Rodolfo Ortega Peña, relato del
primer asesinato de la Triple
A
Por Marcelo Duhalde
Intentamos hablar con Rodolfo
para convencerlo de que se tenía que cuidar, que las amenazas estaban llegando
cada vez más fuertes.
Estábamos en un bar a pocas
cuadras del Sindicato de Farmacia, donde acabábamos de terminar una reunión
bastante numerosa para organizar el homenaje a los compañeros fusilados en
Trelew.
Eran aproximadamente las dos de
la mañana del 31 de julio de 1974.
Habíamos quedado Rodolfo Ortega
Peña, mis hermanos Eduardo Luis y Carlos María, Haroldo Logiurato, algún otro
compañero y yo.
Intentamos hablar con Rodolfo
para convencerlo de que se tenía que cuidar, que las amenazas estaban llegando
cada vez más fuertes, los seguimientos eran muy notorios y debía tener algunas
pautas de seguridad. Nosotros pretendíamos que no se expusiera tanto.
Rodolfo no quería saber nada,
sostenía que la única manera de hacer su actividad en defensa de los más
humildes, de los más necesitados, era de la manera que lo hacía. Finalmente,
terminó la conversación de mala manera diciéndonos: "y en definitiva la
muerte no duele".
Alrededor de las 8 de la noche de
ese mismo día, sonó el teléfono en el despacho de Rodolfo de la Cámara de Diputados, era un
supuesto periodista que preguntó si se iba a quedar mucho tiempo más porque
quería verlo para hacerle unas preguntas.
Luego comprobamos que el llamado
era para confirmar que él todavía no hubiera salido porque lo estaban esperando
en la calle.
Un rato después, Rodolfo salió
caminando del Congreso con su compañera Helena Villagra. Fueron caminando por
Callao, desde Rivadavia hasta Santa Fe, y allí doblaron media cuadra hacia
Riobamba donde entraron en una pizzería, de la que salieron aproximadamente a
las 22.15.
Con la misma confianza con la que
se manejaba, Rodolfo se subió a un taxi que estaba libre parado en la puerta,
aparentemente desde hacía un tiempo, y le dio la dirección adonde iban.
El taxista repitió en voz alta y
de manera notoria "Carlos Pellegrini y Juncal". Pocas cuadras más
adelante, Rodolfo le pidió que apagara la luz interior del coche que el chofer
había dejado encendida.
Estos y otros datos conocidos con
posterioridad nos confirmaron la participación del taxista en el operativo para
asesinar a Rodolfo.
Al llegar a la calle Carlos
Pellegrini y Santa Fe, el taxi dobló y otro vehículo que venía detrás, sin que
los pasajeros lo notaran, se atravesó e impidió que los otros automóviles que
venían pudieran avanzar por Pellegrini.
Al cruzar Juncal el taxi paró y
un coche que venía casi a la par se le atravesó. Bajó de él un hombre con una
media de mujer en la cabeza y una ametralladora en la mano con la que disparó
23 tiros o más, 8 de los cuales fueron en la cabeza, que hicieron blanco en
Rodolfo.
Esto nos hizo comprobar que
estaban al tanto de las conversaciones mantenidas en su despacho intentando que
Rodolfo usara el chaleco antibalas que le había ofrecido el compañero Ricardo
Beltrán.
En 1975, ya camino a la
dictadura, cuando José López Rega había terminado su trabajo siniestro de
sangre y de muerte partió hacia Madrid acompañado de sus dos principales
cómplices.
Ellos eran Morales y Almirón.
Pasados algunos meses, el
subcomisario de la
Policía Federal Rodolfo Eduardo Almirón frecuentaba un local
de moda en Madrid en la calle Fuencarral que se llamaba Drugstore, a pocos
metros de la Glorieta
de Bilbao.
Allí se ufanaba de haber sido
ejecutor del asesinato de Ortega Peña. A quien lo quisiera escuchar, decía sin
temor que él lo había matado.
Cuando comenzó a llegar el exilio
provocado por la dictadura militar de 1976, Almirón desapareció de los lugares
públicos.
Hasta que fue descubierto y
denunciado en 1981, como jefe de la custodia del ex ministro de Franco Manuel
Fraga Iribarne.
Cambio 16, la revista progresista
española de ese momento, y Diario 16 de la misma editorial, le dedicaron
grandes titulares y varias tapas, por lo que Almirón tuvo que sumergirse
nuevamente.
Sin embargo, en ese momento no
estaban dadas las posibilidades que hoy tenemos.
En esta Argentina se puede tener
confianza en un pedido de extradición, en una declaración de lesa humanidad de
los crímenes cometidos por la
Triple A y creo que también podemos confiar en que estamos
cerca de que se haga justicia en un tema tan difícil y olvidado para muchos,
como son los asesinatos cometidos durante el gobierno peronista del '74 y '75.
Este relato de los hechos es para
refrescar la memoria de uno de los protagonistas del asesinato del diputado
nacional, abogado, periodista y defensor de presos políticos, Rodolfo Ortega
Peña.
Es para recordarle a Rodolfo
Eduardo Almirón su participación, que ahora desconoce, no recuerda, en el
primer asesinato asumido por la
Triple A en la
Argentina el 31 de julio de 1974.
Marcelo Duhalde
mjduhalde@hotmail.com
Página|12, 02/01/07
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