Antes de decir las cosas que
pretendo inscribir en esta reflexión, quisiera apartar un comentario para
recordar al Padre Carlos Mujica, y usando su recuerdo como símbolo, hacer una
muestra de admiración extensiva a todos los hombres que desde la Fe en las distintas
confesiones, abocan sus horas y sus vidas y a veces sus muertes a preservar la
dignidad de los hombres, es decir, a hacer la tarea de Dios.
Digo esto para que no se confunda
en un mismo amasijo a estos compañeros con la corrupta estirpe de burócratas
que alimentan las entrañas de esa voraz hidra que es la iglesia.
Es doloroso tener que empezar una
reflexión sobre una obra tan, pero tan laica como el código civil con una
mención a la iglesia, es doloroso porque desnuda hasta que punto, nuestras
instituciones que creemos democráticas siguen atrapadas en una lógica
teocrática y decimonónica, es doloroso porque muestra claramente como esa
monstruosa fuerza de la inmovilidad, de la inacción, de la resignación ha
venido ganando desde hace tantos y tan preciosos años las batallas culturales y
políticas que nos han dejado atados a normas de conducta y de moral fósiles
desde hace decenios.
Está propuesta la reforma del
código civil, la vía de esa reforma es un amplísimo dialogo de todos los
ciudadanos, de todos quienes gozaremos o padeceremos las normas que de la
reforma se desprendan. Se están realizando audiencias publicas y una comisión
bicameral esta llevando adelante la tarea (ardua tarea) requerida.
Los expertos en familias opinan
que el nuevo código vulnera la percepción que la sociedad tiene del matrimonio,
de los hijos, de los derechos familiares, los expertos en familias, que por
supuesto, son los sacerdotes de una religión que les impone prescindir de tener
un matrimonio, hijos, una familia y entonces aprenden a pensarlos como
“instituciones” como cosas, como palabras sin vida ni historia.
No corresponde aquí refutar las
apreciaciones que propone la iglesia, ya que este es un vil panfleto de
argumentación ad hominem contra esta y alguna otra corporación que se propone
mejor que yo para pensar el mapa de mis derechos.
…y argumento así, porque esta vez
me parece lo mas correcto, porque lo importante es dejar en blanco sobre negro
como debería ser (a mi lego entender) la escala para ponderar las opiniones y
como debería valorarse la de cada uno, y hago hincapié en esta cuestión, porque
la escala de importancia que propongo para ver cual opinión es mas valiosa que
cual otra, es tremendamente sencilla, la de cada uno vale uno, y listo.
La loca pretensión es que ninguna
corporación se alce con la vos que nadie le cedió democráticamente, la loca
pretensión es que no contabilicen a millones de personas que fuimos bautizadas
por mil motivos distintos como rubricantes de las monstruosidades que hacen y
dicen los seguidores del Papa hitleriano.
¿Esta mal pensar que los expertos
en familias son: los padres, los hijos, los tíos los primos, los putos a los
que se las prohíben o se las imponen según de que lado del closet quedaron, los
padres que desean hijos, las mujeres embarazadas que no los desean, los
cazados, los juntados, los separados, los divorciados, los enamorados y los
desenamorados; mucho antes que la logia de cuervos bufarras que opinan de todo
sin jugarse nunca el cuerpo nunca por nada?
Como recordaba estos días una
nota de un matutino de Buenos Aires, el código civil que hoy tenemos esta: “basado
en el "Esboço de um Código Civil para o Brasil", de Teixeira de
Freitas que Sarmiento y Vélez Sarfield presentaran en 1869 al Congreso para su
sanción a libro cerrado; no le daba ningún carácter especial a la Iglesia Católica ,
hecho bastante natural si se tiene en cuenta que fue ese mismo gobierno el que
creo el Registro Civil y sancionó el matrimonio civil.
Más allá de su inclinación
conservadora en cuanto a desarrollar un Código de Propietarios más que un
Código Civil, representaban el ideal de Estado laico que defendía la Generación del ’80.”
(Diario Tiempo 28/8)
Lindo dato para seguir los
antecedentes de nuestro código civil, presentado a libro cerrado por Sarmiento,
quien era a la sazón líder de la
Gran Logia Argentina (organización anticlerical si las
hubiere)
Pero esta es una reflexión, que
quiere –y debe- ir para otro lado ya mismo.
Porque incluso si los curas
tuvieran alguna autoridad moral para hablar de la familia o para reconvenir a
alguien mas allá de su pulpito, subsiste el hecho de que en una democracia:
1hombre = 1 voto
Las voluntades de un hombre, sus
conocimientos, sus juicios y prejuicios, sus excelentísimas señoras chapas y
sus flagrantes ignorancias, en una democracia (como la que nos enorgullecemos
de ser) valen para cada uno lo mismo, un voto.
Digo esto por que ahora parece
que habría que tener comisiones de “notables” para definir cuales son los
parámetros bajo los cuales se debe construir el nuevo código, y –como
peronista- aspiro a que lo que hagan los sabihondos en nuestro código (nuestro,
de todos los argentinos) sea corregir las faltas de ortografía, y no mucho mas.
Digo esto porque las leyes son
algo demasiado importante para dejarla en manos de abogados; digo esto porque
la economía es algo decisivo para la felicidad del pueblo, y seria suicida
dejarla en manos de los contadores; digo esto porque –como siempre- el único
garante de la felicidad de un pueblo es ese pueblo, a razón de un hombre un
voto.
FernandoLuis
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