto al bombardeo del 16 de junio de 1955 afirma: "...no hay escapatoria posible ante la historia para los mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios". Con respecto al derrocamiento de Perón sostiene, en otra carta: "Te confieso con toda sinceridad que la caída de Perón me amargó profundamente..." Critica en otras cartas a la mal llamada Revolución Libertadora y se burla del proyanquismo de su padre y del antiperonismo de su madre y de su tía, definiéndose muy críticamente respecto de Aramburu y su gente. No es casualidad tampoco que ya triunfante la Revolución en Cuba, denomine "Descamisados" a su escuadrón, ni que sostenga "que en Cuba los únicos privilegiados deben ser los niños", repitiendo literalmente la frase de Perón. Tampoco es casual su amistad con John W. Cooke y su propuesta de que Perón pase a residir en Cuba. En este sentido, hay quienes perjuran que llegó a visitarlo a Perón en España y que le dio apoyo financiero para su regreso a la Argentina. También le envía a sus padres "un abrazo del tamaño del monumento al descamisado, no es el que iban a hacer sino el que está en el corazón del pueblo argentino junto a la imagen de nuestra querida pareja presidencial".
Picardías de las izquierdas que desvían los impulsos de adolescentes bien intencionados en querer cambiar el mundo. Tan graves como lo fueron también las picardías de la derecha peronista que ocultó mucho tiempo esta declaración de Perón al producirse el asesinato del Che: "Era uno de los nuestros... quizás el mejor." Hoy que Latinoamérica va hacia la reconstrucción de la Patria Grande, conviene empezar a eliminar estos malentendidos como el del supuesto rencor entre San Martín y Bolívar para colocar en un mismo camino a aquellos que –con matices o tácticas distintas– jugaron un rol fundamental por lograr su liberación, su unificación y el hombre nuevo.

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