Nicolás Maduro cumplió
Maduro presidente
Para alegría de los defensores y
seguidores del proyecto socialista que encabezó desde 1998 el líder Hugo Rafael
Chávez Frías, tal y como anunciaron las diversas encuestas, el chavista Nicolás
Maduro es el nuevo presidente de Venezuela.
En una corta pero intensa campaña
—25 multitudinarias concentraciones— el ex chofer del metro de Caracas, y
aliado de Chavez desde 1992, con discursos encendidos, como suerte de juramento
a la memoria de su padre político, se comunicó con sus seguidores en todos los
estados de Venezuela.
Un sombrero de yarey, lleno de
colores, lo vistió en uno de esos discursos; en otro tocó los tambores como
debe hacer en las fiestas a las que asiste, y en Lara “picheó” besos para el
público hacia uno u otro lado, para hacer reír a una audiencia que lo reconoce
como el candidato de Hugo Chávez, el gobernante que devino adalid en América
Latina y las regiones más desfavorecidas del mundo.
Los medios de difusión de
derecha, venezolanos o no, han criticado al candidato socialista: que si bailó
como burla a su principal opositor Henrique Capriles, que si ha transitado de
chofer a presidente, y, como siempre sucede, apenas han reconocido que es un
excelente orador, con un carisma especial, un hombre atractivo y carismático
que recuerda su vinculo con el rock y los deportes.
Claro, la votación por Maduro
tuvo un ingrediente singular: los electores seguían el deseo de su líder, Hugo
Chávez, que vio en su canciller y luego vicepresidente, al sucesor ideal para
cumplir con su legado.
El presidente electo este 14 de
abril, está comprometido a cumplir el programa con el que Chávez ganó las
elecciones en octubre del 2012. No será fácil, como no lo ha sido ningún
proceso revolucionario. Precisamente, porque está consciente de la descomunal
tarea que tiene sobre sus hombros, Maduro ha llamado a la unidad bajo el lema
“Todos somos Chávez”, para emprender diferentes misiones como las dirigidas en
contra de la violencia y la corrupción, además de llevar adelante la
construcción de viviendas, labor muy importante para satisfacer la demanda de
las personas pobres.
Venezuela, un país rico en
recursos —petróleo en particular— puede desarrollar una política inteligente y
audaz para eliminar la pobreza en un lapso relativamente corto y convertirse en
modelo y, a la vez, locomotora para el resto de América Latina y otras naciones
del mundo.
Por eso, Caracas, en el cierre de
la campaña electoral, el jueves 11, se vistió de rojo. Siete avenidas repletas
de hombres, mujeres y niños, recibieron a Maduro y el resto de su gabinete
gubernamental. Todos eran Chávez. El actual presidente de Venezuela lloró al
recordar a su padre político; se rodeó de su familia y la de su líder; con
humildad convocó a los votantes engañados por la derecha a estar en su bando
ganador; les pidió a las mujeres, a los jóvenes, a los trabajadores que
estuvieran alertas, que no se dejaran provocar y pensaran que si lo querían
como presidente tendrían que ir a votar. Este domingo obtuvo los resultados:
aquella marea roja se convirtió en millones de votos que lo han convertido en
el primer obrero mandatario de Venezuela, y uno de los pocos en el mundo que
desde la condición proletaria han ascendido a la silla presidencial. Ahora, el
sencillo trabajador Maduro, quien ganó al inmaduro burguesito, comienza una
tarea mucho más difícil y hermosa, que lo puede llevar al corazón de la mayoría
de sus compatriotas.
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