Los hijos de Perón
Por Envar El Kadri*
Fuimos hijos suyos, es cierto. En
todos los sentidos: hijos de su ejemplo y voluntad puesta al servicio del
pueblo; hijos en el amor y respeto que se siente por un padre querido; hijos
que por la magia de una palabra: “compañeros”, se transformaron en “hermanos”.
Así lo sentimos a Perón, como a
un padre.. Padre Eterno le gustaba llamarse, y tenía razón: sus hijos nos
peleábamos como suele suceder entre los hermanos, pero guay que de afuera nos
torearan: ahí formábamos uno en su defensa.
Pertenezco a la generación de los
únicos privilegiados, la de quienes leíamos Mundo Infantil antes que Billiken,
para descubrir después, gracias a quienes aprendieron con los Vigil, que eso
era “adoctrinamiento”, y lo de ellos ¿qué?. Con la diferencia que así nos
formábamos con una mentalidad nacional, “flor de ceibo”, mientras que la de
ellos era un adoctrinamiento hacia doctrinas de “progreso y liberalismo” que le
abrían las puertas al imperialismo.
Cuando en el ’55 dejamos atrás la
niñez privilegiada, esas lecturas fueron responsables de que nuestra
adolescencia tuviera olor a clorato de potasio y azufre, mientras que la de los
adoctrinados por Billiken podía disfrutar de chicles-goma “Bazooka” ó los
beneficios del nylon importado de USA...
Crecimos de golpe en medio de
bombazos y persecuciones: los padres de nuestros compañeros eran las víctimas
de la “libertad recuperada”: Vergara Russo, moría el 16 de junio en Plaza de
Mayo; Cogorno fusilado un año después.
Ahí nos hirvió la sangre rebelde
que Evita nos inculcara: empezamos la lucha por el retorno de nuestro Padrecito
con lo que teníamos y podíamos. ¿Acaso no se habían usado piedras y aceite
hirviendo para contener las invasiones inglesas?¿Por qué no podríamos hacerle
la pata ancha a estos nuevos invasores disfrazados de “libertadores”?
Fragmento de Cazadores de utopías
Espontaneísmo, voluntarismo,
desconocimiento de las condiciones objetivas y subjetivas; amén de las
climáticas y estratosféricas; de todo pueden ser acusados estos tozudos hijos
de Perón que se jugaron por su retorno, que dieron su vida por él y soñaron con
una patria liberada. De todo, menos hijos de puta.
Qué fácil resulta tener razón a
posteriori, pero que lindo fue equivocarse defendiendo “lo que Perón nos legó:
una Argentina “libre, justa y soberana”, como decía una canción de la época.
Qué lindo fue tener un padre como
Perón, con perdón de los psicólogos, los sabios y los que se las saben todas.
Y qué lindo fue tener hermanos
como aquel Tito Bevilacqua con el que vendíamos “Palabra Argentina” y luego nos
metíamos en los cines para silbar al almirante Tessaire cuando desde la
pantalla denigraba a Perón y el peronismo; ó aquel otro, Felipe Vallese,
“Misterix” por su impermeable blanco abotonado en doble hilera, parecido al del
personaje de historieta, con el que nos escapábamos juntos después de haber
recuperado “armas para el pueblo” y, sentados en el fondo del 406, decirnos
mutuamente una gran mentira: “esto no es para mí, yo no me meto más en nada”;
O aquel gigante Gustavo Rearte
que nos conducía con una sonrisa y se tiroteaba con la policía defendiendo su
libertad; ó con Jorge Rulli refugiándose en Montevideo, sobreviviendo junto con
otros compañeros, gracias a las noches de póker con que el “Gordo Cooke” hacia
una diferencia para ayudar a los “muchachos”,
O el bueno de Dardo Cabo,
distribuyendo gelinita a los compañeros de la Resistencia, siguiendo
las huellas de su padre, preso en Caseros, porque como decía el General: “hijo
de tigre, overo ha de ser”. Y después yéndose a Malvinas en un avión que no era
suyo, para recuperar lo que era nuestro; ó el Petitero, el Anguila, el del
Poncho Colorado, que nunca supe como se llamaba, que venía de la U.B. Facundo Quiroga,
de allá por Urquiza, toda aquella barra de Corrientes y Esmeralda, “que juró
lealtad al conductor /luchará si fuera hasta la muerte/ por la Patria y también por Juan
Perón.
Taco Ralo, 1968, guerrilleros
capturados por Gendarmería.
Qué lindo fue entreverarse en
todos esos entreveros con tantos hermanos que sí los puedo y debo nombrar por
ser ó haber sido hijos de Perón: el Vasquito Unamuno, que se nos fue apagando
por esas putas enfermedades que te matan lo que el plomo de una 45 respetó;
aquellos que como José Luis Nell venían del nacionalismo fierrero y se fueron
entregando en cuerpo y alma en este peronismo montaraz que trataba de pegar
fuerte y duro para destruir “la oligarquía y los imperialismos en simulada
pugna”, porque sobraba tanto coraje y amor por el Viejo que no a uno, a una
tribu entera de imperialismos nos atrevíamos los hijos de Perón.
...Y cuando nos tocaba perder,
perdíamos. Calladitos, nomás. Avergonzaditos, nomás. PERO DE PIE. Con la
“mirada desafiante” como decían las crónicas policiales.
Los hijos de Perón fuimos duros y
tiernos, serios y jodones, dialoguistas y “apretadores”, enamoradizos y
olvidadizos, cantores y gritones, apresurados y retardatarios, pobres y
pobrísimos.
Nosotros, pobres de solemnidad,
pobres vinimos al Movimiento, pobres lo servimos aún cuando millones pasaron
por nuestras manos, y pobres seguiremos hasta el día en que nos vayamos a jugar
con el Viejo arriba en alguna nube.
Pobre ejemplo le dejamos a
quienes, por ser los “nietos de Perón”, tendrían que saber que la política no
es un medio para enriquecerse ni servirse, para trepar y trepar.
...Los hijos de Perón seguimos
creyendo que es realista pedir lo imposible; ó que podemos alcanzar las
estrellas aunque estén muy altas; ó que “se puede y se debe” vivir como
hermanos...
[Extraído de “Envar El Kadri.
Historias del Peronismo Revolucionario”]
* Envar "Cacho" El Kadri
nació en Río Cuarto un 1º de mayo de 1941 y fallecio un 19 de julio de 1998 en Tilcara,
Provincia de Jujuy.
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