"Campamento general de los
Llanos de la Rioja, agosto 26 de 1863.
Al Excmo. Gobernador don Domingo
Faustino Sarmiento.
El que firma, con el deseo de
terminar la incesante lucha en que se ve comprometido con las fuerzas mandadas
por V.E. de esa provincia y de las demás, ha dispuesto dirigirse a V.E. para
que le manifieste cuál es el verdadero fin que se propone, al hacer a estas
provincias y a la suya misma una clase de guerra que no dará otro resultado que
el constante derramamiento de sangre argentina y el exterminio y la destrucción
total de la propiedad, porque si el infrascripto se ve en el caso de hacer uso
de los intereses de su provincia para sostenerse, las fuerzas de V.E. que
expedicionan a esta provincia con igual o menos derecho, no sólo hacen uso de
lo que precisan, sino que destruyen todo cuanto encuentran, sin respetar las
propiedades y vidas de los vecinos, haciendo así una guerra enteramente
vandálica y destructura (sic), muy indigna de un gobierno culto y civilizado, y
que si la Nación entera ha puesto en sus manos los recursos con que cuenta, no
lo ha autorizado por eso para exterminar a sus habitantes, ni destruir y
atropellar las propiedades particulares.
En vista de esta dolorosa
situación a que ha quedado reducido el país entero, se dirige el que firma a
V.E., pidiéndole una explicación a esta conducta y de las razones que motivan
al Gobierno Nacional a continuar en el tenaz propósito. V.E. sabe muy bien que
no sólo peleando se triunfa, y que con política y con tomar medidas más
conciliadoras conseguirá lo que no ha de conseguir del modo que se propone.
Persuadido queda el que firma que
V.E. en representación de ese gobierno pesará estas reflexiones e
inmediatamente adoptará el camino que queda para terminar la guerra. No se
negará el infrascripto, ni se negarán sus compañeros de causa a aceptar un
medio que sea prudente y admisible, una vez convenido con V.E. y hecha una
proposición que sea justa.
Queda el infrascripto esperando
el resultado de ésta y hasta tanto ofrece a V.E. las consideraciones de su
aprecio y distinción. Dios guarde a usted.
Ángel Vicente Peñaloza
Agenor Pacheco, secretario en
campaña"
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Tres meses después Peñaloza será
sorprendido en su casa y, tras rendirse al comandante Vera, es asesinado
personalmente por el coronel Irrazábal. La cabeza del caudillo riojano fue
cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta, y su esposa,
Victoria Romero, fue obligada a barrer la plaza mayor de la ciudad de San Juan
atada con cadenas. Al conocer la noticia, Sarmiento escribió: "No sé qué
pensarán de la ejecución del Chacho; yo inspirado en los hombres pacíficos y
honrados he aplaudido la medida precisamente por su forma: sin cortarle la
cabeza al inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis
meses." El "inveterado pícaro" era uno de los generales más
prestigiosos de la Confederación Argentina.
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