martes, 31 de enero de 2012

Erewhon reload.


 
Utopías, distopías, ucronías; a quienes nos gustan este tipos de obras muchas veces nos acusan de dejar de lado el aprecio de la calidad literaria de las obras por la fascinación que nos produce el tema.

Imaginar el contraste entre escalas de valores, ambiciones, normas de conducta, potencialidades e historias totalmente distintas –cuando no diametralmente opuestas- produce un goce perplejo y embriagador, un salto a una realidad imposible, que a los aficionados al género nos transforma muy fácilmente en adictos.

De la “Ciencia Ficción” las llamadas ficciones sociales son la joya, entreveradas en cualquier relato o como elemento central; las características de las relaciones humanas, sociales, jerárquicas, económicas, políticas en estos universos de fantasía son el fondo de cocción perfecto para combinar cuales quiera ingredientes.

A fines del siglo pasado el Ingles Samuel Butler publicó un relato de estas características que pronto se hizo un clásico, “Erewhon” ; la novela que lleva el nombre del país imaginario donde transcurre –anagrama de “no where” (ninguna parte)-  y que nos cuenta sobre las tribulaciones de un “self made man” ingles de la época victoriana en su aventura de choque cultural.

En Erewhon la enfermedad y la pobreza eran castigados con cárcel, pero los crímenes de todo tipo, eran tratados como enfermedades; hasta tal punto que un estornudo o una fiebre eran ocultados como cosas deshonrosas y en cambio una estafa o un afano despertaban la conmiseración y los mejores deseos de recuperación…

Pero lo que a mí más me llamo la atención de esta novela (leída con ojos de adolescente, eones  atrás) está referido a la tecnología. A la llegada del héroe a Erewhon encuentra una sociedad culturalmente muy compleja, pero desprovista de tecnologías, como no sean las mas rudimentarias; al tiempo descubre un “Museo” en el que los ciudadanos guardan y exhiben artilugios tecnológicos que el protagonista juzga muy avanzados, al consultar sobre la aparente contradicción de poseer los conocimientos de una tecnología de avanzada pero negarse a su uso recibe una explicación que aun me parece fabulosa; parece que mucho tiempo atrás un sabio erewhoniano dio a publicidad cierto libro en el que explicaba las potencialidades de desarrollo de las maquinas, graficaba la posibilidad de que a partir de la máquina de vapor la evolución de los artefactos los llevaría a desarrollar conciencia, potencia y voluntad; con el consiguiente peligro que esto implicaría para la raza humana…

Alguien escribió un libro y fue tan convincente que todo el país se puso de acuerdo y se detuvo definitivamente el avance tecnológico. He allí lo que me fascinó de forma perenne en este relato, un tipo argumento de forma tal que: convenció a todo un mundo a abandonar completamente una vía de desarrollo en merito de una perfecta exposición de conjeturas. Detener el tiempo por decisión, frenar el progreso por miedo al futuro, encerrar en un museo las ganas de mejorar de toda la raza humana es un razonamiento que aun hoy me resulta cautivador.

Más acá en el tiempo pudimos ver ejemplos de tentativas de usar argumentaciones similares, por ejemplo, en muchas de las acciones del grupo Greenpeace, capaces de exigir conservaciones ecológicas colosales con argumentos clarísimos e irrefutables, pero que nunca asumen responsabilidad sobre cuestiones tales como el desarrollo humano, las necesidades económicas o las soberanías de los países; sueñan con declarar “reserva natural” a toda la amazonia sin preguntarse siquiera de que van a vivir quienes no se conchaben de  guardaparque; pudimos atestiguar las actividades de organizaciones gremiales que son capaces de poner en juego puestos de trabajo para llevar a término medidas de fuerza motivadas en los mas descabellados reclamos; como sucedió en una fábrica de galletitas, que fue a una interminable y conflictiva huelga, a unos difícilmente justificables cortes de ruta, a la pérdida de empleos en reclamo de ¡alcohol en gel!

La pregunta es –para mi humilde entender- si vamos a tomar decisiones complejas en merito de unas interminables cadenas de supuestos y presunciones bellamente hiladas; si tendremos la valentía de hacernos las preguntas difíciles, o apenas aquellas que ya vengan avaladas por su canónica y conveniente respuesta…

Erewhon, no where, ninguna parte; alguien dijo alguna vez “el reino del revés”  donde las riquezas existen para contemplarlas absortos en la belleza de los paisajes, en un arrobamiento que nos permita abstraernos de los poblados misérrimos, de las exiguas condiciones de vida de provincias enteras. Bienudos artistas, políticos devenidos ecologistas, maestritas de escuela alzadas en referentes políticos, ecologistas con olor a intereses financieros  extranjeros, y una vez mas nos terminan obligando a todos a salir corriendo a aprender sobre minería, sobre extracción, sobre cielo abierto, sobre legislaciones nacionales y provinciales, sobre cianuros, y aguas mas o menos potables, sobre polveos, amalgamas, índices y otras yerbas mineras como si uno no tuviera nada mejor que hacer que pasarse el días gambetiando zonceras.

Samuel Butler, a finales del siglo XIX invento el país de ninguna parte, pero –para nuestra suerte- a principios del siglo XXI el argentino Néstor Kirchner nos prometió (y vaya si lo cumplió) “un país en serio” en nosotros queda ahora, si preferimos aquel invento ingles o este invento argentino…


Fernando Luis
La Peñaloza Bs. As.

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