lunes, 5 de agosto de 2013

Enrique Angelelli



- Oración de mi Sacerdocio

Siento que mi tierra, dolorida y
esperanzada, reza y canta
con su historia, vida y mensaje...
Peregrina conmigo, en mi carne y
en mi sangre,
me parece escucharla con su chaya.

En esta Roma pecadora y fiel,
un día floreció en mí una Unción...
"Sacerdote para siempre"
me dijiste entonces, Señor.

Veinticinco años vividos por esos caminos
de Dios,
con mañanas de Pascua y tardes de dolor,
con fidelidades de hijo y debilidades
de pecador,
con las manos metidas en la tierra
del hombre...
de este pueblo tuyo que me entregaste,
 Señor.

Mi vida fue como el arroyo...
anunciar el aleluya a los pobres
y pulirse en el interior;
canto rodado con el pueblo
y silencios de "encuentros"...
contigo... solo... Señor.

Mi vida fue como el sauzal...
pegadita junto al Río
para dar sombra nomás.

Mi vida fue como el camino...
pegadita al arenal
para que la transite la gente
pensando: "Hay que seguir  andando nomás".

Mi vida fue como el cardón...
sacudida por los vientos
y agarrada a Tí, Señor;
vigía en noches de estrellas
para susurrarle a cada hombre:
"Cuando la vida se esconde entre espinas,
siempre florece una flor".

Mi vida canta hoy dichosa a Ti, Señor...
Es misterio que se hizo camino
ya andado un buen trecho, Señor...

Mesa que acoge y celebra
los racimos ya maduros
que tu Sangre fecundó.

Todo esto soy yo, Señor...
un poco de tierra y un Tabor,
veinticinco años de carne ungida
con un Cayado, un pueblo y una Misión.

Hoy la tumba de Pedro es la Mesa
de esta Eucaristía, Señor...
en mis manos renace, como entonces,
la Nueva Carne del Amor.

Pablo, tu Vicario, me sale al encuentro
como un hermano mayor...
Me dice al oído: "Hermano,
confirmo tu Fe y tu Misión,
recibe el ósculo de la paz
y lleva a tu pueblo mi bendición".

Y... mientras se encienden las estrellas...
allá, lejos, sigue floreciendo el amor.
Por este Sacerdocio tuyo,
que es mio y de tu pueblo,
muchas gracias, Señor.

Es hora que me despida
de esta Roma que me ungió,
con un Credo agradecido
a la Iglesia que me engendró
y con la esperanza de María,
¡hasta La Rioja, Señor!

La Patria está gestando un hijo
con sangre y con dolor...
Lloran los atardeceres
esperando que el hijo nazca
sin odios y con amor.

Mi tierra está preñada de vida
en esta noche de dolor,
esperando que despunte el alba
con un hombre nuevo, Señor.

Enrique Angelelli



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