El 20 de septiembre de 1974 Julio
Troxler era asesinado por la Triple A
Junio de 1955. Era aquél un
Buenos Aires muy distinto del actual. La cabeza de un hombre muerto que cuelga
por la abertura sin vidrio de la puerta del trolebús de la línea 305 y los
cadáveres de dos mujeres tendidas en el empedrado, conforman una de las fotos
más terribles de aquel 16 de junio de 1955, cuando oficiales de la Aviación
Naval bombardearon Plaza de Mayo en un intento por terminar con el gobierno del
presidente constitucional Juan Domingo Perón que había sido reelegido sólo tres
años atrás con el 68% de los votos.
Hasta hoy nunca se conocieron
cifras precisas sobre el número de masacrados por la metralla y las bombas
lanzadas desde los aparatos de la aviación naval. El propio Perón, según
algunos de los que vivieron aquella circunstancia trágica para la Argentina y
su gente, se negó a que se diera a conocer el balance de muertos y heridos.
El día había amanecido lluvioso;
la temperatura no superaba los 4 grados y la rutina de la ciudad era la normal.
A las 12.40 se arrojaron 10 toneladas de bombas que provocaron más de 300
muertos entre mujeres, trabajadores y niños.
Muchos más de 50 fueron
reconocidos en las morgues por sus delantales blancos. Entre quienes allí
cayeron había peronistas, antiperonistas, católicos, creyentes de todo credo,
ateos, todos argentinos asesinados en nombre de Cristo, de la libertad y de la
democracia.
Comenzamos la biografía de hoy
haciendo referencia a los hechos de junio del 55, pues la vida y las muertes de
Julio Troxler están relacionadas con el peronismo -para la primera- y los
gobiernos de facto -para las segundas-. Y si, plural, puesto que Julio Troxler
-tal como se apuntara con “la” Arrostito- también sufrió dos muertes, fallida
la primera, exitosa y definitiva la segunda.
Después de la furia desatada por
los sediciosos (término con que los califica el artículo 22 de la Constitución
Nacional) contra, básicamente, el peronismo, objeto de su ira, se promulgó
aquél inolvidable y ridículo Decreto 4161 que, de no haber sido por lo trágico
de sus consecuencias, resulta patético. Vieja y primita costumbre argentina: el
nuevo en el poder aplasta y destruye todo lo hecho por el opositor.
La reacción frente al movimiento
golpista fue la formación de un grupo de oficiales (pocos), suboficiales y
civiles que se aprestaron a poner manos a la obra para volver todo al cauce
institucional. La Proclama revolucionaria del Movimiento de la Recuperación
Nacional, suscrita por los generales Valle y Tanco, iba a ser leída cuando se
pusieran en marcha los engranajes del movimiento gestado.
De allí que grupos de civiles,
convocados ad hoc, se reunieran en distintos lugares a la espera de la señal
convenida para recuperar el poder. Según Troxler “En cada lugar se emprendía la
realización de panfletos, de pintadas y también de acciones violentas, todo
acorde con la característica de cada compañero, dispuesto a encarar una u otra
tarea. Era una forma de resistir a los usurpadores [...sin embargo] No hubo
ningún plan a nivel gremial o político para organizar la defensa.
Nadie compartía la creencia de
que iban a darse males mayores. La gravedad de los sucesos del 55 nos debía
haber advertido - yo estuve presente en el bombardeo de Plaza de Mayo- que
estos asesinos, uniformados y civiles, estaban dispuestos a cualquier cosa con
tal de tener el poder. Más aún, los hechos del 55 indicaban fundamentalmente la
voluntad de castigar y aterrorizar al pueblo con un baño de sangre ” .
1956
El General Valle confiaba en que
la revolución triunfaría sin derramamiento de sangre, que sencillamente, había
que hacer que la gente acudiera a la Plaza de Mayo y con su acto de presencia
respaldara el regreso de Perón al país. Como en un nuevo “17 de Octubre” la
participación popular sería el fiel de la balanza.
Pero las cosas no resultaron así.
El coronel (R. ) Desierto Fernández Suárez, Jefe de Policía de la provincia de
Buenos Aires fue el responsable de las detenciones. Civiles y militares en los
lugares elegidos para emprender la acción que consagraría el regreso de las
instituciones al cauce democrático, fueron cayendo apresados. El jefe de la
Unidad Regional de San Martín, era Rodríguez Moreno.
Los grupos de civiles y militares
que respondían a Valle fueron cayendo en manos de las fuerzas leales al
gobierno golpista que, sin siquiera un juicio sumarísimo y, en muchos casos,
habiendo sido detenidos cuando no estaba en vigencia la pena de muerte, fueron
fusilados cobardemente.
Es el caso de Troxler, quien fue
detenido junto a: Carlos Livraga, Reinaldo Benavídez, Norbero Gavino, Miguel
Angel Giunta, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Horacio di Chiano, Rogelio
Díaz, Carlos Lizaso, Juan Carlos Torres, Mario Brion, Vicente Damián Rodríguez.
Ese día de junio, Troxler llega a
la casa de Florida en que tendrá lugar el comienzo del drama. Cuando llama a la
puerta, ésta se abre de golpe y lo atienden un sargento -a quien él conoce- y
dos vigilantes quienes le apuntan con sus armas. Troxler apenas se inmuta pues,
a pesar de sus 29 años, hay en él cierta vocación militar que lo llevó a
ingresar como oficial en la policía bonaerense, si bien, disiente con ciertas
prácticas, se retira de la fuerza.
Luego todos los detenidos son
subidos a un camión, se les informa escuetamente que serán conducidos a La
Plata. La realidad es que ya pesaba sobre ellos la orden de fusilamiento, y en
lugar de ir camino a La Plata el destino serán los basurales de José León
Suárez. Troxler, quien conoce el lugar, se da cuenta que no los llevan hacia La
Plata sino que van en sentido contrario. Por un momento cree que van para Campo
de Mayo, pero cuando el camión se detiene en los basulares de José León Suárez,
aprovecha cierta estupefacción de los policías que vigilan, para atropellar
contra ellos y escapa. La suerte corrida por los demás serían las balas. Pocos
sobreviven para contarlo, 7 en total.
El hecho de que Troxler -entre
otros pocos- se hubiera salvado, le permitió al periodista Rodolfo Walsh
reconstruir los hechos en una insuperable obra que tituló “Operación Masacre” y
que, llevada al cine, contó con la participación de Julio quien, además de
representar su propio papel, era quien relataba ciertas partes de los hechos.
Troxler se exilió primero en
Bolivia, pero continuará luego su militancia en la resistencia peronista.
Con la vuelta del peronismo al
gobierno, en la provincia de Buenos aires llega a la gestión como gobernador el
Dr. Oscar Bidegain, quien simpatizaba con la “Tendencia”, es decir, con el ala
izquierda del peronismo. Durante esa gestión Julio Troxler se desempeñará como
Jefe de la Policía de la Provincia hasta que renuncia.
El crimen
20 de septiembre de 1974. Julio
Troxler fue asesinado en plena calle una mañana de iba a la Facultad de Derecho
donde trabajaba. En ese momento tenía 52 años.
Se lo llevaron a Barracas en un
Peugeot 504 color negro con cuatro hombres en el interior. El coche ingresó por
la calle Arcamendia hasta desembocar frente al elevado paredón de ladrillos que
limita con el terraplén ferroviario. En ese momento, los ocupantes del coche lo
obligaron a bajar y le ordenaron caminar hacia la calle Suárez en el mismo
sentido del vehículo. Julio caminó unos pasos con las manos atadas a la espalda
y cayó fulminado por una ráfaga de ametralladora disparada de un auto.
Lo mataron en el pasaje Coronel
Rico de Barracas. Horas más tarde un comando de las AAA se atribuía el hecho
criminal enviando una foto a la prensa del documento que habilitaba a Julio
Troxler a ingresar a la residencia del general Perón en la calle Gaspar Campos
de Vicente López. El comunicado de la Triple A decía: “La lista sigue. Murió
Troxler y el próximo, para rimar, será Sandler”. Se hacía referencia con esto a
una lista que habían difundido con anterioridad con los nombres de Rodolfo
Orteña Peña, Curuchet, López, Troxler, Sandler, Sueldo, Bidegain, Cámpora,
Laguzzi, Betanín, Villanueva, Firmenich, Caride, Taiana, Añón y Arrostito.
Troxler militaba en espacio del
peronismo revolucionario en el que se encontraban, además, Envar el Kadri,
William Cooke y Gustavo Rearte.
Troxler, una de las víctimas de
la Triple A, es hoy una de las claves que sigue la Justicia para citar a Isabel
Martínez de Perón en el marco de la causa judicial por los asesinatos de dicha
organización.
Fuente: www.loquesomos.org
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