sábado, 31 de diciembre de 2011

Felisa me mueeeeeeeeeeeeeeeero.




Un saludo grande para todas y todos y el deseo de un prospero año nuevo, de paso un videito del genial Bombita para mover los tamangos después de las 24 hrs.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Desalojos, represión, persecución ideológica, impunidad...


Compañeros: 
El miercoles por la noche, en forma subrepticia la policía metropolitana (la falange armada de la reacción macrista) irrumpio en la Coop. CA.S.CO del barrio de Villa Ortuzar (Comuna 15) saqueando y destruyendo los elementos que los compañeros utilizan para los talleres comunitarios de Jardinería, Paisajismo, Herrería y Carpintería (maderas, plantas, hierros, escaleras de trabajo y hasta las bicicletas de los jóvenes que allí trabajan)
Los oficiales de la Metropolitana y los de Esp. Público fueron agresivos, violentos y hasta desconocieron la autoridad y legalidad de los comuneros Camila Rodriguez y Luis Cúneo que rápidamente se hicieron presentes. Cabe destacar que NUNCA AVISARON NI PRESENTARON PAPEL ALGUNO DE NINGÚN EXPEDIENTE NI ORDEN POR ESCRITO, Y ESPERARON A QUE EN EL LUGAR NO HUBIERA NADIE, PARA PROVOCARLE A ESTA ORGANIZACIÓN COMUNITARIA EL MAYOR DAÑO POSIBLE. PERDIENDO SUS INSTRUMENTOS DE TRABAJO.
Ya fue realizada la Denuncia Penal en la Comisaría 39 contra los oficiales de la Metropolitana y de la Dirección de Espacio Público, presentada por ésta cooperativa y acompañada por los comuneros Camila Rodriguez
y Luis Cúneo; y vecinos.

La agrupación Vicente Angel Peñaloza, manifiesta frente a estas acciones su absoluta solidaridad con los compañeros ADRIÁN SILVENTE, LUCIANA REY y demás integrantes de la Coop. 
Ningún lineamiento político puede ser excusa para la hija de putez liza y llana que implica hacer inteligencia y vandalismo sobre un grupo de compañeros que trabajan día a día con irreprochable entrega, al punto de que horas antes de los sucesos el compañero Adrian había sido distinguido por la Compañera Ministra de Seguridad de la Nación por su desempeño como referente de la mesa de seguridad de la comuna 15.
El Macrismo, sus aliados y esbirros deberán entender de una vez por todas que en esta Argentina que estamos construyendo...
...Nadie es mas que nadie!!!

Eso de la batalla cultural...





La batalla cultural

Tantas expectativas me irradiaba la tan mentada batalla cultural que a poco de ver cómo funcionan su primeras escaramuzas me entraron ganas de contarte como veo yo el diseño de la cancha, amiguito, porque me parece que no la vemos todos igual…
Poresotedigoynoconganas 
dehacertedemaestrociruela
sinoparanodecirteloquetequierodecir
perodecirtealgoporquelaverdadesque
sinadietedicenadatevasapensarque
todoloquehacesestabien:
Batalla cultural -diría yo- no es repetir las mismas frasecitas de Jauretche o Scalabrini como una letanía incomprensible, la batalla cultural no es imponerle a los trabajadores tus “caracterizaciones de la etapa” y tus melindres sobre “condiciones objetivas y subjetivas”, batalla cultural no es “ocupar espacios” solamente para vegetar en ellos sin pasión, batalla cultural no es llevar banderas a exhibirlas en las ventanas del despacho del funcionario que juega a que es tu “referente”  porque las banderas quedan lindas en la foto; batalla cultural no es llenar con palabrerío Nac Y Pop las mismas ideas que se le chorriaron al imperio; batalla cultural no es “sinergia militante”; batalla cultural no es aullar como un poseso contra todo aquello (lo entiendas o no) que te suene “Anti-K” sin importar la trayectoria ni el lugar de quien lo dice; batalla cultural no es creer que la historia comenzó el día que te conmocionaste por la muerte del Néstor; batalla cultural no es preferir una ignorancia Nac y Pop antes que sabidurías de cuño dudoso; batalla cultural no es “ser rápido pal tajo”; ni fingir llantos por muertos que no te importan; ni hacer “la cómoda”; ni sentirte más que otro; ni la altanería del éxito; ni el cargo heredado; ni el cantito ingenioso; ni la peña; ni llevarte puesto a nadie, amiguito, no, nada de eso es la batalla cultural…
Adherir a la línea política de moda no es la batalla cultural; por que las modas cambian, pero esta batalla lleva ya más de dos siglos.
Batalla cultural es usar nuestro derecho a tener pensamiento propio, en criollo; batalla cultural es reconocernos orgullosos en  nuestro movimiento obrero organizado, el único que tenemos, el que creamos; batalla cultural es laburar por la patria desde cualquier lugar que nos toque, en esta revolución democrática todos los puestos de trabajo son puestos de lucha, y vale lo mismo un cadete que un ministro cuando quema el fuego de la pasión; batalla cultural es tener las banderas en alto, aun cuando el conductor diga que las enrollemos, porque diga lo que diga las necesita en alto;  batalla cultural es aprender a reconocer las elaboraciones legitimas que produjo el pensamiento nacional y aprender a hacerlas más grandes, mas sabias, mas reales, mas nuevas e incluso tener la valentía de desecharlas cuando con honestidad creemos que corresponde; batalla cultural es aprender a repartir apoyos y anatemas sin mirar el color de la camiseta; batalla cultural es reconocer las militancias de quienes nos precedieron, de quienes mantuvieron vivas las voces y la memoria popular cuando las brumas del desinterés convirtieron nuestra nación en un polirubro; es tener un hambre voraz de conocimientos, de experiencias, de saberes que -como los ciudadanos- no ostenten títulos de nobleza, que sean aceptados en puro merito de su idoneidad; lejos de  la soberbia de éxito, es la templanza que da el saber que también existe el fracaso (vaya que deberíamos saber eso…)  ; es saber en lo profundo del alma aquello de que “nadie es más que nadie”
Pensémoslo, rumiemos estas cosas con la franqueza que los asuntos de la patria merecen; por que cuando lo entendamos la batalla cultural no puede ser perdida, por que se gana de solo librarla…

Fernando Luis

jueves, 29 de diciembre de 2011

"Si algo me llega a pasar no pidan por mí, pidan por todos"


La dignidad compañera de Jorge Di Pascuale

Por Carlos Aznárez

Cuando vinieron a decirnos que también a Jorge se lo habían llevado, sentimos, en medio del extraño y demoledor silencio de aquel diciembre furioso, que nos quedábamos un poco más solos. No era para menos, Jorge era más que un referente para justificar ese camino que habíamos transitado desde que nos dimos cuenta que al gritar "Perón o Muerte" estábamos diciendo que se mueran todos los que explotaron a nuestra gente, o simplemente: "Patria o Colonia" y "abajo el imperialismo".

Como una ráfaga de viento helado, los recuerdos se agolparon en nuestro cuerpo. Aquéllas jornadas memorables de la Resistencia, donde los héroes anónimos sembraban de coraje el territorio, y entre tantos, allí estaba él, nuestro compañero del alma, Jorgito Di Pascuale, trasmitiendo serenidad, y plantando su rebeldía y coherencia en cada acto de confrontación con nuestros enemigos de clase.

Revivimos esos tiempos de coherencia sindical, donde Huerta Grande y La Falda mostraban que el sindicalismo escribía con mayúsculas sus programas estratégicos para ir construyendo desde abajo algo que tiempo después identificamos como poder popular, socialismo, y sobre todo, soberanía, independencia y justicia social.

Después vimos con asombro y entusiasmo, el desarrollo de una alternativa concreta para sacudirnos de encima la burocracia nefasta que tanto mal le había generado a un movimiento que nació y se desarrolló desde abajo y combatiendo. Allí, en aquellos días de la CGT de los Argentinos, volvió a agrandarse la figura de Jorge y todos sus compañeros del glorioso Sindicato de Farmacia, en cuyo histórico y aún extraordinariamente activo local de la calle Rincón, la mayoría de los que nos zambullimos en la militancia sesentista tuvimos una segunda casa para forjar nuestra conciencia política.

Quienes seguimos convocando la memoria fértil, recordamos aquel plenario constititutivo de la CGTA que se prolongó hasta altas horas de la madrugada y en el que Raimundo Ongaro proclamaba con inevitables aires de victoria que "es preferible la honra sin sindicatos que tener sindicatos sin honra". En esa consigna que después hizo época, estaba resumida y marcada a fuego para las generaciones venideras la trayectoria revolucionaria de compañeros como Jorge, como Sebastián Borro, Andrés Framini, Atilio Lopez, Armando Cabo Agustín Tosco, René Salamanca, Piccinini y tantos compañeros de marcadas rebeldías gremiales.

Di Pascuale significó mucho a la hora de poner las cosas en claro, sin titubeos ni especulaciones sectarias u oportunistas. Jamás, como todos sus compañeros de Farmacia, retacearon la adhesión solidaria con lo que optaron por los métodos más radicalizados de lucha. Todas las organizaciones combatientes, desde las FAP y los Montoneros hasta el ERP, fueron defendidos sin sectarismos ni dobleces. Y qué decir del apoyo otorgado a los eran encarcelados, torturados o asesinados. En esos días, en que muchos que hoy se jactan de haber estado donde nadie los vio, brillaba muy alto la estrella peleona y consecuente de Jorge, haciendo de la dificultad o el traspié, una nueva fórmula para seguir golpeando a los enemigos del pueblo.

Ponderado por Perón por su lealtad y coherencia, a diferencia de tantos gremialistas corruptos y traidores, Di Pascuale no tuvo nunca dudas de qué lado de la vereda del peronismo había que situarse si uno quería ser consecuente con las banderas revolucionarias proclamadas por Evita. Con ese espíritu indoblegable enfrentó a los fascistas que se encaramaron en el Movimiento Nacional, marcó a fuego a los maniobreros y desleales, y se puso a la cabeza de quienes, con valentía, enfrentaron la violencia siniestra de la Triple A dirigida por Isabel Martínez y López Rega. Con esa misma combatividad, el golpe militar del 76, lo encontró bien plantado para gritarle a los milicos que, como siempre, no les iba a dar tregua.

Así llegó ese aciago día de diciembre del 76 en que lo fueron a buscar para intentar desaparecerlo de nuestras vidas. Ni aplicando todo el terror del que fueron capaces, lo lograron. Incluso en los sótanos de los campos de exterminio, Jorge siguió dando testimonio de resistencia, y cuando sus asesinos creyeron que lo estaban aniquilando, no se dieron cuenta que el pueblo ya lo habia sumado a sus banderas.

Ahora, querido compañero Di Pascuale, cuando pleno de triunfo y reconocimiento pises nuevamente la sede de tu viejo sindicato, para saludarte con tantas y tantos hermanos de militancia, con aquellos que renunciaron a las prebendas del poder pero no a la lucha y jamás vendieron la memoria, seguramente nos encontrarás a todos un poco más veteranos, con cabelleras blancas y menos paciencia de la necesaria. Sin embargo, verás que como ayer, que muchos aún persisten en la idea de seguir tomando los cielos por asalto, como vos, con tu ejemplo, nos enseñaste.

Ahora sí, podrás descansar, o al menos intentarlo, convencido de que en el masivo "Hasta la Victoria, Siempre" que te brindaremos, estarán resumidas todas las ansias de amor a la vida de nuestros otros 30 mil hermanos y hermanas de esa gran familia revolucionaria que a pesar de los pesares, sigue venciendo a la muerte.

Sacado de AQUI


Jorge Fernando Di Pascuale (n. 28 de diciembre de 1930 en Buenos Aires, secuestrado-desaparecido el 29 de diciembre de 1976

Carta de la igualdad

TEXTO COMPLETO DE LA PRESENTACION PUBLICA NUMERO 11 DE CARTA ABIERTA
Carta de la igualdad

El espacio de intelectuales, artistas y creadores elaboró un nuevo documento que analiza el proceso que llevó a la reelección de Cristina Kirchner y los desafíos que se abren ahora. Hoy la presentarán en la Asociación Argentina de Actores, Alsina 1762, a las 12.45.

I

El triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones del 23 de octubre con el 54 por ciento de los votos expresa la voluntad popular por la profundización de los cambios. En esa decisión de millones de personas se vislumbra la apuesta por una política transformadora, perseverante en su irreverencia frente al orden establecido. En su seno, conjurando la totemización del mercado, rescatando voces antiguas de la fragua popular e intentando frente a ellas nuevas formas de lo político, late incipiente la otrora desterrada utopía de la Igualdad. Es acompañada por la validación de un tipo de gobernabilidad que no puede concebirse por fuera de la recreación incesante de lazos constitutivos con una sociedad activa, heterogénea y abierta, y el impulso hacia un extendido compromiso militante que tiene en el entrecruzamiento generacional y la convocatoria activa de la juventud una de sus dimensiones más notables. Los argumentos simplistas de la gran prensa –voto conservador, el consumo, la oposición inexpresiva– son velos que ocultan otros destellos resultantes de ocho años de continuidad que también sostuvieron el 54 por ciento. El humor social, la recuperación de valores que parecían perdidos, la identidad como pueblo, la confianza en un liderazgo, el compromiso creciente en capas de la sociedad para participar en lo público, la perspectiva y esperanza en un futuro.

Recordemos que apenas una década ha transcurrido desde las jornadas de movilización popular de 2001, cuando en las calles se sancionó la derrota política –y comenzó el retroceso cultural– de un modelo económico centrado en el capital financiero y un modo de gobierno consistente en la mera administración de lo ya dado. Fueron días de indignación y luchas callejeras que hicieron visibles y generales otros combates, los que venían sosteniendo organizaciones diversas desde mediados de los años ’90. Y si aquéllas habían crecido en la resistencia, creando formas nuevas para la política, los acontecimientos de diciembre fueron sancionados con una brutal represión. La crisis desencadenó una transición política que descargó los enormes costos y ajustes del desplome neoliberal sobre las vidas de las mayorías, ya severamente empobrecidas por el régimen caído. Juntamente con una aguda recesión avanzaron la desocupación, la exclusión, la marginación y la pobreza, mientras la llamada “pesificación asimétrica” transfería ingresos a los sectores más concentrados de la economía.

La Historia abrió una alternativa y una esperanza en 2003. La extendida experiencia política que denominamos “kirchnerismo”, como metáfora nominativa de una capacidad transformadora de características propias, posee un doble carácter: se nos presenta como la evidencia política e institucional de un heterogéneo subsuelo popular irredento en incesante movimiento, capaz de establecer los núcleos programáticos de una nueva etapa argentina, en plena ocasión de una crisis de hegemonía de dimensiones y, a la vez, como un inusitado giro de la historia, una inflexión sin coordenadas de arribo, un acontecimiento creativo que cambia los parámetros amputados de una dinámica de poder sin destino posible mayor que el de una tragedia que muta en parodia de sí misma. La figura de Néstor Kirchner fue el epicentro de esa combinación. Asumió la presidencia con un discurso nacional y popular que se distancia del camino industrial-primario-exportador sin inclusión social (desarrollista de derecha), que había intentado desplegar la transición duhaldista. Las urgencias de la democratización de la economía, del crecimiento del empleo y de la producción se concibieron, en el incipiente proyecto, inseparables de la aspiración de reconstruir el mercado interno y recomponer los ingresos de los sectores populares y medios. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno se pensó como heredero e intérprete de la movilización social, viendo en lo popular no sólo los rostros de las víctimas del orden en crisis, sino también los de una organización de la que no se podría prescindir. Los movimientos de desocupados fueron actores y partícipes de la nueva construcción, junto a los trabajadores organizados y un múltiple escenario social y político.

La desarticulación del último gran intento por emprender un proyecto de transformación nacional había sido acometida por la dictadura terrorista de Estado, más de un cuarto de siglo antes. Los comandantes y ejecutores de la represión masiva de aquella época se encontraban sin juicio ni castigo. Los primeros intentos de justicia sucumbieron bajo las leyes de impunidad. Pero en nuestro país se había desarrollado una inédita construcción militante de derechos humanos. Heroica por parte de las Madres de la Plaza, que en plena dictadura lucharon por la recuperación de sus hijos, y multiplicada luego en un vasto friso de militancias. Con la decisión de desarmar el dispositivo de la impunidad, el gobierno recuperaba las reivindicaciones centrales de ese movimiento: Memoria, Verdad y Justicia y, al hacerlo, se fundaba a sí mismo como una experiencia política radicalmente nueva. El desarrollo de los juicios, la ejecución efectiva de cientos de sentencias y la constitución de una narración de los hechos centrada en la condena del terrorismo de Estado configuraron un camino que debe seguir siendo profundizado con la investigación de los civiles que colaboraron y fueron beneficiados –como en el caso de Papel Prensa y otras 600 empresas– por lo tramitado en las mazmorras concentracionarias. Consecuente con la profundidad de su compromiso con los derechos humanos, una de las características distintivas del proyecto iniciado en 2003 ha sido la firme decisión de los gobiernos nacionales de no reprimir la protesta popular.

El desendeudamiento con el FMI y la restructuración de la deuda externa con una quita inédita, las negociaciones salariales en paritarias que construyeron una dinámica de recomposición de ingresos y, luego, la estatización de la administración previsional y la inclusión de millones de beneficiarios excluidos en el régimen jubilatorio trazaron un camino en el que la disidencia con las recetas de las ortodoxias financieras se estableció en el plano de los hechos. La desarticulación del ALCA marcó el nacimiento de una nueva política de integración regional que se iría constituyendo en nuevas instituciones, con el Banco del Sur, la Unasur y la flamante Celac. El latinoamericanismo dejaría de ser horizonte de deseo o bandera justamente compartida para convertirse en definición de una política internacionalista y regional.
II

En 2008 la nueva época adquirió otros contornos, signados por el conflicto y el entusiasmo. El justo proyecto de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias condujo a una aguda confrontación del proyecto nacional con el bloque de poder que operó –y opera– como el agente interno de la restauración del proyecto derrotado en 2001. Las corporaciones patronales del campo resistieron y no estaban solas. Un tejido nuevo de poder económico se había articulado en el agronegocio con ellas. Contaban con el apoyo de los medios de prensa concentrados, emparentados ideológicamente y entrelazados con los negocios ligados a la Argentina reprimarizada de fin del siglo pasado. Se sumó toda una oposición política variopinta que conjugaba discursos republicanos, conservadores y “progresistas” para la ofensiva destituyente. Organizaciones emblemáticas del empresariado industrial, como la UIA, beneficiarias de las nuevas políticas, no se comprometieron con el instrumento que favorecía la diversificación productiva del país, ya por ataduras con la persistente creencia neoliberal, ya por la apuesta a un modelo centrado en la demanda externa y sustentado en salarios bajos.

Los tiempos eran agónicos y parieron nuevos actores en conflicto. Se constituyó el bloque que afirmaría la continuidad de un proyecto que, si heredaba los movimientos populares argentinos, también se mostraba prístino en sus diferencias y fundamental en su novedad. Las organizaciones sindicales, sociales, de derechos humanos, una buena parte del arco político progresista y de la izquierda no peronista, se asociaron estratégicamente al futuro del kirchnerismo, que se afianzaba como identidad política. Un frentismo de hecho defendía al proyecto del intento de la restauración conservadora. Carta Abierta nacía en ese momento de disputa como expresión de un tipo de militancia que consistía en tomar la palabra colectivamente, procurar interpretaciones y asumir un compromiso público. El conflicto era evidente: frente a un bloque que impulsaba la autonomía nacional y ala ampliación de derechos se alzaba una coalición destituyente promovida por la elite del privilegio.

El año 2009 –en el que se afrontó un resultado electoral adverso– supuso un desafío de gran dificultad, pero las fuerzas estaban templadas y el Gobierno profundizó las políticas reparatorias. La Asignación Universal por Hijo y el programa Argentina Trabaja signaron ese momento. Coincidieron durante ese año los efectos de la sequía y la primera fase de la crisis internacional, que fueron enfrentados con políticas y medidas que desafiaban las ortodoxias y recomendaciones de los poderes internacionales y locales. Pese a que no escaseaban los conflictos, el Gobierno impulsó con fuerza otra reforma estructural: una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que prescribe límites a los monopolios y amplía el derecho a la información. Doblar la apuesta se constituiría en una marca de estilo frente a las adversidades.

En dos acontecimientos de 2010 pudo verse el cierre de las dificultades mayores del período: en la fiesta callejera de la conmemoración del Bicentenario y en la dolida y colectiva despedida a Néstor Kirchner. Porque si en el primero se vio la multitud reconocida en la nación que se conmemoraba –y esto es: no en abierto conflicto con el gobierno que la representaba–, en el segundo fue la emergencia de un compromiso activo y militante, descubierto junto con la propia fragilidad de las vidas que lo habían incitado. Y si la fiesta del Bicentenario era la contracara de la justa ira de diciembre de 2001, el duelo en la plaza reponía una confianza en la política que era impensable diez años atrás.
III

Eso fue posible porque la apuesta no fue leve y su horizonte fue la Igualdad. Que no es fácil de definir aunque se advierta su búsqueda en luchas, movimientos, documentos, leyes, hechos de gobierno. No es fácil porque se enlaza a otras cuestiones: la de la Justicia, la Libertad. Elegimos, en este momento, llamar Igualdad a las posibilidades de una sociedad más justa con sus integrantes, menos esquiva de lo fraterno y lo cooperativo, menos abrupta en el recorte de las libertades para algunos. No se trata sólo de igualdad de oportunidades reclamada por el liberalismo ni de distribución económica, aunque todo ello resulta imprescindible. La ley del matrimonio igualitario –que lleva en su nombre la cuestión que tratamos–, seguida por otras de muy reciente aprobación, evidencia una virtuosa escucha legislativa de los reclamos y valores impulsados por las minorías. El derecho al aborto, concebido como defensa de la autonomía de las mujeres a definir sobre su cuerpo y su deseo a la maternidad –y ya no como sumisión a la voluntad de un otro–, está en el horizonte de esas medidas que, impulsadas por pocos, inauguran, sin embargo, otro estado de los valores, las creencias y las lógicas que estructuran la vida social.

Si la Igualdad es el horizonte de estas políticas, lo es como igualdad en la diferencia y reconocimiento de la heterogeneidad. Lo es como ampliación de la ciudadanía, que se va desplegando en un recorrido desde la inclusión –con las múltiples estrategias de reparación social– hacia la Igualdad. No es poco lo que falta en este sentido y seguramente nunca el camino estará cumplido. La igualdad en la diferencia debe ser también el signo de una democratización profunda de la cultura, a la que las mayorías tengan acceso, generando disposiciones al conocimiento y el disfrute de lo creado por este país. Democratizar la cultura no es sólo generar espectáculos masivos. Es también crear las condiciones para la renovación del gusto cultural popular y para el impulso hacia la emergencia de nuevas y distintas expresiones. Hay mojones de este intento –como la ley de medios y Tecnópolis– que deben ser profundizados y ampliados. Muchos pasos se han dado de 2003 a hoy para disminuir la desigualdad que había generado la destrucción de la educación pública. Más chicos en la escuela y almorzando con sus familias. Menor deserción. Primeras camadas del secundario en algunas zonas del país. Docentes reconocidos en su dignidad de trabajadores. Bibliotecas y netbooks para todos. Estos cambios destacan y promueven el desafío de avanzar por lo aún faltante: la buena escuela pública, como la mejor alternativa de formación en todos los lugares y para todos los sectores. Habrá que explorar pedagogías, cruzar saberes y pensamientos, interrogar los modos de transmisión del conocimiento; pero esto será posible no sólo por el trabajo de especialistas sino también por la mayor participación de sujetos activos con compromiso en la transformación cultural y social necesaria para la buena educación. Ello requerirá que la política de Estado enunciada en la Ley de Educación Nacional se traduzca en prácticas sociales que legitimen en todo el territorio de nuestro país el derecho a la educación pública en una sociedad democrática. Pero aun con los cambios legislativos y políticas implementadas, subsisten tendencias estructurales regresivas, constitutivas de una matriz de sistema educativo, cuya reversión es imprescindible para atender al objetivo de la Igualdad. El creciente peso relativo de la educación privada –sostenida con financiamiento del Estado– en todos los distritos del país, pero con más intensidad donde predomina la población de sectores medios, resume la significatividad de esas herencias. Ese avance en desmedro de la centralidad de la educación pública es una fuente de desigualación social que conjuga desde segmentaciones clasistas hasta prejuicios raciales. La superación de esta lógica requiere de la convocatoria a los docentes, a los sindicatos y a la participación popular para movilizar la reposición de la escuela pública como núcleo clave de igualación social y forja de unidad popular.

Una nueva etapa del proyecto nacido con la asunción de Néstor Kirchner en el año 2003 queda inaugurada en los discursos de cierre de campaña de la Presidenta, en ocasión de la victoria electoral y en el foro del G-20. En ellos el ideal de la Igualdad y la crítica del orden global del neoliberalismo resonaron como sus núcleos clave. Posicionarse desde América latina y el Caribe sin neutralidad ni imparcialidad señala el alineamiento frente al poder central en el orden internacional y del lado de las mayorías populares en la política nacional. No son aceptables las interpretaciones de este triunfo electoral como el resultado de un modelo de consumo y a la vez clientelar, del tipo del que signó a los años noventa. En éstos se trataba de una política de dádivas en un proceso de exclusión, en tanto el crédito a los sectores medios, el dólar barato y la focalización arbitraria –constructora de desigualdad– avanzaban con un discurso que naturalizaba la desaparición de la política como herramienta de transformación. Se trata de la diferencia del sufragio en una nación de ciudadanos frente al voto en un mercado de consumidores.
IV

La histórica denuncia de las “relaciones asimétricas” en la reunión de Mar del Plata, que derrotó al ALCA, y los proyectos de constitución del Banco del Sur y de la Unasur, así como la desvinculación de las políticas recomendadas por los organismos financieros internacionales, precedieron a una crisis que tiene alcances inéditos, dramáticos y de fin imprevisible. La nueva política económica heterodoxa desarrollada por la Argentina y buena parte de América latina y el Caribe generó mejores condiciones para las respuestas frente a la profunda crisis que se despliega en el nivel de la economía mundial.

El desplome financiero conduce a la destrucción de un stock de capital ficticio inconmensurable que provoca el desmanejo de las finanzas globales por los organismos creados para ese objetivo. Las derechas de los países centrales se obstinan en profundizar la lógica ultramercantilista en el funcionamiento de las economías, tanto en los órdenes nacionales como en la esfera global. En esos países la democracia emprende el retroceso a una formalidad sin ciudadanía, mientras el poder financiero elige tecnocracias para dirigir sus destinos. Las instituciones que fueron origen y centro de la crisis intentan someter a su cruda ley los presupuestos públicos y dar garantía de continuidad al capitalismo en su forma de financiarización. Xenofobia y ajustes en los presupuestos públicos, privatizaciones de empresas de servicios y reducciones de salarios, despidos masivos y destrucción de lo que restaba de los Estados de bienestar configuran el nuevo rostro de los países centrales. En el centro del mundo se diseña un escenario de incertidumbre y amenazas, del que no están excluidas las intervenciones armadas que se excusan en “paradigmas civilizatorios”. Sin embargo, este avance reaccionario no se despliega sin resistencias. Las huelgas y movilizaciones obreras y el surgimiento de nuevas expresiones de lucha popular –como la de los indignados– son síntomas de un descontento que constituye un potencial de futuros conflictos, lejos de la pretendida sentencia del fin de la Historia que el neoliberalismo proclamaba en sus décadas de esplendoroso ascenso.

El discurso presidencial en el G-20 impugnó el capitalismo financiero, la desregulación y la política de precarización del trabajo. Una impugnación a la esencia del capitalismo realmente existente. Implacable crítica hecha desde la jefatura de un gobierno empeñado en construir una sociedad de derechos mientras ese capitalismo actual los destruye en el centro del sistema global que construyó. ¿Habrá futuro para el capitalismo? ¿Habrá futuro para la humanidad? ¿El anarcocapitalismo conducirá a la barbarie?

La degradación del sistema en los países centrales comprende la aceptación y el fomento de paraísos fiscales, esquemas de elusión impositiva, maniobras con los precios de transferencia en las operaciones intrafirma de las empresas transnacionales. Así, mientras la financiarización conduce a la profundización de estos rasgos, los discursos de los líderes de las naciones hegemónicas condenan esas prácticas, la mayoría de las veces en forma hipócrita, mientras promueven ordenamientos legales internacionales con objetivos más cosméticos que transformadores.

En cambio, los países periféricos que sufren pérdidas fiscales y fugas de capitales por la presencia de esos mecanismos están interesados realmente en su desarticulación. El gobierno argentino ha trabajado en los foros internacionales en esa dirección. Así, el interés en el combate al lavado de dinero y la evasión fiscal son objetivos importantes y destacables de la política del Gobierno. Pero resulta equivocado legislar esas cuestiones en el formato de Ley Antiterrorista, como se lo hace en el actual proyecto que trata el Congreso. Ese dispositivo adopta la duplicación de condenas acogiéndose a una definición del concepto de terrorismo de carácter tan inespecífico, que podría utilizarse en fallos judiciales que criminalicen la protesta social. Formato antiterrorista e inespecificidad de acepción que deriva del poder y las presiones norteamericanas en los foros internacionales. El gobierno argentino se ha destacado por su voz crítica en ellos y por eso sorprende y preocupa esta adopción de un estándar internacional contradictorio con el espíritu democrático del proyecto nacional que hoy despliega.

Durante la última década nuestra región ha comenzado a desarrollar, de manera creciente, una experiencia económica, política, social y cultural esencialmente diferente de la verificada en el mundo desarrollado. Tal proceso político, dirigido a establecer esa sociedad de derechos, es incongruente con las sociedades de libre mercado. La preeminencia de lo político, tendencia verificable en gran parte de las nuevas experiencias nacionales de América latina –con marcadas heterogeneidades, indudablemente–, supone un ejercicio creativo de regulación pública creciente de aspectos económicos esenciales en el cual la ciudadanía política recupera un lugar principal respecto de las relaciones mercantiles no exento de conflictos y contradicciones. La frustración del plebiscito popular en Grecia acerca de las recetas de ajuste impuestas por el FMI, Alemania y Francia, permite realizar un poderoso contraste con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos cuya soberanía política en materia económica se acrecienta y complejiza a través de novedosos entramados nacionales y de integración multidimensional. Si bien estos procesos no están exentos de intrincados desafíos, asociados a un exacerbado grado de transnacionalización, gestión de recursos naturales y complejos escenarios de tensión distributiva, sus características distan de constituirse en evidencia de la lógica del capitalismo central. La imaginación política regional, la búsqueda de autonomía y la voluntad integradora esencialmente crítica del neoliberalismo han abierto una variante de organización social cuya denominación constituye aún una incógnita a dilucidar recurriendo a nuevos debates todavía en ciernes. Parece apropiado evitar referencialidades semánticas a pesadas e irresueltas herencias, no renunciando sin embargo a recuperar del arcón de posguerra la voluntad de las grandes gestas humanas que, a través de distintas identidades, dirigieron su proa a idearios democráticos, populares, independientes, igualitarios y libertarios.

No es fácil darle nombre propio al tipo de sociedad que queremos, dice la Carta Abierta/10 y, ciertamente, ese nombre aparecerá cuando se pronuncie colectivamente, en el interior de la conciencia de miles y miles de personas. La unidad de América latina y el Caribe, que incluye el rechazo a las conductas imperiales y la anárquica desregulación financiera, resulta en la urgencia de una autonomía no sólo justa, sino imprescindible, frente al desastroso despliegue reaccionario en el centro del capitalismo mundial. El paradigma de la Igualdad adquiere una significación trascendente como brújula en el clima de desazón de esta época.

La recuperación y centralidad de la idea de Igualdad representa una transformación cultural en la Argentina. El trazo grueso de los cantos de sirena del neoliberalismo fue el de crecimiento y derrame: sin acción pública los estímulos de mercados y ganancias conducirían a la ampliación y eficiencia productivas que desembocarían en la reducción de la pobreza en una sociedad de desiguales para el “bien” de todos. Sin embargo, el resultado fue el estancamiento y la exclusión.

Siempre ha existido una relación contradictoria y tensa entre capitalismo e Igualdad. La extensión de los derechos civiles y políticos generalizó la ciudadanía formal, mientras que esa expansión a la vez operaba como velo de la desigualdad en el acceso a bienes y servicios. La idea liberal de un ámbito público de la política alienado de un espacio privado reservado para la economía esteriliza la potencia de la primera para transformar la segunda. Ni la Igualdad sustantiva ni la ampliación de derechos son cuestiones de mercados, sino de ciudadanía. La primacía de la política sobre la economía, la intervención pública en ésta, la sustitución del objetivo del crecimiento por el del desarrollo y el privilegio ciudadano sobre la determinación mercantil para elegir el destino estratégico de una nación son tributarios de una propuesta de profundización de la Igualdad. Esta es la inscripción del paradigma de la Igualdad proclamado por la Presidenta como objetivo de esta etapa.
V

Desde 2003 se produjo una mejora sustantiva en la distribución del ingreso, tanto que la Argentina eleva los índices promedio de la región en términos de equidad distributiva. El sistema impositivo alcanzó en 1974 su pico de equidad del siglo XX, y luego comenzó un ininterrumpido derrumbe que profundizaba constantemente su regresividad. El actual proyecto ha revertido esa tendencia alcanzando una leve progresividad al final de la década recién concluida. Las retenciones han contribuido a ese cambio. Pero el régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20 por ciento más pobre de la población y reclama una reforma tributaria. Reforma que también es necesaria para la estabilidad estratégica fiscal. El impuesto a la renta financiera, la mayor progresividad del Impuesto a las Ganancias, la reforma en el Impuesto al Valor Agregado, la consolidación de las retenciones (inclusive recuperando la idea de retenciones móviles) y el refuerzo de las imposiciones patrimoniales provinciales son cuestiones pendientes.

El crecimiento del gasto público ha contribuido a la mejora de la equidad. El significativo incremento del presupuesto educativo y el aumento del gasto en salud contribuyeron en ese sentido. La inversión realizada en esos campos requiere una renovación ahora cualitativa: una atención que no sólo descanse en la mejora de la infraestructura escolar o sanitaria. En relación con la salud pública es preciso puntualizar que no se han producido avances en importancia e intensidad equivalentes a los que sí se dieron en áreas como los derechos previsionales, humanos, educación y de generación de empleo. Se ha tendido a consolidar la inercia heredada, a contramano de las notables transformaciones que el modelo nacional y popular ha sabido generar. El control a los laboratorios, la producción pública de medicamentos y la regulación de la medicina prepaga deberían avanzar en la generalización de un sistema igualitario de salud. Hoy sólo el 1,9 por ciento del PBI se invierte en salud pública gratuita, mientras subsiste –en un sistema fragmentado– una enorme inequidad en la distribución de los recursos. Pensar la salud como política de integración social hace necesario recuperar el rol del Estado como único rector y prestador creciente y dominante, para hacer realidad la universalidad de la atención y el acceso a la salud como derechos de ciudadanía. Un derecho no es ni puede ser una mercancía, ni debe ser el mercado quien distribuya la salud y la vida.

La quita de subsidios a los ricos y a las clases medias-altas que pueden prescindir de ellos contribuye a la equidad distributiva. La reasignación presupuestaria al gasto social y a la inversión pública es de estricta justicia. La campaña mediática que designa la mayor carga como un ajuste tiene una marca clasista. No hay redistribución sin recortes del ingreso de los más pudientes. Ajustistas son las políticas recesivas y restrictivas que disminuyen la capacidad de consumo de las mayorías populares asociadas a recortes del gasto público y no así las reasignaciones progresivas de éste, que mantienen su nivel. Un cambio distributivo supone modificaciones en la lógica de consumo y de la propia estructura productiva que provee los bienes para éste.

La cuestión de la Igualdad comprende el debate clave acerca de los sectores en pugna por la distribución del ingreso. Los enfoques económicos que desde diversos sectores apuntan a detener la política de incrementos salariales, ubicándola como causa del alza de los precios y la disminución de la competitividad externa tienden a imponer un orden injusto propio de la experiencia neoliberal, pero esta vez actualizándolo bajo la forma de una peligrosa heterodoxia de raíz conservadora. Este aparente oxímoron consiste en propiciar una creciente intervención estatal en materia económica, pero amputando las políticas que diferenciaron al período abierto en 2003 –asociadas a la recuperación de los convenios colectivos de trabajo y la dinámica sindical– del programa encarnado por el duhaldismo en beneficio del poder económico concentrado local y extranjero. La competitividad externa, luego de la devaluación del peso argentino en 2002, fue conseguida a costa de fuertes transferencias de ingresos desde los trabajadores y sectores vinculados al mercado interno hacia los sectores empresarios medianos y grandes rurales y urbanos. No se explicó, entonces, por un incremento de la competitividad sistémica genuina, sólo posible por saltos tecnológicos y productivos devenidos de una conducta empresarial de fuertes inversiones, que en el caso de las grandes empresas tendió a no verificarse con el mismo dinamismo que en la década de los ’90 pese a las comparativamente altas tasas de ganancias de los últimos años. La imprescindible política de incrementos salariales sistemáticos propiciados, a partir de 2003, por los gobiernos nacionales tendió a compensar esa transferencia inicial y distribuir los beneficios de la acelerada creación de riqueza que se produjo. Con el fin de preservar el carácter progresivo de la política pública –uno de los basamentos del modelo económico– parece imprescindible encauzar el debate acerca de la inflación y el tipo de cambio hacia los complejos escenarios de la puja entre sectores sociales por la distribución del excedente, ejercicio que implica analizar precios, tasas de ganancia, productividad, inversiones y salarios de manera conjunta. Ello supone en sí una renovada acción estatal, tanto técnica como política, sostenida por un debate público, como expresión evidente de la metáfora presidencial de “sintonía fina”.

Mucho se hizo en estos años en pos de la afirmación de la Igualdad. Lo hizo un gobierno componiendo a su alrededor un conjunto de alianzas. No fue menor el lugar que tuvo y tiene en esa alianza el sindicalismo mayoritario. Organizaciones remisas a revisar las lógicas de poder que las estructuran –y que las llevan al reconocimiento de cercanías que son claramente corporativas, como la defensa de algunos dirigentes que son juzgados por delitos económicos, delitos inaceptables desde cualquier percepción efectiva de la defensa de los derechos de los trabajadores–, pero al mismo tiempo forjadas en la protección de los derechos de los asalariados formales. El grupo que hoy conduce la CGT se templó en la resistencia de los años ‘90 y desde 2003 para aquí articuló alianzas al tiempo que sostuvo la mejora de los salarios y la ampliación de derechos. Un contexto de expansión de la demanda laboral y de paritarias reconocidas lo hizo crecer y afirmarse. Hoy aparecen, enfáticamente anunciadas, oscuridades en esas alianzas.

No es fácil, nunca, orientarse en las coyunturas que son pródigas en ambigüedades, en componer hilos heterogéneos, en presentarse con rostros ambivalentes. Pero todo ello no puede evitar una nitidez que sigue presente: la política argentina sigue teniendo un trazo fundamental que distingue entre un bloque de la reacción y un movimiento –complejo y múltiple– que apuesta por la Igualdad. Es inimaginable que los trabajadores argentinos y sus representaciones sindicales elijan el camino de la reacción, arrojándose a los brazos de aquellos que hasta ayer nomás se decían sindicalistas para defender intereses patronales o para actuar como emisarios de la corrosión de la legitimidad institucional. Porque la CGT conducida por Hugo Moyano no tiene nada que ver con un gastronómico de las barras brava ni con un dirigente de peones rurales que pone a sus afiliados como carne de cañón para un paro patronal. Habrá nubarrones en la coyuntura, oscuridades que opaquen la nitidez, habrá que renovar –para despejarlos– un compromiso común, un compromiso hecho de tensiones, diálogos, conflictos y disidencias, pero sustentado sobre un acuerdo necesario: el de profundización de la Igualdad, el de ampliación de derechos.
VI

El paradigma de la Igualdad como el que se avizora requiere de la autonomía nacional. Un problema central y estructural subsistente e intacto es la extranjerización de la economía. La concentración más esa extranjerización, profundizadas deliberadamente por las políticas neoliberales, contribuyen a una persistente fuga de capitales. Durante los ’90 se financiaba con endeudamiento y hoy se lo hace con las divisas del superávit comercial, conseguido como resultado de la actual política económica y de las condiciones de la economía mundial. Así, el resultado del esfuerzo común es girado al exterior por los más poderosos, que cuanto más ganan más giran. Las constantes remesas de utilidades revelan que la Igualdad no constituye un objetivo exclusivamente social, sino un problema nacional. Así, a la exigencia de mayor inversión se agrega el requerimiento de renacionalizar la economía. Las filiales de las empresas transnacionales orientan su política, mucho más, por las necesidades y lógicas de sus casas matrices que por las definiciones, estímulos y objetivos de la política económica local. Una nueva ley de inversiones extranjeras es necesaria para proveer un marco regulatorio que permita al Estado fijar políticas.

Pendiente está, en función de la profundización de la Igualdad, una legislación justa sobre la posesión de la tierra urbana y rural. El proyecto de ley actualmente en discusión constituye un primer paso. Los desalojos de los humildes y la prepotencia de quienes los llevan a cabo han causado derramamiento de sangre y muertes. La legislación necesaria implica un debate respecto del derecho de propiedad, que por cierto se originó como todos los derechos civiles como reivindicación de los más débiles frente a los más fuertes. La conquista de los montes por parte de los sojeros tiene la misma lógica que la conquista del desierto del siglo XIX. Se despliega como una violación del derecho de propiedad comunitaria para la vida y la cultura de comunidades enteras, destruyendo los derechos de los pueblos originarios y de los campesinos para establecer otros nuevos, que protejan la apropiación de medios de producción por una clase objetivamente vinculada con la restauración del modelo derrotado en 2001. Apropiación típica de los conquistadores, por medio de la expulsión de campesinos de sus tierras. La solución del hábitat urbano y rural es, tal vez, la que atendería los problemas de mayor injusticia y violencia, resultantes de inequidades desgarrantes.

La marginación del ideario del desarrollo y su empobrecimiento al subsumirlo en los conceptos de crecimiento y derrame fueron tributarios de la sanción de leyes financieras que retiraron al Estado de la función de direccionamiento del crédito. Nuevas leyes que regulen el funcionamiento de las entidades, las funciones del Banco Central –que incluyen la recuperación del poder estatal para articular la política monetaria con las otras políticas públicas– y los derechos, acceso y protección a los usuarios del crédito significarán la derogación y el reemplazo de la que fuera la ley de leyes de la política económica de la dictadura terrorista: la Ley de Entidades Financieras y, también, de la carta orgánica del Banco Central, columna vertebral de la financiarización.

La vibrante defensa de Cristina Fernández de la gestión en Aerolíneas Argentinas, la estatización que dio origen a Aysa y las diferencias de eficiencia en la gestión pública de los fondos jubilatorios aplicados a proyectos de desarrollo habilitan una vía de profundización sostenida en la recuperación de la gestión empresaria del Estado. Quedó agotado el discurso de la ineficiencia pública respecto de la virtud de la privada. El desempeño del Banco Nación durante las crisis y en el estímulo del crédito productivo, frente a la conducta lucrativa de corto plazo de una banca extranjera especializada en créditos personales –colocados a altas tasas–, muestra otro contraste que abunda en el fundamento del colapso de esa creencia. Así, el empeoramiento del balance de divisas en el sector energético alerta sobre una insuficiencia exploratoria del capital privado en la industria petrolera. La mejora en el planeamiento y la regulación y la recuperación de la centralidad empresaria estatal en ese sector no sólo atenderían a requerimientos del proceso de desarrollo, sino que también crearían condiciones para generar estrategias económicas que no desdeñen el cuidado del medio ambiente, a la vez que afirmarían el camino de la autonomía nacional.
VII

Si se postula una sociedad de derechos, es impensable avanzar sin la idea del plan. Una sociedad de mercados es una sociedad sin plan, porque la organización de ésta opera indirectamente por el peso de la pura correlación de fuerzas de los poderes económicos. En cambio, la construcción de una sociedad de derechos requiere de la participación ciudadana en las decisiones. Participación cuya fuerza quedó demostrada en la forja de la ley de medios, en su discusión por múltiples foros y en la creación de una sensibilidad social sobre su importancia. No debe ser ése un caso aislado sino el umbral para políticas renovadas en las que se apele a una capilar politización de lo cotidiano. O, dicho de otro modo, en el que se conjugue la igualdad más profunda: aquella que nos hace sujetos políticamente autónomos, capaces de opinar, juzgar, comprometerse y decidir.

Una sociedad movilizada, una opinión pública capaz de forjarse en los debates y no en ningún pensamiento único, una dirigencia capaz de asumir desafíos renovados, un vasto conjunto de militancias heterogéneas y diferentes configuran un escenario promisorio para el año que se abre. Los desafíos son profundos y las interpretaciones que se conjuguen deberán estar a la altura. No es tiempo de tratos maniqueos con el pasado ni de juicios sumarios sobre la Historia, más bien lo es de recostar nuestra experiencia política sobre la diferencia que establece con otros momentos, pero también para que su actual complejidad ilumine la del pasado. Porque somos enfáticos habitantes del presente, debemos ser comprensivos visitantes de lo sucedido. A sabiendas de que los tiempos nos exigen una imaginación política renovada y un compromiso colectivo para pronunciar las palabras justas. Aquellas que nos permitan afirmar la Igualdad.

martes, 27 de diciembre de 2011

Aerolíneas Montoneras

Con el mismo papelito azul...





La elección dio un resultado contundente, a mucho más de la mitad de nuestro pueblo le parece que este gobierno refleja mejor sus intereses que ninguna otra propuesta política. El 54% de nuestros hombres y mujeres suponen que la conducción de Cristina es la más representativa de sus necesidades y anhelos. El numerito nos pone a salvo de aquellas cuentitas pueriles que, si el resultado hubiera sido 49,9 %, dirían que  más de la mitad de los argentinos son “oposición”.
Parados en el cuarto oscuro uno por uno solos con nuestra conciencia hicimos el balance:  los laburantes -en tanto laburantes- votaron convenios colectivos, paritarias, poder adquisitivo del salario; los docentes y los alumnos (en tanto tales) votamos 6,5 % del PBI en educación; los intelectuales votaron admirados y orgullosos, tal vez por primera vez en la vida; los comerciantes votaron ganancias nunca conocidas; los industriales votaron un rol que nunca antes habían tenido en la economía; las mamás votaron AUH, inclusión, sonrisas, juegos, carne, verduras, útiles;  los jubiletas votaron movilidad salarial, regalitos a los nietos, remedios, atención medica; los peronistas votamos el florecer de nuestro mancillado y ajado movimiento, votamos la recuperación del orgullo, la concreción del sueño de Perón y Evita; los putos votaron igualdad de derechos y de nombres; los militantes de derechos humanos (es decir todas las personas) votamos justicia; los varones y las mujeres votamos por primera vez por una opción de género, la misma, la del género humano; algunos no llegaron a enterarse que el cuarto oscuro tiene la luz prendida, votaron ciegos, votaron slogans, frasecitas, voto canchero de 6,7,8, voto ingenuo Camporita, voto no tan ingenuo; los productores rurales votaron tipo de cambio real competitivo, votaron arrepentimientos tardíos; conservadores salteños que hacen anatema de la educación sexual y progres porteños gay friendly  votaron con el mismo papelito azul…
¿Cómo se explica que personas, sectores, con intereses y trayectos tan distintos, tan heterogéneos, hayan decidido que los representara la misma mujer? ¿Cuál es el elemento que tienen en común todas estas realidades, que parecen tan desencontradas? ¿Cuál es ese mágico punto de encuentro?
Será –y díganme si me equivoco- que el laburante quiere un estado que medie la voracidad de la patronal, que el comerciante quiere un mercado interno en crecimiento para sus negocios, que el docente y el alumno quiere un estado que se haga cargo de la responsabilidad social que es la educación,  que los jubiletas sueñan con ver su esfuerzo transformado en seguridades para ellos  y sus nietos, que las mamás saben que al mercado no le interesan los niños salvo para vender Playstations, que los putos saben que solo la madures del pueblo borra los fantasmas de la discriminación, que los conservadores quieren algo real para conservar y los progresistas quieren algo real para progresar, será que los peronistas tenemos estas tres banderas…
…será que por sobre todo lo que nos separa, existe esta patria que nos une.
Allí está la cuestión, no es cosa de magia, es cosa de patria. No puede estar mal que el movimiento obrero organizado quiera poner sus necesidades al tope de la agenda; no puede estar mal que los intelectuales abominen del barro de la política; no está mal que los empresarios aspiren a mas ganancias; no puede estar mal que los peronistas quieran mas peronismo, que los socialistas quieran mas socialismo, que los conservas quieran tradición, y los progres quieran libertad.
Porque  la política no se transita dispensando “Me gusta” o “ya no me gusta” como si se tratara de feisbuc; el golpe de la sociedad rural de hace tres años no lo detuvo el feisbuc, ni las mirada fijas en el ombligo; hubo que traspirar conciliación, avance, firmeza de rumbo, enojos que iban y que venían, cruces de vereda masivos y arteros, manteniendo el timón fijo en la independencia.
Hay una crítica severa de nuestro proyecto en cada hombre mujer y niño del país, una crítica severa y correcta, millones de disgustos en cada medida, en cada decisión, en cada interés que se toca, en cada moneda que se redistribuye o no; pero más allá de todo hay por primera vez en muchísimo tiempo un país que se aferra a la conciencia de sí mismo, de unas metas que son comunes a todos: la esperanza de constituir por fin una nación, de hacerlo en lo real, de crear en esta tierra un verdadero país no solo en lo formal, no solo en la portada.
Deseamos un país lleno, rebosante de contenido, de ebullición, de contradicciones, de luchas, de intereses que se cruzan y se concilian o no se concilian y chocan y negocian y rompen diálogos y los retoman y  firman acuerdos y los rompen y ganan mucho o poco o pierden y construyen y destruyen y deconstruyen y se agarran de los pelos y se pelean a muerte y arman facciones y las dividen y las suman y las multiplican y las vuelven a dividir una y otra vez, a los gritos, con enojos; pero sabiendo que cuando peligre este modelo, este proyecto, este programa que ha fallado trágica y repetidamente desde hace 201 años,  todos juntos -como uno- (por lo menos el 54% de nosotros) seremos argentina.
Hay –por lo visto- quienes se asustan, quienes ven en un poco de toletole las señales de una inminente y definitiva fatalidad que nos empujara nuevamente a la tragedia. La construcción de una nación no puede estar bajo comisariato ideológico de nadie; no pudo estarlo bajo Mariano Moreno, por lo tanto puede prescindir sin más de Barone o Sandrita Russo; no será representada  por un solo sector, ni por los zapatitos blancos de J.P.Feinman ni por la dictadura del proletariado en versión Hugo Moyano; pero tampoco por una burguesía nacional de alquiler. La patria no es un solo sector, la patria somos todos (es slogan de campaña, el que no lo conozca es porque estaba muuuy distraído) y Cristina es la conductora por que entiende perfectamente esto, porque obra siempre en consecuencia, por que lo grita a los cuatro vientos cada vez que se le cruza un micrófono por delante.

Fernando Luis. 

sábado, 24 de diciembre de 2011

El Niño Peron

Evita



Navidad de 1951:

... No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad.

El día del amor y de la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén renovado en los ideales del Justicialismo Peronista:

Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan;
Que sean todos para uno y uno para todos;
Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños;
Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de los que puede ser;
Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;
Que cada día los hombres sean menos pobres y
Que todos seamos artífices del destino común.


Evita

lunes, 19 de diciembre de 2011

PRESENTES



Ahora y siempre



Acosta, Graciela, 35 años.
Almirón, Carlos “Petete”, 24 años
Álvarez Villalba, Ricardo, 23 años
Arapi, Ramón Alberto, 22 años
Aredes, Rubén, 24 años
Avaca, Elvira, 46 años
Avila, Diego, 24 años
Benedetto, Gustavo Ariel, 30 años
Campos, Walter, 17 años
Cárdenas, Jorge, 52 años
Delgado, Juan, 28 años
Enriquez, Víctor Ariel, 21 años
Fernández, Luis Alberto, 27 años
Ferreira, Sergio Miguel, 20 años
Flores, Julio Hernán, 15 años
García, Yanina, 18 años
Gramajo, Roberto Agustín, 19 años
Guías, Pablo Marcelo, 23 años
Iturain, Romina, 15 años
Lamagna, Diego, 26 años
Legembre, Cristian, 20 años
Lepratti, Claudio “Pocho”, 35 años
Márquez, Alberto, 57 años
Moreno, David Ernesto, 13 años
Pacini, Miguel, 15 años
Paniagua, Rosa Eloísa, 13 años
Pedernera, Sergio, 16 años
Pereyra, Rubén, 20 años
Ramírez, Damián Vicente, 14 años
Rios, Sandra
Riva, Gastón Marcelo, 30 años
Rodríguez, José Daniel
Rosales, Mariela, 28 años
Salas, Ariel Maximiliano, 30 años
Spinelli, Carlos Manuel, 25 años
Torres, Juan Alberto, 21 años
Vega, José, 19 años
Villalba, Ricardo, 16 años.

domingo, 18 de diciembre de 2011

“LA ULTIMA MUERTE DE JUAN PERON”




El jefe de redacción del diario Clarín en su nota de ayer la encabeza con el sugestivo título: “LA ULTIMA MUERTE DE JUAN PERON”.   Y en el despliegue de ella  basa esa afirmación en la parte del mensaje presidencial de la presidente Cristina, donde hace referencia que en la Constitución Nacional de 1949 no se establecía el derecho de huelga  como en la actualidad existe.  Y esto lo habilita para decir  que  además de marcarle la cancha a Moyano  respecto a las futuras discusiones paritarias,  la presidenta  …”al mismo tiempo dar el paso público que le faltaba para enterrar definitivamente a Juan Domingo Perón de la memoria colectiva de los argentinos y en  diferenciarlo del fenómeno kirchnerista”.
Este medio y los otros opositores nos tienen acostumbrados , sobre todo después de la confección de la lista de candidatos a diputados nacionales, a sobredimensionar y agravar  las disconformidades  y  las diferencias con respecto a  las propuestas reivindicativas presentadas por la C.G.T. conducida por Moyano, preanunciando una inminente ruptura política con el gobierno nacional.   En los últimos días dirigentes de esa central se han encargado de desmentirlo, pero manifestando que la relación pasa por momentos complicados.
Esos medios igualmente desde el surgimiento de las distintas expresiones del peronismo antikirchnerista, han apoyado abiertamente a sus dirigentes en su autoproclamada ser expresión del  verdadero peronismo y herederos del  pensamiento de Perón.      Si bien las últimas elecciones nacionales mostraron claramente que la mayoría de las bases que se identifican como peronistas votaron por Cristina, a pesar de esa derrota todo señala que continúan y  continuarán manteniendo esa posición y apelarán a todos los recursos, propios y ajenos, para fortalecerla  -máxime previendo un deterioro del  bienestar de los sectores populares ocasionado por la crisis económica financiera mundial-  y en esta nota han llegado al extremo  de atribuir a la presidenta la voluntad de “enterrar” la memoria de Perón en las citadas bases.
 La referencia al derecho de huelga y a la Constitución Nacional de 1949 nos lleva a hacer unas consideraciones básicas.    En primer lugar, los procesos de industrialización en el siglo XX en los países centrales y con posterioridad en los periféricos  se caracterizaron inicialmente por la superexplotación de la clase trabajadora;  a diferencia  de ellos,  el proceso iniciado por  un sector del gobierno militar a partir de 1944, luego consolidado como movimiento popular después del 17 de octubre de 1945 y con la presidencia de Perón desde 1946 hasta 1955, generó una etapa de creciente industrialización protegida  sin explotación de los trabajadores que convirtió a la Argentina  en el primer país industrial sudamericano.
Carencia de explotación que se explica  porque el principal elemento constituyente del movimiento peronista fue un sector de las fuerzas armadas y la gran mayoría de los trabajadores, marginados y desposeídos de la ciudad y del campo,  ocupando un lugar muy secundario la burguesía nacional (en contraste con quien fue el sujeto principal  de la posterior  industrialización del Brasil).   Esos cambios revolucionarios significaron también que por primera vez en ese siglo la masa de los trabajadores asumió la cuestión nacional, la tarea de la liberación nacional que después de Caseros no fue nunca asumida en plenitud por ninguno de los sectores dominantes de nuestra  burguesía nativa.
En segundo lugar la Constitución Nacional de 1949, máxima institución legal en que el proceso revolucionario que se iniciaba sin sangre fijaba en normas constitucionales los cambios ya  concretados y abría el camino para su  ampliación y superación, no estableció el derecho de huelga porque lo estimó un derecho natural y lo consideraba  solo a ser ejercido en casos extremos dado que los trabajadores participaban del poder del  gobierno y del Estado.
Participación ampliamente demostrada porque en ese período su porcentaje mínimo en el ingreso nacional fue del  50% y en algunos años llegó al 54%, las innumerables leyes aprobadas y hechas cumplir en su beneficio, la tercera parte de los diputados nacionales elegidos, la concurrencia de la CGT a reuniones del gabinete nacional, el nombramiento de agregados laborales en las embajadas, el diálogo sostenido de Eva y Juan Perón con los dirigentes sindicales, y  un apoyo decidido del gobierno a sus asociaciones profesionales que crecieron de unos pocos cientos de miles de afiliados a 5 millones al final del período.
En esa Constitución entre sus artículos, el 37 estableció el Decálogo del Trabajador: los derechos a trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico, a la defensa de los intereses profesionales (entre algunos de sus considerandos fijó : “…el trabajo es la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general ……la riqueza, la renta y el interés del capital son frutos exclusivos del  trabajo..)-    En el artículo 35 condena el abuso de derecho y cualquier forma de explotación del hombre  por el  hombre.    En el  38 determina que la propiedad privada tiene una  función social.
En ese período nunca se produjeron huelgas generales, sí  hubo huelgas de determinados gremios, como ferroviarios, marítimos, metalúrgicos, azucareros, que tuvieron como protagonistas a dirigentes opositores, oficialistas o sindicalistas;  que en los años que se produjeron tuvieron diversas interpretaciones y reacciones adversas del gobierno nacional  y de la CGT, si eran consideradas inicialmente exclusivamente reivindicativas o si formaban parte de campañas desestabilizadoras de la oposición ante la realidad que a nivel electoral el peronismo era imbatible, sumadas al grado que por su masividad y prolongación perjudicaban a la economía nacional. (el que escribe en setiembre de 1945 colaboró en romper una huelga de un sector de su gremio con argumentos reivindicativos pero conducida por la opositora “Unión Democrática” y a los pocos días participó de una huelga de todo su gremio de claro sentido político reivindicativo  de apoyo al entonces Coronel Perón).
Un comentario  brevísimo  sobre la coyuntura:  el MTA  del que formaba parte el “moyanismo” enfrentó el neoliberalismo y las relaciones carnales del menemismo y de la Alianza, y desde  la conducción de la CGT en los gobiernos de Néstor y Cristina no convocó nunca a un paro general y  los apoyó política y electoralmente aún en sus momentos más adversos a partir del 2008; Néstor y Cristina generaron 5 millones de empleos, habilitaron las Convenciones Colectivas de Trabajo y tomaron decisiones que favorecieron el aumento de salarios, jubilaciones y asignaciones, partiendo de un piso de gran injusticia en la distribución de la riqueza, y levantaron una posición de soberanía nacional, unidad sudamericana y de no sujeción de la política a los mandatos del mercado.    Se vienen  las consecuencias negativas de la crisis mundial originada en los mayores centros del  capitalismo, Cristina además de estar avalada por una mayoría popular ha demostrado ser capaz de superarla en el 2008 y el 2009 sin perjudicar a los trabajadores y excluidos.  Todas las soluciones, mejoras y profundizaciones hay que discutirlas, proponerlas, consensuarlas o ganarlas dentro de este nuevo movimiento nacional y popular, donde si bien la identidad mayoritaria es la peronista no es suficiente para encarar con éxito los desafíos de la etapa.   En el afuera no hay nada que esté a la altura de nuestra historia de luchas.
              

Dante Rubio,  militante Tercera Posición Peronista, 13 de diciembre

sábado, 17 de diciembre de 2011

"El hombre de las dificultades"



El 17 de diciembre de 1830 murió en Santa Marta, Colombia El Libertador / En 20 años de actividad a lo largo y ancho del continente americano, logró la liberación de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá del colonialismo español
El 17 de diciembre de 1830 murió en Santa Marta, Colombia, uno de los héroes más importantes de las luchas independentistas latinoamericanas: Simón Bolívar, el Libertador.
En 20 años de actividad a lo largo y ancho del continente americano, logró la liberación de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá del colonialismo español.
Fundó las bases políticas y jurídicas de las instituciones que tendrían como finalidad la defensa de la soberanía de las naciones liberadas, para el desarrollo de los nuevos ciudadanos americanos.
La unión de los países latinoamericanos fue una de sus principales luchas, ya que siempre fue consciente del peligro que representaba, para las incipientes naciones, el despotismo de las potencias imperialistas del norte.
Este proyecto de unión se hizo realidad en el Congreso Anfictiónico de Panamá que se celebró en 1826, gracias a sus diligencias y comunicaciones con las naciones americanas.
Bolívar en su visionaria Carta de Jamaica escribió: "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse".
La Gran Colombia, unión de Venezuela, Nueva Granada, Quito y Panamá bajo una sola República, fue uno de los proyectos políticos más importantes de Simón Bolívar, quien no sólo tuvo que luchar contra las fierezas de los imperialistas españoles, sino también contra las mezquindades regionalistas de los caudillos americanos.
Dentro del ámbito militar su figura resalta en la Campaña Admirable (1813), la Expedición de los Cayos (1816), la Campaña del Virreinato de la Nueva Granada (1819), la Batalla de Carabobo (1821) y la Campaña del Virreinato del Perú (1821-1824).
Gracias a las grandes virtudes que mostró ante las adversidades de tan complicadas campañas, se le conoce como "el hombre de las dificultades".
Su espíritu sigue siendo una de las principales inspiraciones para los procesos de liberación de los pueblos del mundo, que luchan para construir una sociedad de hombres libres, conforme al ideal bolivariano.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”


Presentación del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”
Dirigido por Norberto Galasso
Hablarán: Norberto Galasso, León Pomer, Maximiliano Molocznik y Germán Ibáñez
Viernes 16 de diciembre a las 19:30 hs. Entrada libre y gratuita En el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo Se realizará también la presentación de la reedición del libro "Cooke, de Perón al Che" de Norberto Galasso y finalizaremos con un brindis para cerrar el año

Pasaje Rivarola 154
Tel: 4372-2358
info@discepolo.org.ar