El Premio Nobel de la Paz
3 MAYO 2012 58
Apenas hablaré del pueblo cubano,
que un día barrió de su Patria el dominio de Estados Unidos, cuando el sistema
imperialista había alcanzado la cúpula de su poder.
Hombres y mujeres de las más
diversas edades se han visto desfilar el 1º de Mayo por las plazas más
simbólicas de todas las provincias del país.
Nuestra Revolución surgió en el
lugar menos esperado por el imperio, en un hemisferio donde actuaba como dueño
absoluto.
Cuba pasó a ser el último país en
librarse del yugo colonial español y el primero en sacudirse de la odiosa
tutela imperialista.
Pienso hoy fundamentalmente en la
hermana República Bolivariana de Venezuela y su lucha heroica contra el saqueo
despiadado de los recursos con que la naturaleza dotó a ese noble y abnegado
pueblo, que un día llevó sus soldados a los rincones apartados de este
continente para poner de rodillas al poderío militar español.
Cuba no necesita explicar por qué
hemos sido solidarios, no solo con todos los países de este hemisferio, sino
también con muchos de África y otras regiones del mundo.
Cooperar con otros pueblos
explotados y pobres fue siempre para los revolucionarios cubanos un principio
político y un deber con la humanidad.
Me satisface enormemente
observar, como hice ayer a través de Venezolana de Televisión y TeleSur, el
profundo impacto que produjo en el pueblo hermano de Venezuela la Ley Orgánica del
Trabajo promulgada por el líder bolivariano y Presidente de la República , Hugo Chávez
Frías. Jamás vi nada parecido en el escenario político de nuestro hemisferio.
Presté atención a la enorme
multitud que se reunió en plazas y avenidas de Caracas y, en especial, las
palabras espontáneas de los ciudadanos entrevistados. Pocas veces vi, y tal vez
nunca, el nivel de emoción y esperanza que estos ponían en sus declaraciones.
Se podía observar con claridad que la inmensa mayoría de la población está
constituida por trabajadores humildes. Una verdadera batalla de ideas se está
librando con fuerza.
Rafael Correa, presidente de
Ecuador, declaró valientemente que más que una época de cambio estamos viviendo
un cambio de época. Ambos, Rafael Correa y Hugo Chávez, son cristianos. Obama,
en cambio, ¿qué es, en qué cree?
Al cumplirse el primer
aniversario del asesinato de Bin Laden, Obama compite con su rival Mitt Romney
en la justificación de aquel acto perpetrado en una instalación próxima a la Academia Militar
de Pakistán, un país musulmán aliado de Estados Unidos.
Marx y Engels nunca hablaron de
asesinar a los burgueses. En el viejo concepto burgués los jueces juzgaban, los
verdugos ejecutaban.
No hay dudas de que Obama fue
cristiano; en una de las vertientes de esa religión aprendió el oficio de
transmitir sus ideas, un arte que le significó mucho en su ascenso acelerado
dentro de la jerarquía de su partido.
En la declaración de principios
de Filadelfia, en julio de 1776, se afirmaba que todos los hombres nacían
libres e iguales y a todos les concedía su creador determinados derechos. Por
lo que se conoce, tres cuartos de siglos después de la independencia, los
esclavos negros seguían siendo vendidos en las plazas públicas con sus mujeres
e hijos, y casi dos siglos después Martin Luther King, premio Nobel de la Paz , tuvo un sueño, pero fue
asesinado.
A Obama el tribunal de Oslo le
obsequió el suyo y se había convertido casi en una leyenda. Sin embargo
millones de personas deben haber visto las escenas. El Premio Nobel Barack
Obama, viajó aceleradamente a Afganistán como si el mundo ignorara los
asesinatos masivos, la quema de libros que son sagrados para los musulmanes y
los ultrajes de los cadáveres de las personas asesinadas.
Nadie que sea honesto estará
jamás de acuerdo con los actos terroristas, pero ¿tiene acaso el Presidente de
Estados Unidos el derecho a juzgar y el derecho a matar; a convertirse en tribunal y a la vez en
verdugo y llevar a cabo tales crímenes, en un país y contra un pueblo situado
en el lado opuesto del planeta?
Vimos al Presidente de Estados
Unidos subiendo al trote los peldaños de una empinada escalera, en mangas de
camisa, avanzar con pasos acelerados por un pasillo volante y detenerse a
endilgarle un discurso a un nutrido contingente de militares que aplaudían con
desgano las palabras del ilustre Presidente. Aquellos hombres no eran todos
nacidos ciudadanos norteamericanos. Pensaba en los colosales gastos que eso
implica y que el mundo paga, pues ¿quién carga con ese enorme gasto que ya
rebasa los 15 millones de millones de dólares? Eso es lo que ofrece a la
humanidad el ilustre Premio Nobel de la
Paz.
Fidel Castro Ruz
Mayo 3 de 2012
7 y 50 p.m.
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