martes, 8 de junio de 2010

Azares y Certezas


(Un cuentito de Roberto Martínez)

El sol caía de manera impiadosa sobre el faldeo de la sierra.
Entre tantas rocas y arena el diminuto prado era aprovechado por un rebaño de cabras.
A la distancia, desde un lugar muy alto, el niño se perdía en la lejanía; apenas cubierto con un diminuto pantalón, su desnudez se mostraba leve y cobriza.
Con una mano sostenía la vara y con la otra acariciaba al perro, quien en actitud vigilante se mantenía erguido, la cálida brisa apenas si movía su pelo blanco, y sus orejas medianas y triangulares, acompañaban los ecos del rebaño.
Una chiva se apartó del resto y el perro corrió tras ella levantando una polvareda en su camino.

El niño se paró, fue donde su morral acomodando la manta de dormir, y después de revisar todo, se levantó estirando los brazos; dejó la vara contra unas piedras y tiró hacia atrás la cabeza hasta sentir el sol sobre la cara. Luego comenzó a caminar mientras se restregaba los ojos con ambas manos.
Fue allí que descubrió ese brillo entre la mata de arbustos bajos y secos.
Se acercó rápido y comenzó a escarbar en la arena, a medida que lo hacia iba descubriendo una fina botella de cristal tallado, cuando la hubo descubierto toda, la alzó sin dejar de mirarla…
- ¡Hoy es mi día de suerte! – Exclamó – madre se pondrá contenta cuando se la lleve…- la volvió a mirar - … padre de seguro la hubiera usado para poner el vino… -
La botella remataba en un largo cuello que al abrirse cobijaba un tapón de ocho caras de forma piramidal. Llevado por la curiosidad intentó abrirla pero estaba muy ceñida. Con esmero, soplando para quitar la fina arena y la tierra, haciéndole fuerza a izquierda y derecha, finalmente la abrió… se escuchó entonces un gran estruendo mientras una nube salía de la botella y quedaba flotando encima de él…
El niño cayó hacia atrás y quedó en el suelo sosteniendo con su mano izquierda la botella que casi se destroza, con la derecha y sin soltar el tapón, hizo visera sobre sus ojos y miró esa cosa.
Escuchó entonces una voz ronca y pausada.
- Qué… ¿no me conoces? –
El niño no podía salir de su asombro y miedo.
- ¿No te han hablado de mi…? -
Incorporándose, el niño miró nuevamente la cosa y sólo atinó a mover la cabeza en ambos sentidos.
La cosa pareció inquietarse…
- ¿No has leído cuentos? – la cabeza del niño volvió a moverse.
- ¡¿No has leído cuentos?!... ¿donde has estado? -
- Acá… – dijo el niño mirando a su alrededor y animándose, luego fijando la mirada e indicando con el pulgar una pequeñísima mancha blanca en el árido valle, agregó – Ahí… -
- Bien, bien… ya veo… entonces tendré que contarte… yo soy un genio ¿me entiendes?, un genio…-
- ¡Ah!... – el niño seguía mirando con ojos de asombro - ¿y que es un genio? -
- ¿¡Que qué es un genio…!? a ver – la voz del genio sonó impaciente – mira, es muy largo explicarlo, pero te contaré lo que puedo hacer, que es precisamente lo que te va a interesar…
- ¿Y que haces? – el niño se sentó y después de dejar sobre la arena la botella y el tapón, cruzó los brazos apoyándolos sobre las rodillas.
- ¡Ni te imaginas!, tu me has liberado de mi encierro y ahora eres mi amo, me puedes pedir lo que quieras… yo te lo concederé… -
- ¿Pedirte algo?... ¡¿En serio?! –
- Si, si, pide un deseo, lo que quieras… ¡Me lo pides y te lo concedo! –
El niño, incorporándose, dio varios pasos en una y otra dirección, por un momento alzó la cabeza y miró al rebaño que pacía en silencio y al perro que, ahora echado, seguía vigilante.
- ¿Y vos me darás lo que te voy a pedir…? – Los ojos del niño brillaron de emoción y ansiedad.
- ¡Mi amo!... ¿Dudas de mi?, ¡ja ja ja…! pide lo que quieras… ¡Pide! –
El niño señaló con su índice unos cerros que la distancia mostraba grises.
- Quiero que desaparezcas el país que está ahí atrás –
- ¿¡Que desaparezca un País?!... ¡¿por qué habría yo de hacer algo así…?! -
- ¡Porqué me dijiste que harías lo que yo te pidiera…! – la vos del niño sonó firme.
- Bueno… Bueno, si, dije eso… pero… a ver… ¿por qué quieres tu que desaparezca un país…? -
El niño, sin dejar de mirar al genio se pasó una mano por la cara y extendió su brazo hacia los cerros.
- Ellos mataron a mi padre – el genio iba a responder pero el niño elevando la voz continuó – ¡ellos matan a mis hermanos…! -
- ¡Ah pequeño! ¡Pequeño! – Interrumpió el genio – ¡no podrás vivir en paz si clamas por venganza…! -
Fue el niño quien entonces interrumpió
- No clamo venganza Genio… mi madre y mis hermanos sólo queremos vivir en paz en la tierra de los abuelos…-
El Genio arremetió
- ¡Pero puedes pedir cualquier cosa!… oro, riqueza… bellas mujeres… bueno, quiero decir… golosinas ¡Pilas de golosinas! tu y tu familia podrían tener una vida lujosa…llena de placeres… pero no… sólo quieres que desaparezca un país… -
El niño se agacho y tomó la botella…
- Vos siempre viviste acá ¿no? -
El genio pareció querer responder, pero antes que ello ocurriera el niño arrojó la botella contra unas piedras donde estalló en pedazos. La nube Genio desapareció.

El niño se paró, fue donde su morral acomodando la manta de dormir, y retirándola hacia un costado verificó con la mano el cargador y el seguro de su Kalashnikov, luego comenzó a bajar donde las chivas. El perro saltaba a su lado.

El sol parecía querer esconderse detrás de los cerros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tristemente real, conmovedor como crecer entre ruinas y dolor !!!!!!

Anónimo dijo...

sin palabras

Pavlo