La genialidad de Chávez
26 Enero 2012
El presidente Chávez presentó
ante el Parlamento de Venezuela su informe sobre la actividad realizada en 2011
y el programa a ejecutar en el año actual. Después de cumplir rigurosamente las
formalidades que demanda esa importante actividad, habló en la Asamblea a las
autoridades oficiales del Estado, a los parlamentarios de todos los partidos, y
a los simpatizantes y adversarios que el país reúne en su acto más solemne.
El líder bolivariano fue amable y
respetuoso con todos los presentes como es habitual en él. Si alguno le
solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le concedía de
inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había saludado
amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió su
informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi
atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que
pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una
incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo
él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón”
que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas
adoptadas.
Después de cerciorarse sobre el
término exacto empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con
una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una
palabra, prosiguió serenamente su exposición.
Fue una prueba insuperable de
mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable estirpe humilde, con
emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo que había visto e hizo
estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente, que por el estampido
de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y muchos de los adversarios
del Presidente.
Más de nueve horas invirtió
Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que disminuyera el interés
suscitado por sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por
incalculable número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos
problemas en extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que
las ideas que deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo
aquel soldado de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su
inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su
fuerza.
La política para mí es el combate
amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de los publicistas, que
tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes, espectadores y
lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como le llamen, se
empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún respeto; el mismo
que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de pensar.
En el escenario de Venezuela se
libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución
prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado
y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos ocurridos durante más
de medio siglo, y de observar cada vez con mayores elementos de juicio la
azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento humano, uno aprende casi
a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.
Promover una Revolución profunda
no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa historia, pero
inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las potencias
imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
Líderes políticos al estilo de
Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales
mínimas para realizar esa tarea. El primero era además, excesivamente vanidoso
e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la realidad venezolana.
En su juventud había sido miembro del Buró Político del Partido Comunista de
Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina y el papel del
imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de los recursos
naturales del continente. No podía ignorar que en un país inmensamente rico
como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema pobreza. Los materiales
fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas irrebatibles de aquellas
realidades.
Como tantas veces ha explicado
Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor exportador de petróleo
en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a principios del siglo XX
intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico que entregó el país a
los monopolios extranjeros. Es bien conocido que incalculables fondos salieron
para engrosar el patrimonio de los monopolios y de la propia oligarquía
venezolana.
A mí me basta recordar que cuando
visité por primera vez a Venezuela, después del triunfo de la Revolución, para
agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha, el petróleo valía apenas dos dólares el barril.
Cuando viajé después para asistir
a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la “moribunda
Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el barril, a
pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30 desde que
el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico del dólar
dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con papeles.
Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a la economía
del imperio y exportadora neta de capital a los países desarrollados y ricos.
¿Por qué predominaron durante más
de un siglo estas repugnantes realidades?
Los oficiales de las Fuerzas
Armadas de América Latina tenían sus escuelas privilegiadas en Estados Unidos,
donde los campeones olímpicos de las democracias los educaban en cursos
especiales destinados a preservar el orden imperialista y burgués. Los golpes
de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran destinados a “defender las
democracias”, preservar y garantizar tan repugnante orden, en alianza con las
oligarquías; si los electores sabían o no leer y escribir, si tenían o no
viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso carecía de importancia
siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese sostenido. Chávez explica
esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él lo que ocurría en nuestros
países.
Lo que era todavía peor, el
carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la explotación y el uso
del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y la formación de
especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible de las mismas
para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo superior de
subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través de
mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y determina
políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de torturas se
trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a los que se
rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y explotación.
A pesar de eso, no pocos
oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas, intentaron
valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de nuestras
luchas por la independencia.
En Argentina, Juan Domingo Perón,
oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una política independiente y de raíz
obrera en su país. Un sangriento golpe militar lo derrocó, lo expulsó de su
país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973. Años más tarde, bajo la
égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder, asesinaron, torturaron y
desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no fueron siquiera capaces
de defender el país en la guerra colonial contra Argentina que Inglaterra llevó
a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el esbirro Augusto Pinochet,
con su cohorte de oficiales fascistas formados en la Escuela de las Américas.
En Santo Domingo, el Coronel
Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco Alvarado; en Panamá, el
General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y oficiales que sacrificaron
sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las conductas traidoras
personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias tiranías de
Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los militares
revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados en detalles,
y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos educados en
política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.
Sin embargo, hay que ver hasta
donde son capaces de llegar por los senderos de la revolución hombres de tendencia
honesta, que repudian la injusticia y el crimen.
Venezuela constituye un brillante
ejemplo del rol teórico y práctico que los militares revolucionarios pueden
desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros pueblos, como ya lo
hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón Bolívar.
Chávez, un militar venezolano de
humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas
del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente inagotable de inspiración,
Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos
[...] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad…”
“… de Bolívar -dijo- se puede
hablar con una montaña por tribuna [...]
o con un manojo de pueblos libres en el puño…”
“… lo que él no dejó hecho, sin
hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía.”
Más de medio siglo después el
insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar un poema que
Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:
“Yo conocí a Bolívar una mañana
larga,
en Madrid, en la boca del Quinto
Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o
quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
‘Despierto cada cien años cuando
despierta el pueblo’.”
Pero el líder bolivariano no se
limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas no se hacen esperar. Los
países caribeños de habla inglesa, a los que modernos y lujosos buques cruceros
yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en sus hoteles, restaurantes
y centros de recreación, no pocas veces de propiedad extranjera pero que al
menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela el combustible
suministrado por ese país con facilidades especiales de pago, cuando el barril
alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.
El pequeño Estado de Nicaragua,
patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la Agencia Central de
Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de ser rescatado de una
prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por drogas que costó miles
de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha recibido el apoyo
solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la historia de este
hemisferio.
El ruinoso Acuerdo de Libre
Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina,
como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no
solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo
es, sino también en un gigantesco
mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de
proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de
Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.
Los automóviles de uso y otros
bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como los
campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece,
jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son
convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros
vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al
otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados
masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas
están perdiendo ya la vida cada año.
No es posible analizar la Revolución Bolivariana
sin tomar en cuenta estas realidades.
Las fuerzas armadas, en tales
circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y desgastadoras
guerras.
Honduras no es un país
industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor de drogas,
sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por violencia a
causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una importante
base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos. Lo que allí
ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el dantesco
cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir. Entre
ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos
recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las
transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y
sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra
muy distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó
profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.
Aludiendo a la misteriosa
computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a partir del ataque
organizado y suministrado por ellos en pleno territorio ecuatoriano, que
asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes latinoamericanos
desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización
narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en
Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes
norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de
estupefacientes del mundo: Estados Unidos.
Nunca hablé con Marulanda, pero
sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a conocerlo bien.
Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre valiente y
revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no coincidía con él
en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres habrían sido más
que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a un ejército
regular convencional. Su error era concebir un ejército revolucionario armado
con casi tantos soldados como el adversario. Eso era sumamente costoso y
virtualmente imposible de manejar.
Hoy la tecnología ha cambiado
muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha también cambian. De hecho el
enfrentamiento de las fuerzas convencionales, entre potencias que poseen el
arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que poseer los conocimientos de
Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos para
comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera
conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar
el planeta.
A pesar de todo, sostengo el
deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre, buscar soluciones
que le permitan una existencia más razonada y digna.
Desde que conocí a Chávez, ya en
la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del gobierno de Pastrana,
siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y facilitó las reuniones entre
el gobierno y los revolucionarios colombianos que tuvieron por sede a Cuba,
entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y no una rendición.
No recuerdo haber escuchado nunca
a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la paz, ni tampoco
mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él aprecia
particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela y todos
se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y el pueblo
de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.
Deseo expresar mi solidaridad y
estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del Comando Estratégico Operacional
de las Fuerzas Armadas, y recién designado Ministro para la Defensa de la República Bolivariana.
Tuve el honor de conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en
Cuba. Pude apreciar en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez
modesto. Escuché su discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.
Dirigió la organización del
desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza militar
latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros ejércitos
hermanos.
Los yankis nada tienen que ver
con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.
Es sumamente injusto criticar a
Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas que allí se
exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a un país
hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar por los
senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador, “…la más
grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y
gloria”.
Todo nos une más que a Europa o a
los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han
impuesto durante 200 años.
Fidel Castro Ruz
Enero 25 de 2012
8 y 32 p.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario