Es la política, estúpido
Por Horacio Verbitsky
La marcha encabezada por un grupo
de fiscales mostró a una nueva derecha con capacidad electoral y de
movilización callejera. Podría soldarse así la profunda fisura del sistema
político fundado por una oligarquía incapaz de llegar al poder por medios
democráticos y que ha debido colonizar para ello a los partidos populares. Esta
nueva derecha constituiría un saludable estabilizador, al margen de los
propósitos de los organizadores, como suele ocurrir en los grandes
acontecimientos colectivos.
Macri, Massa, Binner con Donda,
Bullrich. Una jornada de tristeza y compunción en defensa de la República.
La marcha que un grupo de
fiscales de Comodoro Py encabezó bajo el temporal del jueves 18, constituyó la
presentación de una nueva derecha política que además de capacidad electoral en
algunos distritos, comienza a desarrollar aptitud para la movilización
callejera, un rasgo distintivo del centro hacia la izquierda de la política
argentina. Esta es una novedad significativa que podría poner remedio a la
fisura más profunda del sistema político, que el año próximo cumplirá un siglo
y constituiría un saludable elemento estabilizador, al margen de los propósitos
de los organizadores de la marcha, como suele ocurrir en los grandes
acontecimientos colectivos.
Al mismo tiempo, hay un intento
por desalojar al kirchnerismo de posiciones simbólicas desde las que se ha
movido con comodidad en la última década. “No nos perdonan la anulación de las
leyes de punto final y obediencia debida”, dijo CFK horas antes desde Atucha.
Esa es una reflexión de fondo que requeriría un intenso trabajo político por
parte de la militancia para que fuera más claro el nexo entre esa decisión que
liberó al sistema político del chantaje de los guardaespaldas del capitalismo,
como llamó a las Fuerzas Armadas el poeta salvadoreño Roque Dalton, y los
episodios de estos días.
Sin partido
Las clases sociales que
organizaron la Nación
e insertaron su economía en el mercado mundial como proveedora de bienes
primarios e importadora de productos industriales y excedentes de población no
fueron capaces de construir un partido político que expresara sus intereses en
la competencia electoral, a diferencia de lo que ocurrió en otros países. Desde
1916 en adelante esa oligarquía liberal que importó su modelo económico de Gran
Bretaña y tuvo su faro cultural en Francia, fue una y otra vez derrotada en las
urnas por fuerzas plebeyas que expresaron el ascenso social de la inmigración
extranjera y de los migrantes internos en la generación siguiente. Las
políticas regulatorias y distributivas del yrigoyenismo y del peronismo
enardecieron a esos sectores propietarios, que no compartían la visión de la
izquierda marxista para la que esos movimientos eran tibios reformistas que
propugnaban una imposible conciliación de clases e incluso portaban elementos
autoritarios y fascistizantes. El remedio a su impotencia electoral fue la
conversión de las Fuerzas Armadas en Partido Militar, que entre 1930 y 1990
dieron entre uno y tres golpes por década. A ello colaboró la Iglesia Católica ,
que les proveyó de munición conceptual para tomar una y otra vez el gobierno en
defensa de la salvación y la unidad nacional. Este ciclo recién concluyó en
1983, fecha fundacional de la democracia argentina, que puede dividirse en dos
períodos bien diferenciados. El primero, de cooptación de los partidos de
origen y tradición popular por los poderes fácticos, que intentaron gobernar a
través de ellos, con fuertes contradicciones durante la gestión de Raúl
Alfonsín, y en armonía durante la década de Carlos Menem, quien hizo propias
con entusiasmo las políticas que le impusieron, una vez que vio cómo afeitaban
en seco a su predecesor. Pero esa conformidad entre poder económico y gobierno
electo fue excluyendo cada vez a más personas hasta estallar con la crisis de
fin de siglo. Esto dio lugar a una segunda etapa, que dura hasta hoy, en la que
uno de los partidos históricos volvió a las fuentes y expresó desde el gobierno
los intereses que lo sustentan, lo cual lo puso en conflicto con lo que Eduardo
Basualdo caracterizó como la oligarquía diversificada, que con actividades
tanto agropecuarias como industriales y financieras, conduce a la burguesía en
su conjunto y enfrenta a la alianza populista. La participación en la marcha de
la Sociedad Rural ,
las Confederaciones Rurales, el Foro de Convergencia Empresaria, la Asociación Empresaria
y la Unión Industrial
es elocuente sobre su nivel de involucramiento.
Durante el debate en las
comisiones de la Cámara
de Diputados por la reforma a la ley de Inteligencia Nacional, el Secretario
Oscar Parrilli recordó la marcha del Corpus Christi de junio de 1955 y los
bombardeos que asesinaron a 300 personas en la Plaza de Mayo. La composición social de ambas
manifestaciones es la misma, así como de otras previas y posteriores. Pero el
sentido de cada una es muy distinto. Las velas que iluminaban los reclamos
punitivistas del ex ingeniero Blumberg se encendieron cuando Néstor Kirchner no
había cumplido un año en el gobierno, al que accedió con menos votos que Arturo
Illia cuarenta años antes. El intento de la Sociedad Rural por
desabastecer las ciudades y forzar una capitulación del gobierno y la
sugerencia risueña de su presidente de entonces, Hugo Biolcati, de que el
vicepresidente Julio Cobos debía asumir la presidencia, se produjeron en el
primer año de gobierno de CFK. Esta marcha, en cambio, ocurre en su último año,
cuando se discute en plena competencia electoral quién la sucederá. Desde
Atucha, la presidente dijo ese mismo día que “tenemos que garantizar que quien
conduzca este Estado argentino tenga las mismas ideas sobre autonomía, sobre
soberanía, sobre ingreso popular, sobre el trabajo de los argentinos, sobre la
ciencia y tecnología”. Los indignados del jueves que son los resfriados del fin
de semana piensan lo contrario. Si el final apocalíptico del gobierno de Raúl
Alfonsín fue parte de la educación presidencial, para que Carlos Menem
entendiera los límites de lo que le estaría permitido, los pujos judiciales y
económicos contra el gobierno de Cristina van dirigidos a impedir la
continuidad programática que ella reivindicó o en todo caso a ilustrar a todos
los interesados sobre los costos del atrevimiento. Maurizio Macrì es el único
precandidato que no necesita de esa advertencia: él proviene del otro lado del
mostrador. En sus seis años de gobierno ya cuadruplicó la deuda externa de su
municipio. Esta semana incurrió en un notable acto fallido: “Gobernar es
escuchar, lo contrario a lo que piensa la presidente”, dijo el alcalde porteño,
aún bajo proceso por escuchas ilegales a una víctima del atentado a la DAIA.
Cuestión de tamaño
Cada policía midió lo que le
convenía a su respectivo gobierno, lo cual no es un signo de madurez
institucional. Un cálculo alternativo fue realizado por La izquierda Diario, la
publicación electrónica del Partido de los Trabajadores Socialistas que integra
el Frente de Izquierda y los Trabajadores: desestimó tanto los 400 mil
manifestantes que vio la
Metropolitana (“Clarín y la Policía de Macri desafían
las leyes de la física. En la pelea por la opinión pública, el ridículo no
tiene límites”), como los 50.000 de la Federal. Con métodos para el cálculo de
multitudes desarrollados por la
Universidad de California hace medio siglo, tomando en cuenta
las dimensiones del lugar donde ocurren los hechos y la fluidez o densidad de
la multitud, y perfeccionados luego con nuevas tecnologías, concluye que si se
toma en cuenta la superficie de la
Plaza de Mayo que fue ocupada por la marcha (con los canteros
vacíos), las nueve cuadras desde el escenario hasta el punto de inicio en Plaza
Lorea, por Avenida de Mayo y las laterales Yrigoyen y Alsina, y se tiene en
cuenta que el uso de paraguas aleja cualquier posibilidad de agolpar cuatro
personas por metro cuadrado, “el número arrojado por la Policía Metropolitana
y publicitado por Clarín es absolutamente ridículo. Un cálculo que desafía no
sólo los métodos científicos más actuales, sino principios básicos de la
física, desde Pitágoras a Newton”. Para LID el número real de asistentes fue de
entre 70 y 90.000. Esta es una cifra nada desdeñable si se piensa que las
movilizaciones conmemorativas de cada 24 de marzo atraen a un número que según
los años oscila entre 50 y 100.000 personas. Según el diario de la izquierda,
quienes participaron eran “básicamente de la clase media capitalina, votantes
de Macri, de promedio de cuarenta y cincuenta años para arriba”. Incluían
“parejas y grupos familiares, cincuentones, a veces del brazo de sus hijas
(sólo allí se vio la mayor participación juvenil)”. LID también señaló “la
notoria ausencia de contingentes juveniles, que sí había mostrado la oposición
en el conflicto del campo del 2008, donde sectores universitarios marchaban en
ciudades como Rosario o Córdoba. Pareciera que, generacionalmente, la derecha
no tuviera futuro”. Al cotejar distintas situaciones también indica que los
fiscales de Comodoro Py no son “nuevas figuras convocantes de la oposición”,
reconocidas por la multitud, como Alfredo De Angelis durante el lock out
agrario o Blumberg en 2004. Advierte también la ausencia de “sectores de la
clase media ‘progresista’ del tipo de los viejos votantes de Pino Solanas.
Distinto que en el 2008 en Palermo o en el Monumento a la Bandera rosarino, esta vez
la clase media tuvo una expresión más acotada, casi exclusivamente de los
sectores más pudientes”. Con comprensible pudor trotskysta omite cualquier
referencia a las banderas rojas que en 2008 acompañaron a la Sociedad Rural y
que esta vez se abstuvieron, lo mismo que el grupo político y sindical de Víctor
De Gennaro y Claudio Lozano. Añade que la marcha tuvo réplicas menores en
Córdoba, Tucumán, Rosario, Mendoza, Mar del Plata y otras ciudades “que
expresaron el mismo y acotado sector social”. Este nuevo episodio en la guerra
de desgaste contra el Gobierno no le parece que se acerque a definiciones, pese
al salto de intensidad de la imputación a la presidente por parte de Nisman. En
una columna de análisis, La
Izquierda Diario explica que si en las jornadas de fin de
siglo “la clase media actuaba como uno de los motores de un cuestionamiento
profundo al régimen político y social imperante, el fin de ciclo kirchnerista
la encuentra motorizando la construcción de una oposición patronal gorila y
reaccionaria. Un giro copernicano que viene a (re)demostrar la volatilidad de
una clase social fragmentada a la que la ideología ‘ciudadana’ –que expresó
esta movilización– calza como anillo al dedo. La relativa estabilidad
económica, aún con elementos recesivos, juega su papel. La atadura de las
finanzas provinciales al estado nacional actúa como una suerte de látigo para
quienes quieran sacar los pies del plato. Por ahora, parece que todo seguirá
igual, aunque las tensiones internas sigan creciendo en cuotas. La ausencia de
la perspectiva ‘golpista’ implica, necesariamente, la guerra de desgaste, lo
que supone imponer condicionamientos al gobierno y, a largo plazo, liquidar al
kirchnerismo como factor político. Pero sin una recuperación de figuras
políticas fuertes en la oposición, el plan renguea”. Revivida después de la
muerte de Nisman, la oposición levantó su moral. “Pero los paraguas no pudieron
ocultar los límites del contenido social y político de esa multitud. Las clases
medias altas que hegemonizaron la jornada no parecen tener ningún efecto
expansivo, como en alguna medida habían logrado el ingeniero Blumberg en 2004 y
los empresarios rurales en 2008. Quienes llevaban los paraguas hace tiempo eran
antikirchneristas. Los fiscales ‘silenciosos’, por su parte, tienen prontuarios
que complican cualquier plan de convertirlos en héroes populares. Y además, la
oposición que fue parte del 18F
tiene la contradicción de que la marcha era una, pero son siete los
pre-candidatos a presidente que intentan capitalizarla. Es mucho”, se cierra
otro de los artículos de LID. El diario también realizó una encuesta entre sus
lectores. El 10 por ciento se pronunció “a favor del 18F ”; el 36 por ciento “en
defensa del gobierno” y el 54 por ciento ni con uno ni con los otros.
Políticos y antipolítica
El hijo del historiador José Luis
Romero escribió que los políticos asistieron a la marcha “vestidos de
ciudadanos y mezclados con el resto”. Al hacerse cargo con su disimulo del
discurso de la antipolítica ponen límites a la movida impulsada por Comodoro Py
con generoso apoyo empresarial, del sindicalismo opositor y del Grupo Clarín,
que el viernes consiguió un nuevo fallo para seguir sin adecuarse a la ley
audiovisual. Así, el rol político que asume la justicia coincide con la
despolitización de los políticos. Esto funciona para la exaltación emocional
ante una muerte que se intenta presentar como un asesinato y endilgarselo al
gobierno. El problema es que ni en las PASO ni en las elecciones generales los
conmovidos manifestantes encontrarán boletas de TN ni de la exposa del fiscal
Nisman, sino de esos políticos que no osan decir su nombre y que se disimulan
entre el gentío. Sus alternativas pasan por perder, una vez más dispersos, o
ganar con la unión que les reclama desde hace años el Grupo Clarín, y
reproducir la catástrofe de la
Alianza , que a duras penas alcanzó los dos años de gobierno.
El escritor Marcelo Birmajer calificó la muerte de Nisman como “el suceso más
luctuoso de la democracia, desde 1983” ,
con el único precedente del loperreguismo, y la atribuyó a la “tradición
peronista”. El guionista de Lanata tal vez estuvo distraído durante los 24
meses que alcanzó a durar el último gobierno ajeno a esa tradición abominada:
comenzó con dos muertos y 40 heridos por la Gendarmería en el
puente que une Chaco con Corrientes el 17 de diciembre de 1999, y terminó con
otras tres docenas de muertos en todo el país durante la caza al hombre del 19
y 20 de diciembre de 2001.
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