Carta del General Juan José Valle
al General Pedro Eugenio Aramburu del 12 de junio de 1956
Dentro de pocas horas usted
tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración
fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de
militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.
Para liquidar opositores les
pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos
faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran
en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los
tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas
de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con
fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo,
cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los
sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día
siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al
pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes
me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí
un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta
ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y
los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años
sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan
esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante
de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará
jamás tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos"
brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante
la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro
levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa
mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era
totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra
proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y
personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de
ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la
vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos.
Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos,
amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales,
sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de
ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más
beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan
gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo,
al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica,
en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y
laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la
crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo.
Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror,
siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse
aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática
realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al
servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante
Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino,
derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la
libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca
un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros
ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo
de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar
esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi
sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.
Juan José Valle. Buenos Aires, 12
de junio de 1956.
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