Yrigoyenistas
rebeldes
Por Norberto Galasso
En un día de mayo de 1935, cinco radicales
comparten un asado en el stud “Los Ranqueles”, del Bajo Belgrano. Son ellos:
Arturo Martín Jauretche, Homero Nicolás Mancione (Homero Manzi, para el
cancionero popular), Manuel Ortiz Pereyra, Juan B. Fleitas y Félix Ramírez
García. Vienen de la persecución y la cárcel, de la dura “resistencia radical”
desarrollada entre setiembre de 1930 y fines de 1934. Vienen de una activa
militancia yrigoyenista y de un rechazo absoluto a la conducción conciliadora
de Marcelo T. de Alvear.
En la reunión, condenan el
reciente levantamiento de la abstención que coloca a la UCR en condición de cómplice
del “régimen” fraudulento presidido por el general Justo. Allí retoman los
argumentos del “Manifiesto de los Radicales Fuertes”, aparecido a fines de
1934, que denuncia tanto la política económica y social del gobierno, como el
abandono de las banderas programáticas de Don Hipólito por parte de la cúpula
partidaria. Y allí nace el proyecto de fundar una corriente para dar batalla
contra los conciliadores y contra la oligarquía y sus socios británicos: la
“Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina ”,
FORJA.
El 29 de junio de 1935 nace FORJA
en un acto celebrado en Corrientes 1778 de la Capital Federal ,
al cual asisten Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Juan Luis Alvarado, Jorge
del Río y los hermanos Maya, entre otros. Ese reducido grupo de yrigoyenistas
se lanzó al rescate de las banderas populares. Sus lemas fundacionales son una
clara definición: “Somos una Argentina colonial. Queremos ser una Argentina
libre”. “Por el radicalismo a la soberanía popular, por la soberanía popular a
la soberanía nacional, por la soberanía nacional a la emancipación de las
clases productoras.”
FORJA se nutre de sectores de
clase media que han crecido en conciencia y combatividad desde la implantación
del sufragio libre en 1912. Políticamente asume la tradición del yrigoyenismo
conspirador, reivindicador de la alpargata y enemigo de la oligarquía.
Ideológicamente abreva en la literatura antiimperialista, los manuales
marxistas y las experiencias latinoamericanas, en particular la revolución
mexicana y el APRA peruana.
En las bambalinas, sin
incorporarse formalmente a la agrupación pues se niega a afiliarse al
radicalismo, un hombre se convierte en la usina ideológica: Raúl Scalabrini
Ortiz. Después de abandonar poemas y premios literarios, Scalabrini ha logrado
develar el carácter semicolonial de la Argentina , “su primitivismo agrario”, la
estructura dependiente –centrada en el trazado ferroviario británico– dirigida
a exportar alimentos para el Imperio, es decir, “la granja” subordinada al
“taller inglés”.
Desde su destierro en Alemania
brega contra esa dominación extranjera, para constituirse en el cerebro de
FORJA. Jauretche lo reconoce generosamente: “Scalabrini Ortiz nos sacó del
antiimperialismo abstracto (que nos llevaba a atacar al imperialismo yanqui,
cuando aquí dominaba el inglés) para enseñarnos el antiimperialismo concreto.
El nos mostró cómo funciona esa opresión y cómo debíamos enfrentarla”.
Desde esos inicios, los forjistas
combaten incansablemente durante una década. Sus afiches y volantes sorprenden por su agudeza, su grafismo y su
contundencia.
Sin recursos, silenciados por la
gran prensa, luchan incansablemente denunciando el liberalismo probritánico de
los socialistas, el democratismo claudicante del alvearismo, la subordinación
del Partido Comunista a la burocracia soviética y el fascismo de los
nacionalistas, bregando por una conciencia antiimperialista y por la liberación
nacional. En la lucha interna contra el alvearismo, son derrotados por el
aparato.
Fracasan también cuando, a partir de 1940, se
desgajan del viejo tronco radical para asumir un camino independiente. Pero triunfan
en la lucha ideológica, en su crítica implacable a mitos y “zonceras” de la
vieja Argentina. En 1942, Jauretche sostiene: “El país es ya forjista, aunque
no lo sepa. Hemos derrotado a las ideas antiargentinas”.
En la mañana del 17 de octubre de
1945, FORJA declara “su decidido apoyo a las masas trabajadoras que organizan
la defensa de sus conquistas sociales”. Poco después, la agrupación se disuelve
porque “el pensamiento y las finalidades perseguidas al crearse FORJA están
cumplidas al definirse un movimiento popular en condiciones políticas y
sociales que son la expresión colectiva de una voluntad nacional de
realización”.
Volver la vista hoy a esos
afiches amarillentos significa, más que una preocupación por el pasado, una
enseñanza acerca de cómo los pueblos, aun en la noche de la decadencia y el
escepticismo, encuentran los medios para mantener encendida la esperanza y
alumbrar nuevos cauces hacia la justicia y la igualdad.
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