Cada vez que algún retazo
Perteneciente a este suelo
De las Provincias Unidas
Anduvo corriendo un riesgo
Se alzó con su voz valiente
Reclamando ese derecho
Y por la soberanía
Él supo jugarse entero
Así cruzó por la vida
Luchando Manuel Dorrego
Breve semblanza
Manuel Críspulo Bernabé Dorrego
Salas nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1787. Hijo de José Antonio do
Rego, próspero comerciante portugués y de María Ascensión Salas. Manuel fue el
menor de cinco hermanos, en 1803 ingresó en el Real Colegio de San Carlos
destacándose por su viva inteligencia y su facilidad de palabra. Comenzó sus
estudios de leyes en Chile, a principios de 1810. Había participado antes en
una azarosa aventura ayudando a fugar a la Banda Oriental a un pariente
comprometido en el fracasado golpe del 19 de enero de 1809 contra Liniers.
En la Universidad de San Felipe
se unió a los que trabajaban por la independencia chilena, se convirtió en uno
de los cabecillas de la incipiente rebelión y, al frente de los grupos
estudiantiles patriotas, fue el primero en lanzar el grito de “Junta queremos”,
cuando los sucesos de Mayo en Buenos Aires animaron a reclamar la renuncia del
gobernador español.
Triunfante, tras varias
alternativas, el movimiento emancipador en Chile, Dorrego abandonó los estudios,
ingresó al ejército y ganó el ascenso a capitán en la represión de un motín
antirrevolucionario. De regreso en Buenos Aires se unió a las tropas que
marcharon al norte con Saavedra después del desastre de Huaqui. Producida la
revolución de Septiembre de 1811, quedó a las órdenes de Juan Martín de
Pueyrredón, integrando las avanzadas que, al mando de Diez Vélez, iban en ayuda
de los sublevados de Cochabamba.
Herido dos veces en combate,
alcanzó el grado de teniente coronel, quedando con la cabeza inclinada hacia un
hombro por el resto de sus días a causa de esas heridas. A las órdenes de
Belgrano, Dorrego se batió heroicamente en las batallas de Salta y Tucumán.
Confinado por actos de indisciplina, estuvo ausente de Vilcapugio y Ayohuma,
pero en 1813, ya coronel, tomó el mando de la vanguardia patriota,
interviniendo en la formación de las milicias gauchas. Confinado por San Martín
por nuevos actos de indisciplina, en mayo de 1814 se ordenó su traslado a
Buenos Aires. Al mando de Alvear, luchó contra Artigas y, vencedor de Otorgués
en Marmarajá, fue vencido por Rivera en Guayabos.
Lanzado a la lucha política, se
pronunció por el gobierno federativo y auspició la autonomía de Buenos Aires.
Junto con Manuel Moreno, Domingo French, Agrelo, Pagola y otros, fue decidido
opositor del Director Pueyrredón. Intervenía en la Invasión de Santa Fe
ordenada por el Director Supremo cuando, molesto por la guerra civil, pidió
pasar con su regimiento al ejército que San Martín preparaba en Mendoza.
Conocida su oposición a los planes monárquicos, Pueyrredón lo deportó el 15 de
Noviembre de 1816. Sólo al tercer día de viaje supo cuál era su destino.
Después de una accidentada
travesía llegó a Baltimore, enfermo y sin recursos, reuniéndose al año
siguiente con otros opositores de Pueyrredón, también desterrados. Se ignoran
las circunstancias de su vida en Baltimore, pero la observación de la vida
norteamericana reafirmó sus convicciones federalistas. Volvió a Buenos Aires en
1820, después de la caída del Directorio.
Rehabilitado en su grado de
coronel, tuvo el mando militar de la ciudad después de los sucesos del 20 de
junio y fue gobernador interino. Trató de negociar la paz con Estanislao López,
pero, enfrentado finalmente con éste, fue vencido en Gamonal. Dorrego,
entonces, presentó su candidatura a gobernador en la provincia de Buenos Aires.
Vencido en las elecciones por Martín Rodríguez, lo hizo reconocer por sus
tropas. Siempre en la oposición, fue desterrado a Mendoza, huyó a Montevideo y
regresó al amparo de la Ley del Olvido.
En 1823, electo representante
entre la Junta, proyectó la supresión de las levas y desde su periódico El
Argentino defendió las tesis federalistas en contra del gobierno de Martín
Rodríguez y de Rivadavia. En 1825, Interesado en negocios de minas, viajó al
norte, visitando a los gobernadores federales Bustos, Ibarra y Quiroga. Vio
luego a Bolívar, que lo impresionó profundamente y a quien consideró el único
capaz de contener al emperador del Brasil, entonces en actitud amenazante
contra las Provincias Unidas.
Electo representante por Santiago
del Estero en el Congreso Nacional, al discutirse la Constitución de 1826 sé
destacó en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio.
Desde El Tribuno atacó las medidas centralizadoras de Rivadavia, ganando
prestigio en las provincias, en donde se lo consideraba uno de los dirigentes
más caracterizados del federalismo en Buenos Aires. Influyó con su prédica en
la crisis que culminó con la renuncia de Rivadavia a la presidencia de la
Nación.
En agosto de 1827 fue electo
gobernador de la provincia de Buenos Aires. En esa función lo sorprendió la
sublevación unitaria del 1º de Diciembre de 1828 que lo derrocó y lo condenó a
muerte por fusilamiento.
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