CARTA ABIERTA 17, EL DOCUMENTO
SOBRE LA “AGRESION FINANCIERA” CONTRA EL PAIS
Buitres y halcones: crítica de la
economía política del capitalismo de la globalización
1 Siempre la realidad se juega a
varias puntas y en varios paños. Si en Wall Street observamos, bajo el poderoso
influjo de un nombre que provocó novelas, películas, teorías económicas y
metáforas diversas sobre el capitalismo, la nueva actuación de un dominio
financiero aliado a perfeccionados roles de viciadas prácticas judiciales, a
miles de kilómetros de distancia, en el escenario social, comunicacional y de
circulación de nuestra ruta Panamericana, vemos una discusión ostensible sobre
los derechos sociales que emanan de las diversas situaciones que se producen
ante decisiones de gerencias empresariales. Wall Street y la Panamericana son dos
teatros políticos que pueden pensarse conjuntamente.
2 Es evidente un nuevo giro del
capitalismo financiero, que ya no es el que oportunamente describiera
Hilferding con su interesante pero ya extemporáneo realismo crítico. Decía este
autor, que fue ministro de Economía en la República del Weimar, en la Alemania de fines de la
década del ‘20, que “la dominación sobre la producción social queda en manos de
una oligarquía”, lo que en un ciclo de larga duración se ha convertido en un
concepto diferente y ya constituido respecto de lo que se debe llamar
“producción social”. En esta época a la que aún le falta nombre, pero a la cual
no le sería indiferente el de capitalismo de la globalización, encontramos una
novedosísima alianza entre el poder comunicacional, las guerras localizadas de
extremo salvajismo, las guerras interreligiosas que se realizan en territorios
con instalaciones petroleras y represas hidroeléctricas, los dictámenes
jurídicos inherentes a una nueva clase estamental de la especulación en segundo
grado. Se trata ésta de un tipo de especulación sobre la especulación,
formándose fondos de acreencias que se tornan maniobras de ataque jurídico
contra naciones soberanas que repentinamente asisten al proyecto de mengua de
su soberanía ante un nuevo poder agresivo, no militar sino que recurre a
arbitrios jurídicos propios de una legalidad inquisitorial. La dependencia,
como la articulación en una estructura única de países desarrollados y
subdesarrollados, en virtud de la capacidad endógena o inducida de crecimiento,
cuya ruptura sería posible a través de la participación política de grupos
sociales antes marginados, ahora incluye mayores sumisiones superestructurales
como la subsunción jurídica en una legalidad global manejada por los centros
imperiales y la “integración financiera”.
3 Muchas veces se habló de
ciudadanía, espacio cívico de debates y ágoras comunicacionales democráticas.
Valoramos todas estas tesis que provienen de una esperanzada teoría democrática
que resurgiera en los años ‘80 del siglo pasado. Pero es evidente que esos
saberes redescubiertos, bajo los cuales funcionó el alfonsinismo, predicando el
imperio de reglas constitutivas, comenzaron a debilitarse durante los años en
que se percibió que las actividades de corporaciones internacionales y
nacionales, que junto a los medios a los que pertenecían o contribuían a
otorgarles densidad simbólica y operativa –ellas mismas redefinidas según
estilos corporativos que interferían severamente en los libres flujos
económicos que supuestamente informaban su esencia última–, convertían en
relativos y ornamentales las creencias en un libro que versara sobre sociedad
de producción y consumo. En esa reacción se juzgó que la existencia de grandes
colectividades mediáticas y empresariales, nuevas economías basadas en el
avance de artificios biológicos –como la semilla transgénica– sobre la
concepción del territorio fértil como granero alimentario mundial, añadiéndose
a esto nuevos nódulos que posibilitaban la producción de mercancías, imágenes,
enunciados sobre el vivir de “alta gama” –según la expresión impuesta por la
lengua creada por las grandes agencias mundiales que manipulan el consumo
colectivo– tuvo su contrapartida social, el flujo de individuos
desterritorializados, sin vivienda o con su vida precaria como campo de
operaciones de las policías metropolitanas y gendarmerías, en operaciones
violentas de desalojo o, por otra parte, de grupos de economías alternativas
que incluyen las drogas sintéticas, el tráfico de armas o el lavado de dinero
en áreas marginales al sistema económico central, pero funcionales a éste. Es
la productividad en las chatarras de la ilegalidad, que generan sociedades
paralelas funcionales a la razón económica dominante, acompañadas de poderes
armados, complicidades diversas y capturas de sectores desabrigados de la
población, con los que se suele cerrar un círculo vicioso, pues cuando se los
desterritorializa, se olvida que son víctimas de un sistema que los transcribe
como indigentes para luego demonizarlos al borde del prejuicio segregacionista.
Para ello se busca suscitar las reacciones más agazapadas en la oscuridad de
las conciencias, usando gentilicios habituales, de valor fraterno, como
“chilenos” y “paraguayos”, pero para invertirlos. Y así los hacen sinónimos de
una amenaza difusa, que posteriormente sirve para justificar tremendos y
reprobables conceptos, como el de “deportación”. ¿Es que se habla contra las
derechas utilizando los mismos conceptos de las derechas?
4 No es así como todos esperamos
que se traten las necesidades y carencias de sectores de la población que son
víctimas antes que agentes de actos furtivos o comercios ilegales. Si en los
funcionarios del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y de otros territorios
del interior donde no se democratizaron las fuerzas policiales durante 30 años,
estas conductas no dejan de ser previsibles, son inaceptables en las voces que
representan al gobierno nacional. Son inaceptables porque no podemos ignorar
que el discurso de esas derechas capta adeptos cuando estigmatiza a los jóvenes
por su sola condición de tales, propicia la indispensabilidad de vigilar y
castigar hasta a niños en edad escolar y se vale del poder mediático para
condenar a las víctimas de delitos sexuales por su condición de mujer, bella o
adolescente.
5 Son inaceptables y
contradictorias con las políticas axiales del kirchnerismo. El camino recorrido
de inclusión y de avances hacia una mayor igualdad, es sólo el tramo inicial de
un Proyecto que hoy necesita y quiere afirmar y radicalizar formas de
intervención pública para poner límite a los procesos de concentración
económica y defender conquistas distributivas. La élite del gran empresariado
que ha recolectado grandes ganancias durante una década de recuperación
económica, crecimiento industrial, aumento de la productividad de los
trabajadores, excelentes precios para la exportación de granos y una política que
consiguió el predominio de la actividad productiva por sobre la lógica de la
valorización financiera, resiste ahora una necesaria regulación que procura un
reparto más justo de la riqueza y los ingresos. Los proyectos de leyes sobre
“relaciones de producción y consumo” van en la dirección de democratizar la
economía, que proviene de la decisión de los representantes del pueblo sobre
precios, salarios, márgenes de ganancias y garantías de abastecimiento.
Sustraer al mercado de esa intervención democrática es una pretensión
empresaria de apropiarse de beneficios extraordinarios obtenidos sobre la base
de sumergir en la pobreza y la indigencia a las mayorías populares. Controlar
la inflación, que no es una plaga sino una cuestión social, tiene dos caminos: el
elegido de democratizar la economía o el ajuste neoliberal que sacraliza al
mercado, deja los precios y las tasas de ganancias a la “libertad” del gran
empresariado y promueve un “retiro” del Estado predicando la baja del gasto
público. Pero la coyuntura exige aún más: establecer un dispositivo de una más
intensa y decisiva participación estatal en todas las esferas del Comercio
Exterior para defender una cuestión clave para la autonomía económica: el
dominio y defensa de las reservas en divisas. Otras reformas resultan
necesarias para garantizar la hegemonía del poder ciudadano en la economía,
como el cambio de la Ley
de Entidades Financieras, para tomar el control de una esfera que en los
últimos años ha sido un ámbito de permanentes medidas especulativas para la
desestabilización cambiaria, y la siempre pendiente reforma tributaria que
construya un régimen con vocación redistributiva. Estos nuevos escalones
engrosarían todo lo hecho en la dirección transformadora nacional-popular en
once años en que se sucedieron medidas reparatorias de derechos sociales y
decisiones para la reinstalación del activismo estatal, siendo sus hitos
emblemáticos la AUH ,
la reconstrucción de un sistema estatal jubilatorio de reparto, la ley del
matrimonio igualitario, la ley de medios y la estatización de YPF. Pero la
política que las abrazó a todas e impregnó y organizó el sentido de la época
fue la de Derechos Humanos, que constituyó un hecho literalmente
revolucionario, no solamente en el país, sino a nivel continental y mundial con
iniciativas, procedimientos y resultados que avanzaron en el objetivo del
“nunca más” a través de un trípode que más que una consigna fue el eje de esa
política: “Memoria, Verdad y Justicia”. De ella fluye el espíritu que impregnó
el sentido enérgico e irreductible del kirchnerismo. Porque es la fuente del
fuego que envolvió una experiencia política. La fidelidad a la misma no admite
la resignación ni la contemplación de la vida social como una naturalización de
la correlación de fuerzas. El rechazo, a poco de asumir, al plan del bloque de
poder que le presentara el diario La
Nación , por parte del presidente Kirchner, y que incluía la
impunidad del genocidio, fue la materialización de lo que expresara el
estadista a principios del siglo XXI cuando asumiera: “No voy a dejar mis
convicciones en la puerta de la
Casa Rosada ”. Así se quebraron décadas de hegemonía
“posibilista” que cultivaba un falso realismo naturalizante de las relaciones
de poder, internas e internacionales, y se reinstalaba la premisa de la
creencia en el gobernante como sujeto de cambios, como portador de un programa,
como militante de convicciones, como encarnador de la voluntad popular de
cambio, sustituyendo al político-burócrata lector de encuestas y sometido al
dispositivo de supuestas realidades de ciudadanías pasivas y domesticadas,
consumidoras de candidatos y slogans publicitarios que devaluaban a la
política, para dejar a ésta siempre en el mismo lugar: el del beneficio a los
poderosos.
Hoy, luego de once años vivimos
un momento de extremo riesgo. Por primera vez el bloque de los poderosos, de
los que portan el poder económico y el proyecto de articularse con el
capitalismo de la globalización, aunados con una oposición política, en la que
la mayoría de sus referentes abrevan en ese viejo posibilismo acomodaticio
desplazado –basta ver cómo sin ideas ni identidades mudaron del oficialismo a
la oposición y navegaron sin destino fijo entre las distintas variantes de la
misma– ha generado una colusión de intereses para derrotar al Proyecto nacional
y popular, para ahogar la hora de las transformaciones y reinsertar al país en
la “normalidad” del apoliticismo, la desabrida gestión de lo público como si se
tratara de lo privado, y la resignación a la lógica de un país obediente del poder
de las potencias. Servilismo indigno que ninguna ventaja económica justifica.
Sentido “práctico” del consumidor pasivo, del hombre sumiso y la Nación humillada. Esta es
la amenaza. La sustitución abrupta de una épica por la desmovilización de los
cuerpos y las ideas. Nuevas y viejas derechas encarnan este peligro de
restauración de la Argentina
neoliberal, de la pobreza material y espiritual, que enuncian promesas
alimentadas en las esperanzas sobre las inversiones y préstamos extranjeros y
alientan ilusiones sobre la magia mercantil, alienando a las subjetividades de
la participación en la construcción de su propio destino, mientras reclaman por
alabanzas y conductas que seduzcan a esos supuestos agentes del progreso
ordenado. La Argentina
de la mediocre certidumbre y la desesperanza. Este es el peligro que acecha.
6 Continuar con las políticas
nacionales y populares de emancipación significa el pueblo en las calles, su
presencia siempre activa en el espacio público bajo las diversas formas que la
creatividad popular suele generar. La opción democrática demanda una enérgica
participación popular. Sin esa creativa movilización social la nueva oligarquía
empresaria presionará, dilatará, judicializará, aterrorizará con campañas
mediáticas para hacer fracasar la justicia social buscada por las decisiones
prudentes y renovadas de intervención pública. El discurso de un país
normalizado para desmovilizar bajo el pretexto conceptual que el activismo
social es un recurso extremo de épocas excepcionales, es una lectura no ajena a
las reflexiones sobre el fin de ciclo, expresión que involucra menos a un
gobierno que a un estilo de país más justo. Consolidar se consigue al avanzar
hacia más reformas, afirmando la dirección emprendida. Un rumbo democratizante
y con autoexamen genuino de la potencialidad popular. Por eso el pueblo, la
apelación no trivial ni costumbrista de convocar al pueblo al ágora pública, el
estímulo de la protesta justa y la tolerancia, debate y disuasión con aquélla
que abreva en la incomprensión de los procesos populares. Frente al reclamo
popular, fuerzas de seguridad sin armas y política de seguridad democrática
efectivamente aplicada en todo el territorio nacional, como entendía Néstor
Kirchner.
7 Podrían verse los dramas
sociales de la periferias de las periferias (económicas, urbanas,
habitacionales) como una tragedia social que ocurre en la otra punta del gran
escenario en que se debaten los destinos efectivos de los países. No resulta
fácil detectar el cambio de situación en el seno de la globalización
–concentración de pulsiones bruscamente unificadas de consumo de símbolos
culturales en mundo políticos multipolares en lucha, con zonas ineluctables en
guerras de carácter también novedoso, incluso en su ascenso a niveles
desconocidos de crueldad–, con convenios de control financiero que se hallan en
los nuevos tratos que permite la mundialización de los nodos de la mercancía
(judiciales y económicos) que son parte de la reproductibilidad del capital
desmaterializado: sólo son formas de captura de beneficios bajo la acción de un
subproducto original del neocapitalismo, que su alianza privilegiada con
sectores del poder judicial central, sella ahora un poder punitivo nuevo, bajo
la forma de una gendarmería judicial mundial y nuevas coaliciones militares que
instalan conflictos tácitos que luego se vuelve “necesario” reprimir con
sofisticados armamentos que reinician el círculo geopolítico de apoyo a grupos
que reconfiguran territorios y luego a grupos que vuelven a reconfigurarlo en
sentido inverso.
8 La expresión gendarmería
proviene del francés gens d’armes, milicia del señor feudal, que al pasar a las
naciones modernas cumple funciones de resguardo de sus Estados, pero en sus
diversas distorsiones, asistimos ahora a su máxima estribación. La actuación de
las gens d’armes en los más concentrados gabinetes judiciales de Wall Street,
donde el lenguaje de las finanzas se puede resumir ahora en amenazantes y
lacónicas sentencias judiciales, que distorsionan acuerdos de pago sobre las
deudas soberanas hechos en términos del lenguaje capitalista heredado, y que
ahora parece escaso ante la nueva gendarmería judicial-financiera que recorre
el mundo con su apocaliptico mensaje. Ni siquiera el viejo capitalismo, cuya
proterva historia podemos visualizar desde la Liga Hanseática de
los remotos tiempos hasta los acuerdos de Bretton Woods, es una cápsula válida
para contener estos nuevos impulsos irracionales que le quitan un núcleo de
realidad productiva que tenía el capitalismo arcaico, para situar la nueva
lógica irracional en un reproductivismo de un mundo sin naciones, sólo regulado
por la nueva división en regiones financieras de endeudamiento comprendido como
nueva forma de mando imperial. Incluso las nuevas guerras, aparentemente
aisladas de este nuevo giro brutal de la historia financiera de la modernidad,
no se hallan al margen de estos dispositivos pues el control de poblaciones, la
devastación de formas de vida, la destrucción de ciudades, la invocación de
excedentes teológicos para pensar dominios territoriales donde la moneda de
cambio es el señorío de represas o reservas petrolíferas, todos ellos son
hechos que hacen contrapunto a la autocracia avasalladora que se ha instalado
en agencias de nuevo tipo, llegando ahora su cúspide con la alianza conceptual
con jueces de inferior jerarquía de la justicia ordinaria, pero altos cuadros
simbólicos de los holdouts que así llegan al ápice de su éxtasis cuando
contratan permutas de incumplimiento o Swaps (promesas de canje a futuro), una
clase de seguro con el que obtienen ingresos adicionales en caso del cese de
los pagos.
9 La globalización en los
intersticios de la vida cotidiana no sólo significa que los viejos liberalismos
ya están adosados a ella, sino que muchos dignos pensamientos progresistas o de
izquierda, sin que ellos les quite razones en lo específico, son formas
reproductivas complejas de esas lógicas globalizantes, porque aceptan alianzas
implícitas con los medios, que festejan que así se complete el ataque por todos
los flancos a los gobiernos populares, que aun mostrando no pocos aspectos
deficientes y reprobables están en posición de actuar menos subordinados a los
poderes mundiales –el viejo imperialismo que alguna izquierda criticaba y
frente al cual hoy calla–. Existen partidos y alianzas políticas que se prestan
a ser operadores de diversos signos de la nueva economía política del
neocapitalismo –gendarmerías financieras y finanzas con continuidad por otros
medios en oscuras guerras profundamente inhumanas–. Ser de derecha o de izquierda
hoy es serlo en segundo grado. Pensamientos tradicionalistas, como el de
algunos sectores de la Iglesia ,
captan los nuevos riesgos de la actualidad mundial, izquierdas de la tradición
revolucionaria puntualizan temas en sí mismos legítimos que se recolectan en la
gran bolsa de valores de las derechas en batalla. Esta captura toda clase de
temas, ve disolución en la familia si se aprueba un nuevo sistema más justo de
notas en las escuelas secundarias, y en nombre de un legítimo reclamo de evitar
despidos fabriles omite lo que en otros tiempos parecía ser un juicio –una
“cosmovisión” se lo llamaba– sobre el estado real de las fuerzas que están
diseñando un mundo sin naciones, pero no para mejorarlas, sino para ponerlos al
mando de un nuevo formulismo de hegemonías imperiales, que no pueden ser
detectadas con nuestros viejos recursos terminológicos.
10 Argentina promueve un cambio
de época. Agredida por esos fondos buitre, arietes de la financiarización, ha
desplegado actitudes, leyes, discursos y convocatorias que enfrentan los
dispositivos del neoliberalismo. La decisión de no acudir en cumplimiento de
una sentencia de la justicia imperial –cuya argumentación arbitraria devela una
grosera ruptura con la formal igualdad ante la ley instituyendo que el capital
usurario y depredador siempre tiene razón–, la sanción de la ley que dispone el
pago soberano, las auditorías sobre el origen de la deuda externa y la remoción
de funciones a bancos extranjeros que se someten a órdenes extraterritoriales
incumpliendo con los compromisos contraídos con el país constituyen actos de
soberanía nacional que resisten al capitalismo de la globalización y la
superestructura jurídica que éste requiere. No menos corrosivo para este
régimen de expoliación financiera es el debate que se ha introducido, sea en
ámbitos institucionales que las potencias hegemónicas vienen devaluando
sistemáticamente o en otros nuevos, creados en América Latina por los vientos
de una década de renovado espíritu emancipatorio. La histórica votación en la Asamblea de la ONU –donde un país equivale a
un voto– produce un mapa que grafica el sentido del resultado y revela la
voluntad de impugnación sobre el orden establecido que expresaron la abrumadora
mayoría de América del Sur, Asia y Africa, mientras se dejó ver en las
abstenciones la preocupada queja de la Europa , alcanzada por una crisis que no ceja.
Mapa y sentido que evocan al movimiento de los NO ALINEADOS, en el nuevo
emerger de las naciones periféricas y dan cuenta de un liderazgo de la Presidenta argentina
–sus recientes discursos en la ONU
lo ratifican–, en el surgimiento de nuevos vientos de una institucionalidad
rebelde y resistente al poder del Norte. Las declaraciones de la Unasur , el Mercosur, la Aladi , y hasta de la vieja
OEA, han sido efectuadas rechazando el paradigma de Estados Unidos y sus socios
prestamistas (Alemania, Japón, Gran Bretaña) que presionan por derivar los
temas económicos, financieros y otros tantos que son clave para la vida de los
pueblos, a organismos multilaterales con voto calificado –como el FMI– o de
resoluciones por consenso, como en el G20, donde se omite la disidencia bajo el
ropaje de unanimidades que velan la hegemonía de los más poderosos. Vientos
también significados por la lucha contra la territorialidad judicial en los
países emisores de divisas sobre las reestructuraciones de deuda soberana de
las naciones periféricas y por los nuevos bríos de una creciente multipolaridad
–siendo un dato clave la decisión de los Brics de crear sus propios Banco de
Desarrollo y Fondo de Reservas– que combata la lógica hegemónica del
neoliberalismo financiarizador, una transformación que deberá incluir el
fortalecimiento de la institucionalidad regional y la denuncia de los TLC y los
TBI por parte de los países del Sur. Continúa, también, siendo imprescindible
el abandono del Ciadi.
11 Todo esto merece nuevas
convocatorias a que los movimientos populares de todo el mundo se mancomunen en
torno a diseñar un nuevo tipo de humanidad autorreflexiva y de naciones justas,
en lucha democrática contra los nuevos productos de la globalización, con sus
alas encarnadas en el vuelo avizor de los nuevos estilos comunicacionales, que
capturan excedentes pulsionales, así como estos fondos buitre, bien definidos
por Cristina Fernández como “depredadores sociales globales”, se apoderan de
bienes nacionales a través de alianzas genéricas de carácter económico y
judicial, en general tramadas en los secretos gabinetes de la meta-especulación
financiera.
12 Para combatirlos es necesario
organizar nuevos estilos políticos de convocatoria, que no desdeñen un hilván
épico, pero sin desmedro del análisis económico y geopolítico de las nuevas
implicancias de estas acciones depredadoras. En las amplias alianzas sociales y
nacionales que esto implica, será necesario entonces que la interpretación del
conflicto social como los que habitualmente ocurren al costado de la ruta
Panamericana –flujo vital, económico, poblacional, simbólico, técnico, laboral–
no se presten a los habituales considerandos de un macartismo fuera de tono, de
historia y de lugar, proferidos por aquellos dirigentes sindicales cuya
representatividad política está perimida hace algunas décadas. Es necesario
también examinar todo conflicto social por la protección del trabajo, como una
de las extremidades de una totalidad escindida, pero totalidad al fin, en la
que se ha convertido el mundo global, con la emergencia de estos tópicos de
dominio, que crecen peligrosa, amenazante y destructivamente, sobre la
economía, la paz y la vida de los pueblos.
13 Irrumpen en este escenario,
entusiastas y masivos, actos públicos de los movimientos políticos del
kirchnerismo que sostienen las hipótesis del encaminamiento a nuevos mojones y
de la irreversibilidad de lo conquistado en estos años. Toda historia tiene
muchas fuerzas que se muestran y cesan: se quiere afirmar un deseo de custodia
eminente sobre el rumbo complejo de lo actuado. Marchan a una construcción
política de mayor densidad, de una mayor actividad, de un mayor anclaje social
que inevitablemente confrontará, previamente a la disputa en las urnas, cotidianamente
para sostener la continuidad de políticas populares hoy atacadas por quienes
quieren sustituirlas antes de la elección ciudadana. Habrá que enfrentar
provocaciones de todo tipo, presiones devaluatorias e intentos de saquear el
bolsillo popular con carestías y desabastecimientos. En el “mientras tanto” la Presidenta mantiene la
iniciativa política, promueve el debate y la sanción de necesarias leyes, pone
en marcha nuevas políticas de inclusión, jerarquizando el rol del Estado en la
distribución justa de la renta material y simbólica. Aun son muchas las tareas
pendientes, las que se podrán concretar solo a condición de la continuidad de
este Proyecto Político, que no es incompatible con esta Constitución, ni las
Constituciones incompatibles con la capacidad de cada época de rediscutirlas,
no para eternizar ninguna figura, sino para ligar temas centrales de la vida
social con arquitecturas legales modernas.
El desemboque deberá ser una
alternativa que convoque a votar por lo que ha sido el signo para las
transformaciones reclamadas por la voluntad popular, sin concesiones a los
grupos de poder concentrado que bregan por “compartir”, limitar y condicionar
las decisiones del poder soberano. Alternativa por la continuidad de una época
de gobiernos, de experiencias populares y de vivencia nacional que nos
compromete con la Historia ,
con la aspiración de que la escritura que los relate y los describa reconozca
hechos valiosos, conductas dignas y transformaciones sustantivas.
14 Autonomía, autogobierno, democracia
es un grito de resistencia necesario en un momento argentino crucial en que el
bloque de poder económico se aunó en pos de imponer un fin de ciclo, que no se
refiere a un gobierno constitucional meramente, sino al proyecto de fondo de
devolver el país a las grandes fuerzas económicas financiero-comunicacionales
reinstalando un institucionalismo vicario. Sin velo se le alinean las
alternativas políticas con las que se someten a los institucionalismos locales
y regionales. Porque de eso se trata la puja actual: cerrar o seguir abriendo
el espacio para un proyecto e ideales que lo sostienen. Más políticas de
transformación o disciplinamiento y “normalización”. Más Estado y más empresas
públicas o una plétora de capitales ingresando anárquicamente que retome el
sobreendeudamiento y las condicionalidades del capitalismo de la globalización.
Diversificación productiva –atravesada por el aporte local de la Ciencia , la Tecnología y la Innovación – o
especialización reprimarizadora. Avance en la igualdad o sometimiento a la
polarización social naturalizada por la decisión privada no interferida.
Voluntad popular o poder de las corporaciones. Son contradicciones y
encrucijadas que atraviesan al subcontinente, cuya inminencia dramática tendrá
un punto crítico en los próximos comicios brasileños, en los que el capitalismo
de la globalización capturó una alternativa electoral que desafía la
continuidad misma de la construcción de unidad latinoamericana. También el
Frente Amplio en Uruguay afrontará una elección complicada. Como decíamos en
“Defensa e Independencia” –una Carta anterior– nos sentimos navegando en una
tormenta, con dificultades inmensas, y sin embargo con voluntad y actitud para
militar la continuidad del Proyecto, por su sentido que excede la simple sumatoria
de numerosas virtudes, éxitos y defectos y ausencias. Por eso sin ahorrarnos
las críticas sobre estos últimos, ni el elogio sobre las primeras, nos
involucramos como parte, como intelectuales posicionados por ese sentido de
autonomía de una experiencia nacional y popular que lidia con las voluntades de
las minorías poderosas. Acto que, entendemos y sentimos, se nutre en el gen más
antiguo –y sustancial– de la democracia, que hoy se actualiza y enriquece por
los proyectos transformadores de las experiencias argentinas y latinoamericana.
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