martes, 15 de febrero de 2011

Management: la ultima zoncera


“…Aunque soy un pobre negro,
sé que el mundo no anda bien;
¡ay, yo conozco a un mecánico
que lo puede componer!...”


Desde que se cayó la pared que separaba a los buenos de los malos que viene sucediendo.
Así, como si un tren enorme, poderoso, con toda la energía de su maza avanzára keto pero indetenible, despacitamente pero sin parar por nada(…). Un océano de patrañas se fue adueñando de casi todas las almas de nuestra tierra
La empresa capitalista, pujante, repentina, flexible, metamorfoseable, y meta morfarse todo, logro ganar la gran batalla contra el elefantiásico leviatán soviético; gano y festejo, y se cubrió de gloria, enseño su lengua y borro todas la anteriores, y enseño su cuerpo, y borro todos los otros, y enseño su fuerza empujadora de todo, remolcadora de todo; y era vencedora, y no había vencidos, por que los vencidos también festejaban, y por que los vencidos que no festejaban no salían por la tele…
El festejo no terminaba, y al poco tiempo muchos, pero muchos, empezaron a creer que no terminaría ya nunca; que la historia se terminaba allí, en un festejo sempiterno del nuevo Leviatán. Y festejaban a conciencia, creyendo que Leviatan eran ellos, o por lo menos que Leviatan no era contra ellos.
La empresa es una máquina, los monstruos de nuestra era son siempre maquinas; maquinas incontroladas e incontrolables; si Thomas Hobbes hubiera transitado nuestro siglo, su “Leviathan” se hubiera llamado “Hal 9000” y ninguno de sus supuestos atributos filantrópicos hubieran pasado de un apetito Gourmet por la carne humana.
Misántropo y todo, el monstruo/maquina era el victorioso, el festejado, y el orgulloso modelo de todo lo que se tratara de hacer de entonces en adelante; las familias serian empresas, las escuelas serian empresas, las policías lo serian, y los ejércitos; empresas simularían los hospitales, empresas las iglesias, empresa dios, empresa también la filosofía, la historia, el amor, el odio, el arte, la venganza, la siesta, el mate, la falopa, la toallita de los calzoncillos y por supuesto el estado. El consorcio de las empresas, el monstruo/maquina, encontró en el estado al instrumento más económico a donde tercerizar las actividades pastoriles de criar, cuidar y controlar a los rebaños de hombres y mujeres que aun así seguían festejando(lo); festejando que por fin el estado, eso de lo que eran únicos dueños, eso único de lo que eran dueños, por fin comenzaba a parecer algo pulcro, moderno, y hasta lindo; “va a estar bueno”, se repetían incansables
Desde entonces y hasta hace muy poco, nuestro estado se transformo en empresa, en parte del monstruo/maquina, no en una parte cualquiera, en una parte muy específica, pero –por supuesto- no en la cabeza, sino mas bien en el culo del portento. Decíamos ‘hasta hace muy poco’, lo sostenemos, pero admitiendo que lo que es válido de un lado de plaza de mayo, no lo es directamente al otro. En las multitudes que trajinan nuestra ciudad, late aun con una fuerza digna de más noble causa, la avidez de la escuálida estética minimalista con la que nos acunara tantos años nuestro Hal 9000.
¿A qué viene todo esto?
Está empezada la cuenta regresiva para un cambio de administración en la ciudad de Buenos Aires, una cuenta hacia atrás que en sus agonías se llevara al recuerdo al actual directorio. La cuenta regresiva para que el hombre que pretendió simbolizar las virtudes del “estado/empresa” tenga que volverse a su opípara rutina de niño bien; expulsado de una ciudad que lo creyó eficiente, y lo descubrió apenas más que imbécil. Está empezada la cuenta regresiva de Mauricio Macri, de su final, de su caída, pero también de uno de los –aun potencial- mas grandes triunfos del Monstruo/Maquina.
Porque Mauricio se va a ir por ineficiente, por no haber estado a la altura de las expectativas de los festejantes de Hal 9000. No por haber visto en la ciudad una empresa, sino apenas por mal empresario. No es a Mauricio Macri a quien los porteños tenemos que echar al recuerdo, no es Mauricio “EL ENEMIGO”, no es nada Mauricio Macri, nada significa en tanto haya caído, nada su caída si con el no logramos hacer recular la gloria del monstruo/maquina.
Y esa es la triste impresión que me propone el vergonzoso prolapso del sonriente ingeniero; que su ocaso no necesariamente es el de las zonceras que le dieron pie en un principio; que la porteñada sigue esperando a un mesías de la administración empresarial que los conduzca por la buena senda de la ortodoxia…
Bueno es recordar lo que paso cuando se esperaba la repetida cantinela en labios de aquel que se avizoraba como “el Chirolita de Duhalde”; bueno es saber que la historia puede darse vuelta; bueno es saber que el próximo jefe de gobierno vendrá de un palo muy distinto al del indolente Mauricio; mejor aun seria que esta porteñada, a la que amamos, creciera de una buena vez, que lograra la madurez de la que adoleciendo hasta ahora solo nos permitirá una victoria de pura confusión…
Dicen que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen; no lo sabria decir, pero hago mis votos para que los futuros gobernantes de nuestra ciudad sean mejores de los que nos merecemos; pero muchísimo más hago mis votos por que de una buena vez los porteños nos empecemos a merecer mejores gobernantes…

La Peñaloza Buenos Aires

2 comentarios:

Anónimo dijo...

impecable

esperemos que la porteñada
crezca
(no en número... ya son demasiados...)

un abrazo

Melena

Anónimo dijo...

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