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Algunos años atrás me toco ser testigo de una situación que -no por rara sino (por el contrario) por repetida- me dejo barajando reflexiones, y que el paso de los años no ha podido borrar.
Sucedió en la vereda de la confitería/pizzeria “Odeon” de la esquina de Rivadavia y Pedernera. Iba caminando con la vista baja y los brazos -helados, temblando- pegados al cuerpo; fue entonces que sentí -de golpe- el inconfundible sonido del agua al chocar contra el suelo emplazando mi somnolienta atención.
Frío, muy frío -como venia- metiendo las manos entre los guevos para ablandar los dedos, casi sin ganas de abrir los ojos, levanté la mirada, mucho mas para evitar el peligro de que alguna gota de agua osara tocarme y congelar aquella parte de mi cuerpo en la que se posara, que por curiosidad de saber el origen de la alarma.
Al tratar de concentrar la vista en la situación que se me presentaba, lo primero que pude entender fue la mirada de otra persona, un tipo. Yo no se si una mirada puede decir algo, realmente dudo cada vez que escucho a alguien decir cosas como “con la mirada me dijo todo”, de cualquier manera esos ojos con los que me crucé, esos que decían tanto que me tomo todas estas palabras para prologarlo, no me hablaban a mi con su mirada, no le hablaban a nadie, solamente expresaban: sorpresa, terror, dolor, incredulidad, o apenas una silencioso grito... No se, no eran pretensiones poéticas las que esos atónitos faroles, aun cuando no quisieran, no podían evitar derramar por las pupilas de cuantos cruzaran su ciega trayectoria; creo que tampoco estaban esos ojos allí para mirar, sino posiblemente a penas para lanzar esa mirada...
Algún segundo después, cuando -prudentemente- pude esquivar el escrutinio lacerante de esas cuencas, comencé a darme cuenta del contexto que las enmarcaba; la barba crecida, la pilcha mugrienta y empapada al punto de escurrir una catarata de agua por todos sus pliegues, las bolsitas de supermercado en las manos, la frasadita -toda mojada- en el piso a sus pies, a unos metros el mozo de la pizzeria con el balde recien vaciado en sus manos y la sonrisa satisfecha en su cara, rodeada de la cofia y el delantal y como un glaciar que todo lo contorneaba, el gesto de aprobación unánime que discurría en los seños de los viandantes y clientes de la Odeon...
Todavía unos segundos mas tardé en terminar de hacerme a la idea de la escena que tenia ante mi. No se, por ahí tarde unos segundos mas por que no decidía cual tenia que ser mi reacción, tal vez -finalmente- estaba esperando que el viejo mojado y mugriento saliera del foro, supongo ahora que para no tener que cargar con el, en cualquiera de las reacciones posibles; aun pienso que esos segundos de pasividad fueron una cruel canallada de mi parte, que en el fondo ninguna mella me hacia el frío horrible de esa mañana de 0 grados en el cuerpo ensopado del infeliz mendigo, que no era su frío, y su desnudez ante el abandono lo que me sacudió, sino la actitud del empleado, infeliz que -como yo- se levantaba de madrugada con un frío del carajo y se pasaba una hora arriba del Sarmiento, semi-ahogado, para llegar temprano a la confitería banana a vender su dignidad a cambio de un gesto de aprobación o una monedas en propinas; diré mas, diré que hasta me identifiqué mucho mas con el que con ninguno de los otros muñecos que pasaba por esa esquina; tal es así que lo primero que se me ocurrió fue dar los pasos necesarios para quedar de frente ,nariz con nariz, con quien en ese cuadro era mi par y que ahora, con los brazos en jarra, observaba el repliegue de su aterida victima.
Sé. Recuerdo que pensé, decirle que era un idiota, que se regodeaba en la aprobación de la viejas pelotudas que desayunaban en la confitería, sin darse cuenta que su realidad estaba mucho mas cerca de la del tipo que sacó a baldazos cual desperdicio humano, que de los mirones que pronto lo premiarían con propinas engrosadas en honor a su ruindad; se que pensé eso, pero le dije otra cosa, algo así como
-Mojame a mi si sos tan puleta hijo de puta!!!- palabra mas palabra menos. La respuesta fue un gesto como de bovino, digo mas, como si una vaca quisiera jugar a pocker; imagino que esa mascara encubría una cierta desazón, por haber gastado toda el agua del balde que colgaba en su mano derecha en el indigente, sin prever que podría necesitarla para sosegar a algún pendejo con ínfulas de Don Quijote. También se que de esa esquina me fui, sin prestar mas atenciones al viejo que una cierta y lánguida conmiseración...
Pasaron los años, pero las mañanas de invierno de esta ciudad siguieron siendo un infierno helado, los que pudimos ir dejando atrás la amenaza de compartir el destino espectral del viejo del relato seguimos yendo a trabajar a la mañana temprano, muchos que estaban apoliyando en esa frasadita mojada lograron tener su casa, su dignidad, pero (y digo seriamente, algo mucho mas importante) por sobre todo, su frasada seca, bajo un techo firme, y una leche cliente para sus chicos antes de ir a la escuela; muchas (infinidad de cosas) cambiaron rotundamente desde esa mañana de hace casi 10 años.
Otras cosas no cambiaron tanto; muchos compatriotas siguen viviendo en el frío, en ropas mugrientas, cortadas por el viento y la lluvia; seria un énfasis casi superfluo decir que trabajamos día a día con este gobierno popular para lograr cambiar esta realidad de forma definitiva, quien no lo sabe es sencillamente por que elige no saber; pero lo cierto es que para quienes todavía sobreviven durmiendo en la fría dureza de las baldosas vainilla de Buenos Aires, el cambio va a ser solamente cierto cuando les suceda, que de poco sirven las buenas intenciones si el que pasa por al lado no puede hacer nada con ese frío, con ese hambre, con ese abandono; nuestros excluidos son una vergüenza, una vergüenza enorme, un monumento glacial a nuestra inhumanidad, cada vez que vemos con indiferencia a estos “pobres hubo siempre” nos vamos transformando mas y mas en una de las viejas de mierda que dan propinas por torturar pordioseros.
Esta pelea, que en principio es con nosotros mismos, tiene muchos frentes, uno de ellos es el que a fuerza de darse pechazos con la realidad encararon las organizaciones que como “Tupac Amaru” y “Asoc. De Madres de Plaza de Mayo” decidieron que la mejor forma de ampliar el tamaño de nuestra humanidad es tratando a todos como humanos y cinchar con todo el cuerpo y las ganas para que todos tengan acceso a esas cosas que hacen de base indispensable a cualquier recorrido en pos de la felicidad; una casa, una cama, una mesa, pan, leche, libros, heladera, frasadas, estufa, una dirección que poner en el DNI y en una solicitud de laburo, una ducha caliente...
Me acorde de las madres por que hay un segundo episodio, este transcurre todos los días a escasos metros de la sede de la Asoc. De Madres de Plaza de Mayo, en la plaza del congreso; por la que paso todos los días en dirección a mi trabajo, por la mañana temprano.
El camioncito de “Desarrollo” de CABA, se pone al lado del puestito de las bicicletas, allí la propuesta es “recibir” a quienes pasaron la noche en la calle, todos aquellos que no muestren ningún signo de enojo pueden acercarse y recibirán indicaciones de como hacer tramites, tramites que serian arduos para cualquiera, pero claramente imposibles para quien vive en la calle...
A la vista de los transeúntes que trajinan esa vereda parece una suerte de servicio; la percepción cambia si se pasa por ese mismo lugar un par de horas antes, cuando pasa la cuadrilla que tiene la misión de “limpiar” la plaza, que simplemente comienza a pasar la hidrolavadora por donde encuentran suciedades, obligando a los yacentes a levantar agitadamente en el frío de la mañana todas sus cosas y salir a escape para evitar el chorro implacable; son las 6 de la mañana, recién dentro de un par de horas las señoras llegaran al Odeon a tomar el Té; pedirán masitas y sonreirán, ya que ahora no necesitan dar propinas para que se haga su sádica voluntad; los impuestos las cubren, y el Gobierno de la Ciudad se desvive por darles gusto, para esa hora los pibes de la hidrolavadora se irán a cambiar, todavía tienen que armar la sombrilla de colores, inflar los globos amarillos, y hacer esquina hasta pasado el mediodía, antes de que Mauricio les suelte las monedas con las que volverán colgados del Sarmiento a tratar de lograr por un día mas, no estar del otro lado del balde...
Sucedió en la vereda de la confitería/pizzeria “Odeon” de la esquina de Rivadavia y Pedernera. Iba caminando con la vista baja y los brazos -helados, temblando- pegados al cuerpo; fue entonces que sentí -de golpe- el inconfundible sonido del agua al chocar contra el suelo emplazando mi somnolienta atención.
Frío, muy frío -como venia- metiendo las manos entre los guevos para ablandar los dedos, casi sin ganas de abrir los ojos, levanté la mirada, mucho mas para evitar el peligro de que alguna gota de agua osara tocarme y congelar aquella parte de mi cuerpo en la que se posara, que por curiosidad de saber el origen de la alarma.
Al tratar de concentrar la vista en la situación que se me presentaba, lo primero que pude entender fue la mirada de otra persona, un tipo. Yo no se si una mirada puede decir algo, realmente dudo cada vez que escucho a alguien decir cosas como “con la mirada me dijo todo”, de cualquier manera esos ojos con los que me crucé, esos que decían tanto que me tomo todas estas palabras para prologarlo, no me hablaban a mi con su mirada, no le hablaban a nadie, solamente expresaban: sorpresa, terror, dolor, incredulidad, o apenas una silencioso grito... No se, no eran pretensiones poéticas las que esos atónitos faroles, aun cuando no quisieran, no podían evitar derramar por las pupilas de cuantos cruzaran su ciega trayectoria; creo que tampoco estaban esos ojos allí para mirar, sino posiblemente a penas para lanzar esa mirada...
Algún segundo después, cuando -prudentemente- pude esquivar el escrutinio lacerante de esas cuencas, comencé a darme cuenta del contexto que las enmarcaba; la barba crecida, la pilcha mugrienta y empapada al punto de escurrir una catarata de agua por todos sus pliegues, las bolsitas de supermercado en las manos, la frasadita -toda mojada- en el piso a sus pies, a unos metros el mozo de la pizzeria con el balde recien vaciado en sus manos y la sonrisa satisfecha en su cara, rodeada de la cofia y el delantal y como un glaciar que todo lo contorneaba, el gesto de aprobación unánime que discurría en los seños de los viandantes y clientes de la Odeon...
Todavía unos segundos mas tardé en terminar de hacerme a la idea de la escena que tenia ante mi. No se, por ahí tarde unos segundos mas por que no decidía cual tenia que ser mi reacción, tal vez -finalmente- estaba esperando que el viejo mojado y mugriento saliera del foro, supongo ahora que para no tener que cargar con el, en cualquiera de las reacciones posibles; aun pienso que esos segundos de pasividad fueron una cruel canallada de mi parte, que en el fondo ninguna mella me hacia el frío horrible de esa mañana de 0 grados en el cuerpo ensopado del infeliz mendigo, que no era su frío, y su desnudez ante el abandono lo que me sacudió, sino la actitud del empleado, infeliz que -como yo- se levantaba de madrugada con un frío del carajo y se pasaba una hora arriba del Sarmiento, semi-ahogado, para llegar temprano a la confitería banana a vender su dignidad a cambio de un gesto de aprobación o una monedas en propinas; diré mas, diré que hasta me identifiqué mucho mas con el que con ninguno de los otros muñecos que pasaba por esa esquina; tal es así que lo primero que se me ocurrió fue dar los pasos necesarios para quedar de frente ,nariz con nariz, con quien en ese cuadro era mi par y que ahora, con los brazos en jarra, observaba el repliegue de su aterida victima.
Sé. Recuerdo que pensé, decirle que era un idiota, que se regodeaba en la aprobación de la viejas pelotudas que desayunaban en la confitería, sin darse cuenta que su realidad estaba mucho mas cerca de la del tipo que sacó a baldazos cual desperdicio humano, que de los mirones que pronto lo premiarían con propinas engrosadas en honor a su ruindad; se que pensé eso, pero le dije otra cosa, algo así como
-Mojame a mi si sos tan puleta hijo de puta!!!- palabra mas palabra menos. La respuesta fue un gesto como de bovino, digo mas, como si una vaca quisiera jugar a pocker; imagino que esa mascara encubría una cierta desazón, por haber gastado toda el agua del balde que colgaba en su mano derecha en el indigente, sin prever que podría necesitarla para sosegar a algún pendejo con ínfulas de Don Quijote. También se que de esa esquina me fui, sin prestar mas atenciones al viejo que una cierta y lánguida conmiseración...
Pasaron los años, pero las mañanas de invierno de esta ciudad siguieron siendo un infierno helado, los que pudimos ir dejando atrás la amenaza de compartir el destino espectral del viejo del relato seguimos yendo a trabajar a la mañana temprano, muchos que estaban apoliyando en esa frasadita mojada lograron tener su casa, su dignidad, pero (y digo seriamente, algo mucho mas importante) por sobre todo, su frasada seca, bajo un techo firme, y una leche cliente para sus chicos antes de ir a la escuela; muchas (infinidad de cosas) cambiaron rotundamente desde esa mañana de hace casi 10 años.
Otras cosas no cambiaron tanto; muchos compatriotas siguen viviendo en el frío, en ropas mugrientas, cortadas por el viento y la lluvia; seria un énfasis casi superfluo decir que trabajamos día a día con este gobierno popular para lograr cambiar esta realidad de forma definitiva, quien no lo sabe es sencillamente por que elige no saber; pero lo cierto es que para quienes todavía sobreviven durmiendo en la fría dureza de las baldosas vainilla de Buenos Aires, el cambio va a ser solamente cierto cuando les suceda, que de poco sirven las buenas intenciones si el que pasa por al lado no puede hacer nada con ese frío, con ese hambre, con ese abandono; nuestros excluidos son una vergüenza, una vergüenza enorme, un monumento glacial a nuestra inhumanidad, cada vez que vemos con indiferencia a estos “pobres hubo siempre” nos vamos transformando mas y mas en una de las viejas de mierda que dan propinas por torturar pordioseros.
Esta pelea, que en principio es con nosotros mismos, tiene muchos frentes, uno de ellos es el que a fuerza de darse pechazos con la realidad encararon las organizaciones que como “Tupac Amaru” y “Asoc. De Madres de Plaza de Mayo” decidieron que la mejor forma de ampliar el tamaño de nuestra humanidad es tratando a todos como humanos y cinchar con todo el cuerpo y las ganas para que todos tengan acceso a esas cosas que hacen de base indispensable a cualquier recorrido en pos de la felicidad; una casa, una cama, una mesa, pan, leche, libros, heladera, frasadas, estufa, una dirección que poner en el DNI y en una solicitud de laburo, una ducha caliente...
Me acorde de las madres por que hay un segundo episodio, este transcurre todos los días a escasos metros de la sede de la Asoc. De Madres de Plaza de Mayo, en la plaza del congreso; por la que paso todos los días en dirección a mi trabajo, por la mañana temprano.
El camioncito de “Desarrollo” de CABA, se pone al lado del puestito de las bicicletas, allí la propuesta es “recibir” a quienes pasaron la noche en la calle, todos aquellos que no muestren ningún signo de enojo pueden acercarse y recibirán indicaciones de como hacer tramites, tramites que serian arduos para cualquiera, pero claramente imposibles para quien vive en la calle...
A la vista de los transeúntes que trajinan esa vereda parece una suerte de servicio; la percepción cambia si se pasa por ese mismo lugar un par de horas antes, cuando pasa la cuadrilla que tiene la misión de “limpiar” la plaza, que simplemente comienza a pasar la hidrolavadora por donde encuentran suciedades, obligando a los yacentes a levantar agitadamente en el frío de la mañana todas sus cosas y salir a escape para evitar el chorro implacable; son las 6 de la mañana, recién dentro de un par de horas las señoras llegaran al Odeon a tomar el Té; pedirán masitas y sonreirán, ya que ahora no necesitan dar propinas para que se haga su sádica voluntad; los impuestos las cubren, y el Gobierno de la Ciudad se desvive por darles gusto, para esa hora los pibes de la hidrolavadora se irán a cambiar, todavía tienen que armar la sombrilla de colores, inflar los globos amarillos, y hacer esquina hasta pasado el mediodía, antes de que Mauricio les suelte las monedas con las que volverán colgados del Sarmiento a tratar de lograr por un día mas, no estar del otro lado del balde...
*Foto Misión Sueños Compartidos "Castañares"
Fernando Luis
2 comentarios:
Excelente retrato del subrealismo trágico en que el ímbecil ha pretendido convertir a nuestra querida Buenos Aires
sepan los porteños votar
sepan elegir
el futuro se merece algo mejor que este cacatua
Un abrazo
Melena
Muchas veces los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, algunas veces esos pueblos consiguen (de carambola) gobernantes mejores que ellos; a veces esos gobernantes mejores que sus pueblos hacen que todos empecemos a ser un poco mejores, a veces no... Usté lo ha dicho, es el futuro, el que se merece algo mejor, esperemos que "los vecinos" no lo arruinen una vez mas...
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