jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Me escuchan bien? ¿Están seguros? ¡Cuántos los extrañé, por Dios!





PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN CRISTINA FERNÁNDEZ, LUEGO DEL ACTO DE JURAMENTO DE NUEVOS INTEGRANTES DEL GABINETE, DESDE EL PATIO DE LAS PALMERAS, EN CASA ROSADA.

 ¿Me escuchan bien? ¿Están seguros? ¡Cuántos los extrañé, por Dios! (APLAUSOS). Quiero agradecer, en esta tarde y en este día tan especial, del 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, la presencia de jóvenes, de trabajadores, de sindicatos, de movimientos sociales, de movimientos juveniles, de todo lo que conforma este espacio político plural, diverso que viene trabajando, desde hace mucho tiempo, en la República Argentina.

Yo también los amo a todos y mucho, yo venía pensando, hoy, después de tantas cosas que pasaron en estos días y justo este Día de la Soberanía Nacional, el otro día cuando a través de las redes tomé contacto no sólo con los argentinos, sino con muchísimos hombres y mujeres de distintas latitudes, que se habían preocupado por nuestro país, porque preocuparse por la Presidenta no es que se están preocupando por la Presidenta, se están preocupando por el país, porque a mí me toca presidir el país y pensaba en todas estas cartas que enumeraba y ayer estaba recibiendo una carta, que parece que hubiera sido escrita para el día de hoy. Es de una abogada, de Rosario, 46 años, no la conozco, se llama María de las Mercedes Beltrán, que me escribe una carta muy hermosa, donde me cuenta todo lo que ha significado para ella esto que se ha vivido y esto que se vive y vivimos en el país.

Pero lo que más rescaté de esa carta, que además la acompañó por una muestra de cariño inconmensurable, me tejió una carpeta, a crochet, inmensa, como un mantel con los colores de la bandera argentina, una anécdota de esa carta me decía que hacía unos días había ido a comprar una heladera, a un comercio. A ella y a su marido, les está yendo bien, tiene una fábrica de PVC su compañero y entonces cuando pidió la heladera el vendedor le preguntó qué requisitos, qué heladera quiere. Bueno, primer requisito sine qua non, que sea industria nacional. ¿Y saben qué le dijo él? ¿Y saben qué le contestó, inmediatamente, el vendedor?, me dijo ella en la carta. “Usted es de la Presidenta”. Y yo dije: “listo, con esto ya tengo ganado lo que toda la vida luché, luchar por una soberanía nacional”, que se manifiesta en este resurgimiento del aparato productivo nacional, que tenemos que seguir profundizando, avanzando, mejorando y que nos permite, hoy, a los argentinos anunciar, en este tercer trimestre, de este año 2013, que la desocupación – merced de la actividad económica – ha vuelto a descender y se ubica en el 6,8 por ciento, la más baja de toda la serie histórica, de los terceros trimestres, porque sabemos que por cuestiones de estacionalidad, siempre la más baja se da en el cuarto trimestre y teníamos la marca más baja del 2011, que era el 6,7. (APLAUSOS).



Pero además, también, antes de que me pasara lo que me pasó estuve en los últimos actos, recién veía a Silvina, nuestra senadora, y a Miguel Pichetto, el senador por Río Negro, uno de los últimos actos en que estuve fue allá en el INVAP, con “Cacho” Otegui, presidente del INVAP, donde estábamos inaugurando nuevas instalaciones y él me dijo: “usted va a ser recordada como la Presidenta de la ciencia y la tecnología”, otra manifestación de soberanía nacional: industria nacional a la que debemos darle mayor competitividad; innovación tecnológica; más educación.



Cuando veo a mi querida amiga, Michelle Bachelet, que va a pelear la segunda vuelta, y uno de los puntos de su programa de Gobierno es educación gratuita, como no sentirme orgullosa de lo que hemos hecho por la educación, en la República Argentina: 9 universidades nuevas; 6,47 del PBI, en fin y todo lo que todavía falta hacer porque hay que seguir profundizando el modelo para que cada vez haya más argentinos incluidos y para que nunca más nadie pueda volver a arrebatarnos lo que nos corresponde por derecho a todos los argentinos. (APLAUSOS).



Cuando a uno le pasan ciertas cosas, a mí la verdad que me ha pasado de todo, y toco madera, no tengo nada, no toco madera con patas porque yo tengo patas, es como que comenzás a mirar las cosas de otra manera. Y yo quiero, en este momento tan especial de nuestra Patria, de un mundo tan complejo, tan diverso, tan conflictivo que los argentinos unamos esfuerzos, que los trabajadores, que los empresarios que han logrado mejores rentabilidades, que también aprendamos el ejemplo de esta YPF recuperada para recuperar la soberanía energética también, que es soberanía nacional. (APLAUSOS).



Y fíjense, ¿saben cuál es la empresa que más ganancias dio? YPF, pero no solamente porque es una petrolera. ¿Saben por qué dio más ganancias? Porque YPF está reinvirtiendo todo lo que gana en mayor inversión, que es la única manera de profundizar el proceso de industrialización. (APLAUSOS). Y vamos a recuperar, la meta es recuperar la soberanía energética, porque para eso recuperamos YPF, nuestra petrolera de bandera y nos vamos a asociar porque no tenemos prejuicios, nos vamos a asociar en las condiciones más favorables para nuestro país donde tengamos que asociarnos.

Yo no tengo anteojeras y sabemos que esto demanda capitales intensivos que o no están en la Argentina o los que los tienen los tienen en algún otro lugar y no los quieren poner acá.

Así que…no, no, no, yo tengo mucha confianza en que muchos van a entender la necesidad que tenemos de tener esta soberanía energética, esta soberanía alimentaria, esta soberanía industrial que tenemos que mejorar para que no nos pase, como ha pasado en otros momentos históricos de reindustrialización o de industrialización del país que luego teníamos estrangulamientos en el sector externo porque no teníamos un desarrollo industrial de suficiente entramado que nos obligaba a seguir importando y nos acogotaba por el sector externo.

Hemos terminado con aquello que fue el peso histórico de la deuda. Ahora tenemos que superar esa barrera que muchas veces tenemos de que no podemos desarrollar una industria nacional competitiva en calidad y en precios como lo han hecho otros países. Para ello tenemos recursos humanos, educación, capacidad, voluntad y, sobre todo, decisión política. Estamos poniendo mucha inversión a la educación, a la innovación tecnológica, a la ciencia, a la educación y amor.

Porque también la política no es ajena a la vida y la economía menos aún. No pueden llevarse a cabo como empresa, como objetivo si, además, no tenemos también utopías, ilusiones y esperanzas.

Quiero rescatar que hemos vuelto a enamorar a muchísimos jóvenes que se han acercado a la política.

Yo digo que este mundo, este mundo globalizado, del que se han apoderado flagelos que asolan todos los países sin distinción de fronteras, tiene que ver con la pérdida de las utopías.

Cuando las sociedades creen en los estratos por allí de menores recursos que es imposible crecer o tener algo o progresar, terminan siendo capturados por las peores cosas. Y también, fíjense qué paradoja, los que más recursos tienen también, terminan siendo atrapados por los peores flagelos porque creen que ya tienen todo y nada vale la pena.

Por eso creo que rescatar las ilusiones, las utopías, las esperanzas, las posibilidades de un mundo mejor, es el mejor instrumento para pelearle a la desesperanza, para pelearle a los que quieren llevarnos al fracaso, para los que quieren arrastrar a los jóvenes a otros lugares.

Alegrémonos cuando un joven ingresa a un movimiento político, a un movimiento social porque está ingresando a dar vida, a ayudar a los demás y se está alejando de los peores vicios.

Por eso, tenemos que contribuir y la contribución que tenemos que hacer todos los argentinos para esta Argentina mejor, que tiene grandes posibilidades, porque tenemos una Argentina que salió del infierno y hoy está sólida económicamente, las mejores posibilidades que tenemos, precisamente, es la de convocar a todos los argentinos.

Tenemos que dejar de lado las frases que solo sirven para los titulares de un diario; tenemos que dejar de lado los agravios o las descalificaciones por la descalificación; tenemos que empezar a discutir ideas, programas y allí, si hay diferencias, que nos traigan las mejores que estamos dispuestos a escucharlas porque no somos cerrados.

La verdad que somos en la Cámara de Diputados, aquí, dispuestos a escuchar porque, ¿saben qué? Somos los más interesados en que las mejores ideas puedan llevarse a cabo.

Y miren ustedes el caso de la Asignación Universal por Hijo, que no fue un proyecto nuestro, pero nosotros tomamos las medidas que lo permitieron llevar a cabo. Porque, ¿saben qué? Para hacer determinadas cosas, no basta con un proyecto, no basta con una idea, no basta con un eslogan o con una consigna, sobre todo en la economía y en la sociedad. Cuando uno tiene que llevar proyectos que mejoren la calidad de vida de la gente, lo que necesita son los recursos para implementar esos proyectos, como el PROCREAR también. No habría PROCREAR, no habría Asignación Universal por Hijo, no habría movilidad jubilatoria.

Entonces, estamos dispuestos a escuchar todas las ideas, pero, sobre todo, cómo se instrumentan las ideas, si no, son apenas esbozos, proyectos y nosotros queremos realmente encontrarnos todos los argentinos para mejorar esta que es nuestra patria.

Nuestros hijos van a vivir aquí, mis hijos, mi nieto, ustedes, que son muy jóvenes y me acuerdo de este lugar cuando con Néstor vinimos…Debe haber alguna imagen por ahí, creo que cuando fue la familia de Cámpora que nos dio el bastón presidencial de mando, yo creo que lo exhibí acá en uno de los balcones.

Y yo quiero finalmente, para… ¿Qué me dijeron por ahí? A los 30.000, ¡cómo olvidar lo que es una bandera hoy, no ya de un grupo político, sino de todos los argentinos!

Yo creo que, miren, uno de los mayores orgullos, uno de los pilares de esta nueva Argentina, de esta nueva Argentina como ejemplo en el mundo, nos miran como ejemplo en el mundo por nuestra política de derechos humanos. Y la verdad es una conquista de las organizaciones de derechos humanos que inclaudicablemente durante más de 30 años, pelearon sin bajar los brazos, sin violencia.

Porque, ¿saben qué, saben qué es lo más importante de todos ustedes? Es que lo que reclaman, lo que militan, lo hacen sin violencia.

El otro día…No, lo tienen que hacer por ustedes.

Para terminar, porque fue una cosa que me impresionó el otro día, como ahora tengo más tiempo para leer los diarios, leí un diario extranjero, un diario español, ¿se acuerdan de Camila Vallejos, no? La joven chilena dirigente estudiantil que hoy es candidata por el Partido Comunista en su país acompañando…sí, es muy linda, la verdad que es muy linda, es muy linda, una geógrafa muy linda, acompañando a Michelle Bachelet. Y el diario, no leí lo que decía abajo la nota, pero con el título me bastaba: el diario decía, una foto de ella muy bonita, decía: “De rebelde a diputada”. ¿Les suena la crítica? ¿Y qué la querían, tirando tiros para después tener el justificativo de matar jóvenes que luchan por el cambio y la transformación? No, nunca más, nunca más. Nunca más en serio esto, nunca más en serio.

Porque además, estos jóvenes que hoy se incorporan a la política en los sindicatos, que se incorporan en las organizaciones juveniles, en los frentes estudiantiles, en los movimiento sociales, lo hacen en democracia y pidiendo en democracia y viviendo en democracia. Este es un activo político que ustedes no se imaginan.

Por eso, quería terminar con esto: agradeciéndoles, agradeciéndoles todas las muestras de afecto, de cariño, aquellos que rezaron por mí, aquellos que por ahí no creen y hoy recibí –no voy a decir de quién- un CD de un cantante popular muy conocido, que me dice que una canción vale por dos rezos y que él rezó por mi salud. Es muy popular, no lo voy a decir, pero me debe estar escuchando y debe saber quién es.

Agradecerles a todos, a los artistas, a los militantes de derechos humanos, a los jóvenes, a los dirigentes sindicales, a los empresarios, a los comerciantes, a los científicos, a los argentinos y a todos aquellos que se preocuparon por la Argentina.

No lo pierdan de vista, no era una preocupación por una persona más allá del afecto y del cariño. Era, en definitiva, la preocupación por quien circunstancialmente le toca conducir los destinos de nuestro país.

Y yo quiero… ¿saben qué necesitamos? ¿Hay alguien me dice qué necesitamos? Necesitamos que toda la dirigencia argentina, cualquiera sea el partido, se comprometa a sostener el trabajo, la industria nacional, la ocupación de los trabajadores, la educación, la ciencia y la tecnología, la inversión en materia de infraestructura. Este es el gran compromiso democrático que necesitamos para que todo este esfuerzo, todo este esfuerzo siga valiendo la pena.

Así que, con mucha fuerza y a seguir trabajando como todos los días.

Gracias, los quiero mucho a todos, muchas gracias. (APLAUSOS)







 SEGUNDA PARTE DE LAS PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN CRISTINA FERNÁNDEZ, EN OTRO DE LOS PATIOS DE LA CASA ROSADA.



Esto ya es una sobredosis de discurso, porque ya vengo con el segundo discurso: primero, antes que me olvide, porque cuando recién enumeraba las cuestiones de soberanía nacional y de desempeño del Estado me olvidé de algo muy importante y emblemático: de Aerolíneas Argentinas. (APLAUSOS). Y cuando lo vi a Marianito Recalde me dije cómo me olvidé de Aerolíneas Argentinas, que la recibimos despedazada, sin aviones, endeudada y hoy nuestra propia competencia nos felicita por el funcionamiento.



La verdad que te quiero felicitar Mariano porque es un logro muy importante y porque lo han hecho contra viento y marea. Y cuando digo contra viento y marea digo contra críticas feroces pero hemos demostrado que podíamos levantar nuestra línea de bandera para darle conectividad al país, como también estamos haciendo con los ferrocarriles argentinos y que también vamos a tener la inversión más grande, desde hace más de 50 años, en ferrocarriles, en la República Argentina, cuando dispuse destinar cientos de millones de dólares a renovar todos nuestros trenes urbanos. Y vamos a ir por más, porque vamos a ir por los trenes de carga para darle más competitividad a la economía. (APLAUSOS). Y vamos a ir por las vías navegables, porque tenemos que revitalizar el transporte marítimo.



Y vamos, en definitiva, por una Argentina mejor para todos y para todos. ¿Por qué saben qué? Los argentinos… claro que sí: ¡Viva la Patria! ¿Saben qué? Yo creo chicos que hemos estado un tiempo separado, que nos hemos extrañado mucho y que necesitamos – como decía ese inmenso pingüino, que me regaló, un joven, Federico García Caffi, del Frente Estudiantil, de Pilar, que no sé si estará acá, o en el otro patio, o en algún lado - que trajo una frase la pata del pingüino, que decía: “organizarse para transformar”. Y eso es lo que hay que hacer: organizarse en cada barrio, organizarse en cada frente. ¿Pero saben para qué? Para ayudar al otro, para integrarlo a un proyecto común de país, que no reconozca banderías ni divisiones, que en todo caso las únicas divisiones, cuando se decide una tarea para el barrio, para el colegio sea la del partido de fútbol, pero nunca más nos dividan por cuestiones falsas o inexistentes.



Finalmente quiero decirles a todos ustedes y a todos los argentinos que no nos dejemos robar la vida, las ilusiones y las esperanzas de una Argentina mejor. Porque la estamos construyendo y lo vamos a seguir haciendo. Gracias a todos, los quiero mucho. (APLAUSOS).    

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día de la Soberanía Nacional



Vuelta de Obligado

Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,

vienen topando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

La pucha con los ingleses,
quién los pudiera.

Qué los parió los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
qué digo venirse al cuete.

A ver, che Pascual Echagüe,
gobernadores,

que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Angostura del Quebracho,
de aquí no pasan.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata".

(Alberto Merlo-Miguel Brascó)




jueves, 14 de noviembre de 2013

John William Cooke





No hay política nacionalista sino bajo la conducción de la clase trabajadora, que movilice la voluntad nacional tras la empresa revolucionaria de cambiar el orden social existente y asegurar sus bases mediante el desarrollo independiente, hasta desplazar del poder a las clases dominantes, la toma del poder por los trabajadores y la construcción nueva.

John William Cooke

martes, 12 de noviembre de 2013

"El Chacho"

 



Eduardo Gutierrez [Fragmento de "El Chacho"]

El Chacho ha sido el único caudillo verdaderamente prestigioso que haya tenido la República Argentina.
Aquel prodigio asombroso que lo hacía reunir diez mil hombres que lo rodeaban sin preguntarle jamás dónde los llevaba ni contra quién, había hecho del Chacho una personalidad temible, que mantenía en pie a todo el poder de la nación, por años enteros, sin que lograra quebrar su influencia ni acobardar al valiente caudillo.
A su llamado, las provincias del interior se ponían de pie como un solo hombre, y sin moverse de su puesto, tenía a los seis u ocho días 2, 4 ó 6 mil hombres de pelea, dispuestos a obedecer su voluntad fuera cual fuese.
Los paisanos de La Rioja, de Catamarca, de Santiago y de Mendoza mismo lo rodeaban con verdadera adoración, y los mismos hombres de cierta importancia e inteligencia lo acompañaban ayudándolo en todas sus empresas difíciles y escabrosas.
El Chacho no tenía elementos de dinero ni para mantener en pie de guerra una compañía.
Y sin embargo él levantaba ejércitos poderosos, mal armados y peor comidos, que sólo se preocupaban de contentar a aquel hombre extraordinario.
El Chacho no tenía artillería, pero sus soldados la fabricaban con cañones de cuero y madera, que se servían con piedra en vez de metralla, pero piedra que hacía estragos bárbaros entre las tropas que lo perseguían.
No tenía lanzas, pero aunque fuera con clavos atados en el extremo de un palo, sus soldados las improvisaban y se creían invencibles. El que no tenía sable lo suplía con un tronco de algarrobo convertido en sus manos en terrible mazo de armas, y si faltaba el alimento comían algarrobo y era lo mismo.
De esta manera el Chacho tenía en pie un ejército con el que hacía la guerra al Gobierno Nacional, sin que hubiera ejemplo de que se le desertase un solo soldado, porque todos sus soldados eran voluntarios y partidarios de Peñaloza hasta el fanatismo.
El Chacho era valiente sobre toda exageración. Era un Juan Moreira, en otro campo de acción, con otros medios y otras inclinaciones. Generoso y bueno, no quería nada para sí: todo era para su tropa y para los amigos que lo acompañaban.
Para éstos no tenía nada reservado, ni su puñal de engastadura de oro, única prenda que llevaba consigo y que, en mejores tiempos, le regalara su amigo el general Urquiza.



Este puñal tenía una inscripción en su puño que le había hecho grabar el mismo Chacho, y que decía así:
"El que desgraciado nace
Entre los remedios muere."
Rara inscripción que se presta a tantas interpretaciones y que prueba el horror que tenía Peñaloza a la ciencia médica.
Este solo bien de fortuna que poseía el Chacho, era la especie de varita de virtud que lo sacaba de apuros, en sus trances más amargos.
Cuando algún amigo, que para él lo eran todos sus oficiales y soldados, acudía al Chacho en demanda de dinero para salvar un compromiso, éste en el momento sacaba su puñal y lo entregaba para remediar el mal.
-Si la necesidad es grande -decía con su acento bondadoso-, vaya, empeñe esa prenda por cincuenta o cien pesos, que ya habrá tiempo para sacarla.
El feliz poseedor de la prenda acudía con ella a la casa de negocio más fuerte y solicitaba los cincuenta o cien pesos que necesitaba sobre el puñal del Chacho, que todos conocían.
¿Quién iba a negar el dinero, cuando era Peñaloza quien lo pedía sobre su puñal?
El comerciante entregaba su dinero y la alhaja, que volvía a poder de su dueño.

Su corazón, rico de sentimientos generosos, no conocía el rencor ni la pasión cobarde de la venganza. Era tan grande y magnánimo con su peor enemigo, como con sus más leales amigos. Así el oficial o el soldado que cayó prisionero entre las fuerzas del Chacho, fue obsequiado como el mejor de sus partidarios.
En todo el largo tiempo que hizo la guerra al gobierno Nacional, ni uno solo de los prisioneros tomados por el Chacho pudo quejarse del menor mal trato ni de la más leve crueldad.
Herido o enfermo, era asistido por sus partidarios, y una vez restablecido, entregado a las fuerzas nacionales sin que le faltara un solo botón de la ropa.
En el campamento era el mejor compañero de sus tropas, al extremo de jugar con todos ellos y conversar larguísimas horas alrededor del fogón.
Si llegaba un día en que los soldados no habían comido, pudiendo él hacerlo, porque no faltaba quien le regalara un pedazo de charque o de patay, no probaba bocado, porque no era justo, decía, que el jefe se hartara mientras los soldados morían de hambre.
Unico juez entre los suyos, él se daba maña para arreglar todas las cuestiones, de manera que las partes quedaran igualmente contentas y sin resentimientos de ninguna especie.


Cuando el Chacho tenía, todos tenían, pues su lujo era partir entre todos cuanto tenía a la mano.
El Chacho era un hombre de una salud de bronce y de una naturaleza especial para resistir la fatiga inmensa de aquellas marchas prodigiosas, que dejaban asombrados y a treinta leguas de distancia a sus más tenaces perseguidores.
La esposa del Chacho venía con frecuencia al campamento y al combate, a partir con su marido y sus tropas los peligros y las vicisitudes.
Entonces el entusiasmo de aquella buena gente llegaba a su último límite y sólo pensaban en protestar a la Chacha, como la llamaban, su lealtad hasta la muerte.
Cuando llegaba la hora de pelear, el Chacho era el primero que entraba al combate y el último que se retiraba, si eran derrotados.
Antes de entrar en batalla, el Chacho daba siempre a sus tropas un punto de reunión, para el caso en que tuviera que dispersarlas. Y así se veía que el Chacho, derrotado hoy con 2.000 hombres, reaparecía tres o cuatro días después con un ejército de 3.000.
El Chacho no tuvo jamás una palabra dura para sus subordinados, y cuando alguno cometía alguna falta grave se contentaba con expulsarlo de su lado, prohibiendo terminantemente que formara parte de su ejército.
Manso y complaciente, accedía con la mayor facilidad a cualquier insinuación que se le hacía y que él creía sana.
Cuando él la creía mala o veía que lo que se le pedía podría perjudicar a su causa, la rechazaba redondamente, y una vez que el Chacho decía no era inútil insistir.
El Chacho combatía por el pueblo, por sus libertades y por los derechos que creía conculcados.
Para sí no quería nada ni pidió nada jamás, en tiempo en que, por hacer con él la paz, el Gobierno le hubiera dado cuanto hubiera pedido.
De aquí dimanaba principalmente el gran prestigio de que gozaba el Chacho y la cantidad de hombres que lo rodeaban.
Porque él había encarnado en él mismo la causa del pueblo, y cada hombre de los suyos sabía que peleaba por su propia felicidad y en su propio provecho.

El Chacho era un hombre alto y musculoso, de una fuerza de Hércules y de una contextura de acero.
Su mirada suavísima y bondadosa solía irradiar a veces destellos de cólera que hacían temblar a los que estaban a su lado.
Esto era cuando llegaba a sus oídos la noticia de alguna cobardía o uno de los tantos fusilamientos que de chachistas hacían las fuerzas nacionales.
Peñaloza se mostraba entonces en todo el esplendor de su nobleza, y como una venganza terrible, mandaba redoblar sus atenciones para con los prisioneros.
Las injusticias del Gobierno lo habían irritado, porque ningún gobierno debía ser cruel e injusto; luego las iniquidades cometidas con los paisanos por la autoridad de los pueblos habían conmovido su corazón hidalgo y había derrocado al gobierno que creía malo.
Pero el Chacho tenía la debilidad de escuchar las opiniones de los amigos que creía ilustrados, y prestar su apoyo, para suceder a un gobierno derrocado, muchas veces a un hombre más indigno que el que derrocó.
Así los aspirantes a gobernador y los negociantes de la política mantenían relación íntima con el Chacho para servirse de él, llegado el caso, sorprendiendo su buena fe y engañándolo en cuanto les era posible.
Sumamente astuto, aunque inocente en los enredos políticos, se dejaba engañar hasta cierto punto, haciendo a un lado al pretendiente una vez que lo había calado.
Triunfando el Chacho, triunfaba la buena causa, la causa del pueblo, y entonces el Chacho pedía una contribución en dinero para repartirlo entre sus soldados, que andaban siempre careciendo de aquello más necesario.
En el ejército del Chacho no había más ordenanzas militares que la palabra de éste, ni más ley obligatoria que el empeño que cada cual tenía en servirlo y morir por él si era necesario.

El Chacho detestaba el sacrificio estéril de sus tropas, no aceptando un combate sino cuando creía estar seguro del éxito, ni se empeñaba mucho en la batalla de éxito dudoso, para conservar enteros sus elementos.
Con una seguridad asombrosa y una rapidez notable, el Chacho calculaba cuál debía ser el fin del combate que sostenía, y si lo creía nulo, desbandaba su ejército en todas direcciones para evitar la persecución.
Por eso es que el Chacho antes de entrar en pelea daba a sus tropas el punto de reunión para un día fijo, encontrándolos reunidos cuando llegaba al punto indicado, y aumentando, con los amigos que se plegaban, a los derrotados.
Y ésta era la causa de que, derrotado el Chacho, se le viera en seguida con mayor número de gauchos y mayores elementos.
Conocedor del terreno en que operaba, como cualquiera puede conocer su aposento, el Chacho hacía marchas tan asombrosas y rápidas que muchas veces el ejército que creía irlo persiguiendo lo sentía a su espalda picándole la retaguardia y tomándole todos los rezagados que iba dejando en la marcha.
Es que, mientras el Chacho disponía de los mejores rastreadores y de toda la gente de algún valor en los ejércitos, el jefe que lo perseguía marchaba a ciegas la mayor parte del tiempo sin encontrar quien quisiera darle el menor informe, aun bajo la mayor amenaza.
Un dato perjudicial al Chacho, un informe que pudiera ocasionar una sorpresa era un crimen que no había paisano capaz de cometer ni por todo el oro del mundo ni por todas las torturas conocidas.
Esto había causado más de una vez el fusilamiento de algún paisano que se había resistido a dar los informes pedidos, o el martirio de algún prisionero por la misma causa.
Pero esto producía un efecto contrario al que se buscaba, pues con este proceder los paisanos huían del ejército regular como de la calamidad más espantosa.
Cada vez que el Chacho tenía conocimiento de algún hecho de éstos, su indignación no conocía límites.
-¡Y ése es el ejército civilizado que nos persigue como a horda de salvajes! -exclamaba conmovido-, ¡y degüella nuestros leales y azota nuestras mujeres! ¡Y ésos son los valientes que vienen a enseñarnos el goce de la ley bajo las banderas del gobierno!