Por:
Norberto Galasso
En la labor historiográfica de
Fermín Chávez se expresa la complejidad que afronta un intelectual honestísimo
y comprometido para alcanzar una recreación correcta de nuestras agitadas
contiendas de los siglos XIX y XX. Investigador profundo, recolector de datos y
libros difícilmente hallables, dedicó gran parte de su vida a indagar sobre
nuestro pasado, al tiempo que tomaba partido decididamente en las luchas
políticas de su tiempo. Si queremos simplificar su posición historiográfica
podría sostenerse que compartió con José María Rosa la corriente
rosista-peronista, aunque colocándose a su izquierda. Pero esta simplificación
–que resulta útil en el cuadro de las corrientes historiográficas argentinas–
no aprecia en su riqueza los aportes –e incluso las contradicciones– con que
Fermín, casi en soledad durante largos
años, avanzó por caminos poco
transitados detrás de la verdad.
En los 40 libros de su autoría y
en los cientos o miles de su frondosa biblioteca se encierra el drama de la
investigación de este criollazo profundo que nació el 13 de julio de 1924 en el departamento Nogoyá de Entre Ríos,
pero que más específicamente –y no podía ser de otro modo– en una localidad
llamada El Pueblito. Era "su pueblito" que correría siempre por su
sangre y por su rostro aindiado y su planta de quebracho. Provenía de
antepasados jordanistas y su padre era
irigoyenista fervoroso y en sus anhelos y luchas también El Pueblito había
estado siempre presente.
Sin embargo, Fermín no era Fermín
en su Entre Ríos natal cuando cumplió los 22 años sino Fray Benito según lo recuerda Enrique Manson
en Fermín Chávez y su tiempo. Sólo entonces, en 1946 se alejó del proyecto
religioso y pasó a ser Fermín, un Fermín peronista, probablemente por el
irigoyenismo paterno y por "El Pueblito", un Fermín antimitrista,
probablemente por sus antepasados jordanistas. El dirá: "Siempre me llamó la atención el contacto que existía
entre Yrigoyen y todo ese criollaje que no conocía diarios ni radio. ¿Por qué
esa relación de los criollos viejos con el caudillo? Quizás pensaban que Yrigoyen era la reivindicación de los
caudillos", según lo recuerda Javier Azzali en Los Malditos (tomo III). De
su adhesión al peronismo no cabe duda alguna pues no sólo biografió a Perón y a Evita, sino que compartió con ella
las veladas de la Peña Eva Perón en el Hogar de la Empleada, y además participó
en la resistencia. Tampoco quedan dudas de su
importante obra cultural no sólo como poeta, sino como autor de cuentos,
de una pieza teatral, de canciones, antologías y ensayos. En cambio, da para la
polémica su encuadramiento en la historiografía.
En determinadas ocasiones se lo
ha mostrado como un historiador rosista en posición semejante a la de José
María Rosa, pero lo más importante de su obra lleva a otra conclusión.
Su primer libro Civilización y
barbarie –cuya fecha de edición (1956) lo integra a "la resistencia"–
se abre con dos definiciones de Alberdi dirigidas contra el centralismo porteño
y en su contenido los reivindicados son hombres del federalismo provinciano: el
Alberdi viejo, José Hernández, Alejo Peyret y Francisco Fernández. En su
segundo libro Vida y muerte de López Jordán (1957) recupera del silenciamiento
al caudillo entrerriano que acompañó a Urquiza en Caseros hasta que este
traicionó a la causa federal en Pavón y
en la guerra de la Triple Alianza a favor del mitrismo. En esta obra aparece ya
el investigador profundo, que trabaja con archivos ocultados, reivindicando el
federalismo no porteño, fuertemente antimitrista pero ajeno al rosismo. Luego, en 1959, publica José Hernández, periodista,
político y poeta, obra en la cual, retomando la línea de Enrique Rivera en José
Hernández y la guerra del Paraguay, Fermín ratifica al Hernández político
antimitrista, generalmente sepultado por quienes sólo lo reconocen en su
carácter de autor del Martín Fierro. En 1961, Fermín publica Alberdi y el
mitrismo recopilando textos del Alberdi viejo contra la oligarquía mitrista y
más tarde, en 1966, reivindica a otras figuras del federalismo del interior
(Felipe Varela y la Unión Americana, Juan Saá y otra vez, López Jordán) en El revisionismo y las montoneras. En esos
años, no vacila en publicar en la revista Nacionalismo marxista, columnas de
Liberación Nacional, dirigida por Eduardo Astesano.
A su vez, el interés por Rosas
aparece sólo en La cultura en la época de Rosas (1973) y en Iconografía de Rosas y de la Federación
(1970) mientras que en Historia del país de los argentinos reivindica, por
supuesto, la batalla de Obligado pero no omite críticas a la política interna
del Restaurador. Después, en 1976
volverá a insistir con otros federales antirrosistas como Andrade, Rafael
Hernández, Guido y Spano, Clodomiro Cordero,
Evaristo Carriego, abuelo del poeta González del Solar, Miguel Navarro
Viola y otros al rescatar a La confederación (urquicista), un proyecto nacional
olvidado. Manson sostiene que "como
una concesión (probablemente derivada de su amistad con 'Pepe' Rosa) aceptó formar parte de la conducción del
Instituto Juan Manuel de Rosas, que llegaría a presidir en su vejez"
(p.158) pero en otra parte, afirma que fue vocal entre 1958 y 1960, cuando lo
presidía J. M. Rosa y que se retiró en 1969 cuando pasó a presidirlo Manuel de
Anchorena (p.161). Pero este curioso y talentoso Fermín también anduvo por otros
caminos nada simpáticos para el nacionalismo rosista.
En 1993 publicó Aquí me pongo a
cantar, poetas y trovadores del Plata donde insólitamente reproduce “El Canto a Fidel”, de Ernesto
Guevara y en sus últimos años, El Che, Perón y León Felipe, cuyo primer
capítulo se titula: "Guevara y Perón, ¿un solo corazón?" Y culmina,
en el apéndice con el poema "Che comandante" escrito por Nicolás
Guillén. En resumen, Fermín no tiene nada que ver con la derecha del
nacionalismo oligárquico, ni siquiera con el peronismo ortodoxo antimarxista.
Amplio, generoso, incansable
trabajador en el periodismo, criollo en plenitud. No quiero cerrar el artículo
sin recordar este hecho poco común: lo llamo por teléfono y le digo que ando
buscando un texto para un libro que estoy preparando. Me dice que lo tiene. Le
contesto: –Mañana paso por tu casa, le
hago una fotocopia en la esquina y te lo
devuelvo. –No, hombre, salgo ya mismo, yo hago la fotocopia y te la envío por
correo. Mañana ya la tenés en tu casa. Ese era Fermín Chávez, el nacido en
El Pueblito, de Nogoyá. Y pocos he
encontrado como él en la vida de las investigaciones y de la cultura, donde abundan los
"pavos reales", las envidias, la ocupación de espacios y recolección
de becas. ¡Qué ejemplo hermoso, aún cuando sabía que no pensábamos igual en
muchas cosas, estábamos en el campo nacional y no había prejuicios ni rivalidad
alguna. Porque a esto iba esta nota: a rescatar al historiador, pero
especialmente al ser humano, al amigo, al compañero..
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