La dignidad compañera de Jorge Di Pascuale
Por Carlos Aznárez
Cuando vinieron a decirnos que también a Jorge se lo habían
llevado, sentimos, en medio del extraño y demoledor silencio de aquel diciembre
furioso, que nos quedábamos un poco más solos. No era para menos, Jorge era más
que un referente para justificar ese camino que habíamos transitado desde que
nos dimos cuenta que al gritar "Perón o Muerte" estábamos diciendo
que se mueran todos los que explotaron a nuestra gente, o simplemente:
"Patria o Colonia" y "abajo el imperialismo".
Como una ráfaga de viento helado, los recuerdos se agolparon
en nuestro cuerpo. Aquéllas jornadas memorables de la Resistencia, donde los
héroes anónimos sembraban de coraje el territorio, y entre tantos, allí estaba
él, nuestro compañero del alma, Jorgito Di Pascuale, trasmitiendo serenidad, y
plantando su rebeldía y coherencia en cada acto de confrontación con nuestros
enemigos de clase.
Revivimos esos tiempos de coherencia sindical, donde Huerta
Grande y La Falda
mostraban que el sindicalismo escribía con mayúsculas sus programas
estratégicos para ir construyendo desde abajo algo que tiempo después
identificamos como poder popular, socialismo, y sobre todo, soberanía,
independencia y justicia social.
Después vimos con asombro y entusiasmo, el desarrollo de una
alternativa concreta para sacudirnos de encima la burocracia nefasta que tanto
mal le había generado a un movimiento que nació y se desarrolló desde abajo y
combatiendo. Allí, en aquellos días de la CGT de los Argentinos, volvió a agrandarse la
figura de Jorge y todos sus compañeros del glorioso Sindicato de Farmacia, en
cuyo histórico y aún extraordinariamente activo local de la calle Rincón, la
mayoría de los que nos zambullimos en la militancia sesentista tuvimos una
segunda casa para forjar nuestra conciencia política.
Quienes seguimos convocando la memoria fértil, recordamos
aquel plenario constititutivo de la
CGTA que se prolongó hasta altas horas de la madrugada y en
el que Raimundo Ongaro proclamaba con inevitables aires de victoria que
"es preferible la honra sin sindicatos que tener sindicatos sin
honra". En esa consigna que después hizo época, estaba resumida y marcada
a fuego para las generaciones venideras la trayectoria revolucionaria de
compañeros como Jorge, como Sebastián Borro, Andrés Framini, Atilio Lopez,
Armando Cabo Agustín Tosco, René Salamanca, Piccinini y tantos compañeros de
marcadas rebeldías gremiales.
Di Pascuale significó mucho a la hora de poner las cosas en
claro, sin titubeos ni especulaciones sectarias u oportunistas. Jamás, como
todos sus compañeros de Farmacia, retacearon la adhesión solidaria con lo que
optaron por los métodos más radicalizados de lucha. Todas las organizaciones
combatientes, desde las FAP y los Montoneros hasta el ERP, fueron defendidos
sin sectarismos ni dobleces. Y qué decir del apoyo otorgado a los eran
encarcelados, torturados o asesinados. En esos días, en que muchos que hoy se
jactan de haber estado donde nadie los vio, brillaba muy alto la estrella
peleona y consecuente de Jorge, haciendo de la dificultad o el traspié, una
nueva fórmula para seguir golpeando a los enemigos del pueblo.
Ponderado por Perón por su lealtad y coherencia, a
diferencia de tantos gremialistas corruptos y traidores, Di Pascuale no tuvo
nunca dudas de qué lado de la vereda del peronismo había que situarse si uno
quería ser consecuente con las banderas revolucionarias proclamadas por Evita.
Con ese espíritu indoblegable enfrentó a los fascistas que se encaramaron en el
Movimiento Nacional, marcó a fuego a los maniobreros y desleales, y se puso a
la cabeza de quienes, con valentía, enfrentaron la violencia siniestra de la Triple A dirigida por
Isabel Martínez y López Rega. Con esa misma combatividad, el golpe militar del
76, lo encontró bien plantado para gritarle a los milicos que, como siempre, no
les iba a dar tregua.
Así llegó ese aciago día de diciembre del 76 en que lo
fueron a buscar para intentar desaparecerlo de nuestras vidas. Ni aplicando
todo el terror del que fueron capaces, lo lograron. Incluso en los sótanos de
los campos de exterminio, Jorge siguió dando testimonio de resistencia, y
cuando sus asesinos creyeron que lo estaban aniquilando, no se dieron cuenta
que el pueblo ya lo habia sumado a sus banderas.
Ahora, querido compañero Di Pascuale, cuando pleno de
triunfo y reconocimiento pises nuevamente la sede de tu viejo sindicato, para
saludarte con tantas y tantos hermanos de militancia, con aquellos que
renunciaron a las prebendas del poder pero no a la lucha y jamás vendieron la
memoria, seguramente nos encontrarás a todos un poco más veteranos, con
cabelleras blancas y menos paciencia de la necesaria. Sin embargo, verás que
como ayer, que muchos aún persisten en la idea de seguir tomando los cielos por
asalto, como vos, con tu ejemplo, nos enseñaste.
Ahora sí, podrás descansar, o al menos intentarlo,
convencido de que en el masivo "Hasta la Victoria, Siempre"
que te brindaremos, estarán resumidas todas las ansias de amor a la vida de
nuestros otros 30 mil hermanos y hermanas de esa gran familia revolucionaria
que a pesar de los pesares, sigue venciendo a la muerte.
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