"Porque cuando una
persona es muy grande,
ya no tiene nombre,
porque le queda
chico"
Eva Zürn.
Tengo que cubrir este capítulo
y lo cubro con un amor de verano
con una brasa encendida debajo de los pies
con la cama bien tendida
con los pómulos fervientes.
Si al traje que te entrega
cuando sale el sol a la luz de la muchedumbre
pudiera yo, arrancarle unos botones
y agregarle algunos colores,
serían un azul ultramar, perdido en un ocaso osado.
Se volverían lágrimas los bostezos,
se entregaría la virgen al monte,
se volverían los ojos ciegos
y serían lapidados los muertos,
lapidados con cemento, con cal, con salmuera, con brazos
de hombres cansados,
de esos que no frenan.
Volveríamos a soñar juntos,
como en el patio de aquel Enero
donde las gentes apretada, en la ciudad inquieta,
se volvían tablas, inmóviles, ante los sueños.
Y aunque las verdades, les hagan sangrar
como las cortaderas de afuera,
lo que está dentro no basta solo.
Y fuimos de la mano,
contando hasta 3…
1
2
3…
Y se volvió este lugar de maravillas
una carroza colosal,
y aprendí a apretar bien las sienes
hasta hacer surgir un ladrillo,
y aprendí a contar,
con tus dedos y los míos
(para sumar más).
Pero no basta tanto amor ferviente,
no basta un grito desesperado,
ni un desamparado
en el agua metido hasta las orejas.
Basta respirar, y largar aire húmedo,
y mezclarlo con semillas,
y volver el patio, una casona
una sonrisa, millones de caras.
No te preocupes, que no creo en Dios
pero si en los amores de verano,
ahora miro al cielo, y te hablo a vos,
se amontonan y salpican
de amor, extrañeza,
los compañeros.
Mi cuerpo es débil, claro como la luna
y se abarrotan en las manos, las gotas
(del cielo, de ellos)
explotan y salen
se van y forman estrellas
pero vos
que no querés estar lejos,
volvés,
y sos piedra,
acá en la tierra, y solo en ella.
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