El autor presenta dos nuevos libros y reitera su crítica a
la versión oficial de los hechos. Perón, Kirchner y su posicionamiento político para contar la historia del país.
Humilde y tranquilo, con un suéter gris y una mirada tan cálida como su voz, Norberto Galasso, un apasionado de la historia, recibe a Veintitrés en su PH de Parque Chacabuco. Apenas uno entra a su oficina, tiene la sensación de que los libros se le vienen encima desde las diferentes bibliotecas. Su lugar de trabajo está repleto de recortes de diarios, distribuidos por su escritorio, el piso –donde también se adivinan libros desparramados– y al lado de la computadora. A eso se le suman suplementos y cajas de archivo. “Estoy preparando algunas charlas y prólogos que tengo adeudados”, explica Galasso. El motivo de esa demora fue la excusa de esta charla: la publicación de sus últimas dos obras, que aparecieron casi en simultáneo: Historia de la Argentina, desde los Pueblos Originarios hasta el tiempo de los Kirchner, de editorial Colihue, y De Perón a Kirchner, apuntes sobre la historia del peronismo, de Editorial Punto de Encuentro, desde donde el autor discute con la historia oficial.
Una de las líneas fundamentales que sostiene Galasso en Historia de la Argentina, desde los Pueblos Originarios hasta los tiempos de Kirchner, un libro ambicioso que se divide en dos tomos, es que la historia es la política del pasado, y la política actual, la historia del presente. Por ende, mantiene que esta materia no es neutra sino que está cruzada por los más diversos intereses. No es casualidad que los primeros capítulos del libro estén dedicados a las diferentes corrientes historiográficas que interpretaron los hechos del pasado.
“Me pareció importante decirle al lector que hay diferentes interpretaciones de la historia, que provienen de distintos historiadores que tienen determinadas ideologías que se corresponden con corrientes ideológico políticas –afirma Galasso–. Entonces, es lógico que Bartolomé Mitre, que desde su presidencia va a tener una política probritánica, de libre importación, que va a instalar los ferrocarriles y bancos ingleses pensando que la civilización –como decía Sarmiento– está en Europa, cuando mira a la Revolución de Mayo escribe una historia que legitima lo que está haciendo políticamente. Entonces, para Mitre, en la Revolución de Mayo hubo una importante representación de los hacendados, cuando eso no fue así.”
Relata Galasso que hay un historiador llamado Luis Molinari que escribió un libro en la década del ’20 sobre la nula importancia de los hacendados en los hechos de mayo. Pero, curiosamente, ese libro que está en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, nunca fue requerido por nadie. Él y su equipo de trabajo fueron los primeros en buscarlo: “Tuvimos que cortarle las hojas con un cuchillo. Es decir que a ningún profesor de historia se le ocurrió decirle a algún alumno, desde que esta obra se publicó, que estudie este trabajo. El libro estaba cerrado por completo. Esta es una prueba contundente de la influencia de la clase dominante que encontró en Mitre su expresión”.
A la clase dominante le interesa una historia en la que se narre que el Cabildo Abierto estaba repleto de gente respetable, gente como ellos. “Ahora están las actas que demuestran que esos vecinos respetables votaron a favor del virrey –cuenta Galasso–. No es que hicieron la revolución sino que hicieron la contrarrevolución.” No es casualidad que entre las familias que defendieron a la corona en 1810 aparezca un apellido bastante conocido hoy por todos los argentinos: Martínez de Hoz.
Pero así como está la corriente historiográfica liberal-mitrista, también hay otras corrientes que fueron apareciendo en el devenir histórico, según el esquema que explica Galasso. Por caso, cuando José Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930, se generó una línea histórica revisionista de derecha que se sumergió en la historia para encontrar algún parangón con el presente. Desde esta línea se “trató de justificar a Uriburu basados en que Juan Manuel de Rosas era una figura autoritaria que impuso orden –afirma Galasso–. Los historiadores uriburistas encuentran en Rosas al tipo que pone orden en un país donde se había fusilado a Dorrego y había mucha bronca de los gauchos. Utilizan el pasado para justificar su represión”, asevera el historiador.
Por eso Galasso afirma que “no hay historia neutra. La historia está constituida por la heurística, que son los datos. Pero a los datos uno los interpreta y entra en la segunda columna de la historia que es la hermenéutica, que varía según la valoración que uno les da a ciertas cosas”. Así, se le otorga más importancia a una figura que a otra de acuerdo con la ideología de quien lo estudia. “Hay que ser objetivo respecto de las fuentes, pero la interpretación está necesariamente sesgada en función de las ideas del historiador”, sostiene el autor de Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín.
–¿Y usted dentro de qué corriente se ubica?
–En la línea federal provinciana, cuya línea histórica estarían representada por Moreno, Dorrego, el Chacho Peñaloza, Felipe Varela, Yrigoyen, Perón. Por otro lado, como tengo formación marxista, también sería una interpretación socialista nacional, latinoamericana.
–¿Cree que el hecho de que se deba resaltar desde dónde se está escribiendo la historia es un dato que surge a partir de la coyuntura política que se vive hoy?
–Sí, hoy hay una repolitización muy importante. Cada vez que voy a dar una conferencia de historia lo primero que digo es cuál es mi posición: yo soy un socialista nacional que apoya al gobierno de Cristina, que apoyó al gobierno de Perón, porque así, cuando el auditorio escucha, sabe que si estoy hablando bien de Dorrego es porque Dorrego era sumamente popular y se preocupaba por la política del país. Y si hablo mal de Mitre es porque entiendo que hizo un arreglo con los ingleses, endeudó al país, creó los ferrocarriles en abanico que configuraron el modelo agroexportador, que me parece malo porque no da trabajo y es colonial. Esto es así porque yo tengo una determinada posición política. Entonces no engatuso a nadie.
–¿Eso se ocultaba?
–No se decía. Leyendo con mucho cuidado a muchos historiadores de antes, totalmente mitristas, sólo encontré uno que dice que el ejército de San Martín no era argentino sino de “soberanía flotante”. En realidad era un ejército latinoamericano, porque tuvo chilenos y después peruanos. Y eso explica la Unasur actual, no es que la Unasur cayó del cielo.
Si la historia es la política del pasado, la política del presente indefectiblemente hunde sus raíces en ella. Por lo tanto, las explicaciones del presente hay que encontrarlas allí: “Cuando aparece Néstor Kirchner había una crisis total de representatividad de la dirigencia política. Esa misma crisis se dio también en el ’43. Apareció (Juan Domingo) Perón porque los trabajadores buscaban un camino y los dirigentes políticos estaban en la luna y no vieron el fenómeno. El pueblo se encauza por donde puede, improvisa líderes. A Kirchner no lo conocía mucha gente y en el ’43 a Perón tampoco”.
–¿Por eso también usted compara en su libro a la oposición actual con la Unión Democrática?
–Sí, es casi lo mismo. Hoy hay una declinación de la dirigencia muy notable.
–¿Estas semejanzas históricas se dan por una estructura similar que se repite?
–Sí, por la estructura de clase. Uno de los factores es la clase media de la ciudad de Buenos Aires. Con la gestión que hizo Macri es inexplicable que, como dicen las encuestas, lo vote más del 30 por ciento de la sociedad. Hay una gran parte de la clase media que cree que es importante que los trabajadores no tengan protagonismo. Pero eso está empezando a cambiar.
Como pocos libros de historia, Historia de la Argentina… se extiende hasta el gobierno de Cristina Fernández e incluso abarca la muerte de su marido, Néstor Kirchner. El libro se había terminado en septiembre del año pasado, pero al fallecer el ex presidente, el 27 de octubre, Galasso se contactó con la editorial para escribir unas últimas páginas sobre el tema. El impacto de la desaparición de Kirchner no podía faltar en un libro que llegase hasta la actualidad. “La historia que nosotros hacemos es una historia militante –se explaya el ensayista–. No le esquivamos el bulto al pronunciamiento, aunque no vamos a diagnosticar lo que va a pasar. Pero lo que nos parece evidente lo vamos a decir, como la estatización de las AFJP, aunque se corra más peligro al escribir sobre lo más cercano en el tiempo porque en la historia se ve mejor desde más lejos, dialécticamente hablando.”
–¿Cómo define al kirchnerismo, tercer movimiento histórico o la resurrección de lo mejor del peronismo, como se discute en Carta Abierta?
–Como yo nunca fui peronista ni soy kirchnerista estrictamente, estoy viendo hasta dónde profundiza el modelo. Eso implica ver si aplicará medidas que aplicó Perón en su momento. Aunque, claro, Perón tenía más fuerza. Kirchner hizo maravillas con el 22 por ciento de los votos y la misma Presidenta, jaqueada por la Sociedad Rural y el poder mediático de Magnetto, ha avanzado mucho. Pero creo que hay que seguir avanzando y eso implica tocar intereses financieros, nacionalizar depósitos bancarios, nacionalizar el comercio exterior. El gran dilema del kirchnerismo hoy es la construcción de cuadros medios. A mí me atemoriza que muchos chicos pasen directamente a cargos porque hay peligro de burocratizarse. Pero los hechos dirán si el kirchnerismo toma una identidad propia. Lo que está claro es que tanto Néstor como Cristina actuaron de la forma más acertada que pudieron. Cuando Néstor tuvo que tomar el PJ, no tenía otra alternativa. Lo importante es que Kirchner no se hizo Duhalde, porque bajó los cuadros de los militares y no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada.
–¿A nivel latinoamericano es la primera vez que se da esta coincidencia política ideológica entre sus dirigentes?
–Lo más parecido sucedió en la década del ’70, cuando Velasco Alvarado estaba en Perú, Torres en Bolivia; cuando al poco tiempo, en el ‘70, Allende llega a la presidencia en Chile. Eran los tiempos en que nosotros suponíamos que los tupamaros podrían tomar el poder en Uruguay y Perón podía volver. Pero eso lo fueron quebrando poco a poco. Henry Kissinger (secretario de Estado norteamericano) liquidó el gobierno de Chile, Banzer lo derrocó a Torres –a quien luego lo mató la CIA–. A Velasco Alvarado le dieron un golpe interno, en Uruguay se produjo el golpe de Bordaberry que cerró el Congreso y los “tupa” comenzaron a declinar. Y en la Argentina se dio el desgraciado proceso de desencuentro entre Perón y la juventud y se fue todo al demonio. Otro momento, en cierto sentido, se dio en la década del ’50, con Perón en la Argentina, el MNR en Bolivia y el proceso de Guatemala. Pero fueron pocos los momentos en que se produjo un acontecimiento como este.
Claro, la forma en que los gobiernos actuales trascenderán en los libros de historia será una gran incógnita.
Artículo publicado en la Revista Veintitrés el 23-6-2011
1 comentario:
Como siempre, el amigo Galasso...brillante!
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